54. El lobo y el cordero

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Guillermo.

-Sí... Tienes razón... Pero yo confío en que progresará. Y poco a poco volverá a tomar el camino que un día tenía. Tengo fe en usted, amo.



Samuel se quedó en silencio. No sabía si la había cagado al soltarle aquello. Si le parecería estúpido y se reiría de mí, con crueldad, o lo asustaría hasta tal punto que me propinaría una buena paliza.

Me esperara lo que me esperase, alcé las manos, escondiendo mi cabeza entre ellas. Si iba a pegarme, al menos me protegería la cabeza.

Él me apartó y se puso en pie.



-No necesito nada proveniente de ti -me dijo-. Así que tú céntrate en lo tuyo, que es complacerme, y todo irá de maravilla.

-D-de acuerdo, señor... -me moví sobre el colchón, colocándome frente a Samuel, para poder mirarlo a los ojos- ¿Eso significa que tengo que seguir con las pruebas que habíamos acordado? -Él asintió. Fue un alivio para mí. Al menos sí seguía queriendo eso, significaba que iba a contarme cosas sobre su vida. Que me abriría las puertas de su corazón, y eso era lo único que yo quería- Está bien, amo...



Él estaba a un lado de la puerta, sujetando el pomo de esta para abrirlo y desaparecer de mi vista por un rato, y es lo que yo esperaba que hiciera. Ahora necesitaba un poco de tiempo para mí. Tenía que asimilar lo que acababa de pasar. Samuel se había abierto a mí. Tan sólo fue un poco, pero un adelanto nunca venía mal.

Entonces, De Luque soltó el pomo y se acercó a mí, peligrosamente.

Me empujó al centro de la cama, colocó sus rodillas a cada lado de mi cuerpo y plantó sus labios sobre los míos, posesivamente.

Yo le seguí el beso, mientras que con las manos, las cuales aún tenía esposadas, tocaba su abdomen por encima de la tela de su camiseta.

Él agarró la cadena de las esposas, tiró de ella y subió hasta dejarme los brazos por encima de la cabeza.



-Sé un chico bueno y no me toques. -vocalizó. Estaba deseoso de poseerme, aunque no creía que él tuviera más ganas que yo de que eso pasase. Asentí, con un poco de retraso, a lo que me dijo, lo que le hizo sonreír satisfecho.



A mí me encantaría tocarlo, pero si me decía que no lo hiciera, tenía que obedecerle.

Me levantó la camisa por debajo de las axilas y comenzó a dejar besos húmedos sobre mi piel. Yo lo observaba con atención. La respiración se iba volviendo más irregular, y noté como mi pene empezaba a erguirse bajo la tela.

Sus labios atraparon uno de mis pezones, el cual mordió y besó con pasión. Intentaba ser cuidadoso, pero no siempre lo conseguía. No era de los que se tomaban las cosas con calma.

Levantó la cabeza, dejando lo que había empezado y me miró a los ojos. Sonrió y bajó a mis piernas. Sabía lo que iba a hacer. Iba a desatar mis pies.

Una vez lo hizo, tiró la cuerda al suelo, y, entonces, me arrancó los pantalones, de tal forma que se rompieron.

Esa escena fue lo más excitante que había presenciado a día de hoy.

Gateó por encima de mí, acercándose a mi oído, al cual le susurró lo siguiente.



-¿Te parece bien que haga lo que quiera contigo? -me preguntó, provocando que un gemido escapara de mis labios. Yo asentí con desesperación- Quiero escucharte, pequeño...

-Sí... amo. Haga lo que le plazca con mi cuerpo... -Su cara se acercaba a la mía, como si el infierno me atrajera consigo hasta quemarme en su fuego más profundo. Sus labios se unieron con los míos. Su boca y toda su piel ardía, lo cual me ponía más cachondo.



Se deshizo de su camiseta, dejándome ver su trabajado torso. Samuel era todo un adonis. Mis ojos lo llamaban a gritos. Le suplicaban que se lanzara sobre mi cuerpo y lo devorase sin dejar nada.

Desabrochó el botón de sus vaqueros oscuros, bajó desesperadamente la cremallera y con un rápido movimiento de mano, los pantalones parecían haberse volatilizado.

Su entrepierna, ahora más liberada, volvía a hacer presión contra la mía.

Era frustrante no estar del todo desnudos en ese momento.

Quería tocarlo, besarlo... Pero lo único que hacía era mirarlo y desear estar haciéndolo.

Su cabeza se acercó a mi cara, e inconscientemente rodeé su cuello con mis manos esposadas. Él se quedó perplejo.



-¿Qué habíamos dicho sobre esto? -Su cara se volvió seria en cuestión de segundos.

-Por... favor... -Supliqué, moviendo las caderas hacia delante y hacia atrás, disfrutando del roce. Su mano derecha empujó mi cuerpo hacia el colchón, haciendo presión sobre mi miembro.

-Deja de moverte o pararé aquí. -dijo con voz gruesa y dominante.

-Está bien... -Sus besos continuaron su curso por mi cuello, mientras que sus manos se deshacían de la única prenda que me quedaba puesta. Su izquierda comenzó a acariciar mi entrepierna, mientras que la derecha subía hasta mi cabeza para entrelazar sus dedos en mi cabello.

-¿Quién es tu dueño? -preguntó deseoso, pero sin perder ese tono autoritario que usaba diariamente.

-U-usted... -contesté, sin pensarlo dos veces.

-¿Y quién es el único que puede hacerte esto?

-S-sólo usted, s-señor... -Su piel ardía al contacto con la mía. Los dedos de sus manos parecían hablarme, satisfaciendo cada uno de mis oscuros deseos.

-¿Te defenderás la próxima vez que otro te toque? -dijo, levantando un poco la cabeza. Lo justo para mirarme- No me gusta que alguien, que no sea yo, te ponga las manos encima.



Inconscientemente, aquello me hizo sonreír.

Una maravillosa sensación se alojó en mi pecho al oír las palabras de Samuel.

Ahora estaba seguro, eran celos lo que sentía.



-Me defenderé, amo. -Él sonrió también y se sacó los bóxers.

-Entonces, voy a demostrarte quién es el lobo y quién el cordero. Y también... que eres completamente mío -Su erecto pene chocó contra el mío, al mismo tiempo que sus caderas se movían para provocarme-. ¿Estás listo? Porque no voy a esperar si no lo estás...

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora