Nos refugiamos en un amor lleno de promesas, de futuro, de cariño, ternura y calor. Solemos volar sin quitar los pies de la tierra, solo cerrando los ojos. Nos juramos amor infinito sin siquiera saber en dónde podríamos estar mañana. Podemos ser hasta amigos que se conocen cada centimetro de su cuerpo.
Cuando nos conocimos ni pensamos en dónde nos estabamos metiendo y ni eso nos importo. Diciembre fue quien nos presentó y nos obligó a conocernos. Pasaron las fiestas y ya nos registrabamos menos que al diarierio. El verano calurosisímo nos mató, o eso pensaba yo mientras estudiaba para rendir unas materias. Enero es para el olvido, bien egoísta nos quiso solamente para él y así fue. Pero en Febrero ya estabamos retomando asuntos pendientes que nosotros ni sabíamos que teniamos. Las clases empezaron y de golpe empezaron las idas y vueltas para poder vernos.
En Abril ya andábamos caminando por La Plata, bien orgullosos de la persona a quien llevábamos de la mano, supe que lo que vi en vos muy pocas personas lo tiene. Plaza Italia fue testigo de cómo fuimos creciendo y aunque no era la más hermosa fue en donde pasamos los mejores momentos. Entre risas, meriendas improvisadas, esperas eternas (una, dos horas), abrazos, millones de besos, pudimos ir entendiendo el mundo del otro. Vos eras un chamuyero barbaro, esos que con una sonrisa te compran pero yo estaba muy decidida de que a la venta no estaba. Fui dura, exigente, me hice la díficil hasta darme cuenta de que con vos no la pasaba tan mal.
Intenté poner mil barreras para que no me conocieras, no quería una relacion, no la necesitaba y obvio que yo sola podía con todo. Hasta que un día sin saber cómo me di cuenta que ya no me molestaba que pagues todo en el kiosco o que esperaras hasta que me tome el micro, ni tus cuestionarios sobre mi vida me molestaban. Me empecé a sentir cómoda, me gustaban tus caricias, tus abrazos cuando el sol despacito se iba y nosotros cambiando de lugar para disfrutarlo unos minutos.
Prácticamente teníamos toda una rutina, era esperarnos, comer y tomar algo, sentarnos a charlar, de vez en cuando nos tirábamos en el pasto. (Cómo odiaba después llegar a mi casa y que me saliera todo sarpullido por querer hacerme la hippie un rato). Y así ibamos olvidandonos del paso del tiempo, pero también ahí empezaron algunos problemas. Mi mamá con sus eternas preguntas de a dónde iba y qué hacíamos, se me juntaban las tareas del colegio, llegaba cada vez mas tarde a mi casa y hubo días en que ni me levantaba para ir a la escuela. Y ya esta, que más podía hacer? Si hacía meses que no me dolía la cara de tanto sonreír.
Empecé a quererte...
Pero el cariño no viene solo, hasta en ese momento conservaba un poco de dureza, no quería demostrarte absolutamente nada por el miedo de que no sea reciproco. Hubo peleas, en eso no voy a mentir porque nada es color de rosa. Hubo desconfianza y celos, muchos celos. Pero que seríamos sin las reconciliaciones? Muchas veces tuvimos que mirarnos a un espejo y darnos cuenta de que el orgullo no nos deja avanzar y volviamos como perros arrepentidos de morder a su dueño.
Sos quien junta cada parte de mi y la protege, la sana e intenta arreglarla aunque sabe con mucha confianza de que es en vano.
Quiero amarte hasta quedarme sin fuerzas, hasta que se termine el mundo y si es al lado tuyo mejor. Quiero envejecer al lado tuyo por mas goma que suene.