Ya ninguno de los dos tiene hambre. Se les ha cerrado el estómago. Cuando la chica dijo las últimas palabras, un silencio absoluto inundó la habitación.
Sara observa detenidamente su plato de macarrones. No es que le parezca entretenido, sino que ha bajado la mirada para que Marcos no le vea los ojos rojos llenos de lágrimas. Hacía mucho tiempo que no contaba a nadie esa historia, su historia. Fue muy duro para ella oír a Alba pronunciar esas palabras. Tanto, que cuatro años después aún le duele recordarlo.
Él sin embargo la mira fijamente. Ahora se arrepiente de no haber hecho caso a su intuición cuando le dijo que no debía preguntar. Está claro que Sara aún quiere a ese tal Dani. El primer amor nunca se olvida, y más si acaba de esa manera. Una vez más, su amiga le ha demostrado lo fuerte que es.
– ¿Y te fuiste sin más? –se anima a preguntar por fin.
Sara levanta la cabeza y sorbe por la nariz. Es en ese momento cuando Marcos ve que está llorando.
–Sí –comienza con voz temblorosa – ¿Qué podía hacer? Una amiga mía de toda la vida me acababa de restregar que se había acostado con mi novio ¡Mientras sonaba nuestra canción! –grita Sara que ya no puede contener las lágrimas.
Marcos se levanta, se acerca a ella y la abraza. No puede verla llorar. Le acaricia suavemente la cabeza y le da besos en la frente hasta que consigue calmarla. En ese momento Sara agradece que esté allí. Se alegra de haberlo conocido y tiene claro que no quiere que Marcos salga de su vida.
–Pues yo le habría pegado tal tirón de pelo que se le hubiera quitado esa sonrisa de la cara –dice el chico divertido intentando hacerle reír. Y funciona.
–Ya, seguro –dice en un susurro.
–Qué sí. Que hablo en serio. Yo le hubiera enganchando de los pelos. ¿Cómo tiene el valor de ir a decirte que se ha acostado con tu novio? ¿Será...?
–Ella es mayor que yo, Marcos –dice interrumpiéndole.
– ¿Mayor? ¿Cuánto?
–Ella este año ha cumplido los diecinueve, Dani los veintiuno y yo voy a cumplir los dieciocho.
–Bueno... –Se acaba de dar cuenta que el Dani ese es un año mayor que él y probablemente más alto y fuerte –yo le hubiera pegado de todas formas.
Los chicos, ya más calmados, se levantan de la mesa y la recogen. Sara preocupada mira la hora. Es la una y media de la tarde. Laura no tardará en llegar. Tiene que terminar de preparar la maleta y arreglarse un poco. Debe darse prisa o su amiga le pillará con todo aún por hacer.
Deja a Marcos en la cocina y camina hacia su habitación. Encuentra la maleta debajo de la cama. La abre y malhumorada se da cuenta de que aún le falta por meter mucha ropa. Abre el cajón y elige sus mejores camisetas. Luego se acerca al armario y hace lo mismo con los pantalones. Anda rápido hacia el zapatero y a falta de uno, coge todos sus pares de zapatos. Se nota que no le gusta mucho hacer el equipaje. De pronto cae en la cuenta de que no ha metido la ropa nueva. ¡Ni siquiera se la ha enseñado a Laura! De prisa guarda todo amontonado y la cierra. Una cosa menos. Va corriendo al baño, coge su enorme neceser rosa y guarda en él todo lo que su vista alcanza. Desde el peine y el desodorante, hasta los champús, pasando por horquillas y coleteros. Nunca sabe lo que puede llegar a necesitar. Sale del baño corriendo sin fijarse mucho por donde pisa y choca con Marcos cayendo los dos al suelo.
–Segunda vez que me tiras eh. Deberías comprarte un manual de cómo se anda –ríe Marcos.
–Perdona guapito, pero las dos veces ha sido culpa tuya –dice divertida.
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Dos amores de verano
RomansaSara va a pasar las vacaciones de verano al pueblo que iba de pequeña, pero esta vez, no va por gusto propio. La última vez se fue sin despedirse de nadie ni avisar de que no volvería, lo que pasó fue demasiado para ella. Ahora cuatro largos años d...