No se escuchaba nada, solo su respiración entrecortada. Trató de contenerla creyendo que, si no lo hacía, él la escucharía tarde o temprano. ¿Acaso era posible sentir tanto miedo? Nunca antes pensó que se pudiera. Pero claro, tampoco pensó que llegaría tan lejos teniendo en cuenta que los últimos meses fueron los peores de toda su corta vida.
Oyó sus pasos por delante del mueble en el cual se escondía detrás. Era un viejo escritorio de roble con dos hileras de cajones a los costados que le servían como refugio. Lo oyó detenerse y por un momento creyó que apartaría el escritorio con su fuerza sobrenatural y que la alzaría agarrandola del cuello como lo había hecho tantas veces en los últimos 3 meses. Desde donde estaba podía ver sus pies e imaginar cómo escrutaba el sótano con esos ojos amarillos de gato. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo al recordar esos ojos. Se forzó a conservar la calma, lo cual no era nada fácil dada la situación. Oyó un paso más. Luego lo oyó tomar aire fuerte y sonoramente... ¿o la estaba oliendo?. Con todas las cosas fuera de lo común que poseía ese hombre, ¿era posible que también tuviera tan buen olfato como para olerla? Cerró los ojos tratando de alejar esos pensamientos que solo servían para inquietarla aún más. Luego, cuando ya creía que no podría reprimir más el grito de miedo, lo oyó alejarse.
Esperó unos instantes hasta que oyó la puerta del sótano cerrase con un golpe seco y se dió cuenta de que no había estado respirando por un largo tiempo. Se quedó allí, quieta. Pasaron unos segundos o minutos, era imposible saber, hasta que se dispuso a alzar la mirada. Allí estaba, la trampilla que la llevaría a la libertad. Llevaba buscando una salida desde el momento en que llegó allí, y hacía una semana que la había encontrado. Solo tuvo que esperar la oportunidad. Y por fin la encontró a esta tambien. Aunque no le había salido muy bien dado que creía que él se había ido y no era así. Todos los jueves lo hacía, ¿que había sido diferente en este? Dos minutos atrás, cuando ella había comenzado a bajar por el sótano y oyó sus pasos detrás, temió que la hubiera oído y corrió a esconderse detrás del viejo escritorio.
Era imposible darse cuenta si había bajado al sótano por ella o por otra cosa. Siempre había sido imposible anticipar sus acciones o tratar de descifrar siquiera si se hallaba en la misma habitación. Era como una sombra, silenciosa y oscura. Tantas veces había creído estar sola haciendo sus cosas y al alzar la mirada lo había encontrando observándola, como si no valiera nada pero al mismo tiempo tan necesaria, como el alimento...
Esperó un poco más, hasta que oyó que en el piso de arriba alguien encendía la tele. ¿Era eso posible?. Nunca antes lo había visto hacer algo tan normal. Eso la relajó un poco teniendo en cuenta que él estaría concentrado en otra cosa que no fuera ella. Sacudió la cabeza y se obligó a concentrarse, con mucho cuidado se dispuso a salir de su escondite. Pero al pararse derribo sin querer un jarrón que se encontraba en la mesa de atrás y que no había visto antes. Este cayó con gran estrépito liberando un olor que le resultó cálido y familiar. El sonido tranquilizador de la tele en el piso de arriba se cortó de repente. Luego fue todo silencio, todo quietud. Se quedó helada y contuvo la respiración notando que una gota de sudor frío le recorría la espalda. De repente, como si los pensamientos de ambos se hubieran encontrado y percatado de la presencia del otro, arrancaron a correr, el hacia la puerta del sótano y ella hacia la trampilla a solo unos diez pasos de donde se encontraba. Sabía que no disponía de mucho tiempo, solo unos cuantos segundos antes de que la alcanzara. Llegó a la trampilla, los pasos de él seguían atravesando decididos el piso de arriba, lo oyó justo sobre ella. Corrió trabajosamente la tapa con las manos temblandole desesperadamente. Justo cuando arrojaba la tapa a un lado, lo oyó abrir la puerta del sótano con un golpe seco y sus zancadas salteando tres escalones por vez. Se metió por el agujero con el corazón palpitandole dolorosamente en el pecho, y amenazandola con salirse por la boca si no dejaba de someterlo a recibir un paro cardíaco cada dos segundos. Solo quedaba un metro. Debía lograr arrastrarse un metro y salir al exterior, donde con el sol radiante, el no podría seguirla. Ya estaba ahí, a unos pocos centímetros. Sacó la mano. Toco la hierba, tocó la libertad. Su cabeza estaba ya afuera. Pero justo cuando comenzaba a sentir el calor del sol sobre su rostro, unas manos fuertes se cerraron sobre sus tobillos y sincharon, para meterla dentro denuevo, golpeándole la cabeza contra el muro y obligándola a bajarla por el dolor. Lanzó un grito como nunca lo había hecho en su vida. Sintió como se le rasgaba la garganta de dolor. Cuando estuvo dentro no tuvo oportunidad ni de alzar la mirada ya que él la arrojó lejos con su fuerza descomunal e hizo que su cabeza se diera contra el mueble que tanto la había protegido de la mirada de él solo un par de minutos atrás. Vio las estrellas y sintió como la sangre manaba caliente de la herida abierta y se mezclaba con el sudor frío de su frente. Entreabrió los ojos y vio su mirada gatuna sonriéndole. Él la tomó del cuello sin dejar siquiera que recuperara el aliento. La alzó, sonrió de nuevo, y le clavó sus colmillos en el cuello para beber sus sangre una vez más. Antes de que la alcanzara la oscuridad se forzó a abrir los ojos y vio que junto al mueble traidor, yacía el jarrón roto y en ese momento pudo reconocer el olor que la había sorprendido antes: era olor a ajo. Una lágrima rodó por su mejilla cuando le vino el recuerdo de su madre cocinando y sonriendo mientras su padre la abrazaba y le susurraba algo al oído que ella no llegaba a oír. De pronto, se sintió cayendo o flotando, no estaba segura, por lo que le pareció que fueron años. Pero, pronto, con un golpe ahogado, se dió contra el suelo a la par que oía lanzar un alarido de dolor al hombre que le había arrebatado tanto en tan poco tiempo. El impacto le hizo caer en la cuenta de que no estaba en un sueño, eso era real. Este se sujetaba la cara que comenzaba a desprender un humo extraño por cada uno de sus poros, cayó al piso rodando sobre sí mismo y sacudiendose con gran estrépito. Consiguió arrastrarse por las escaleras pero no logro abrir la puerta debido a el olor a ajo ya impregnado en todo su cuerpo. Todo se hizo silencio.
Comprendió entonces lo que había ocurrido, era libre, y allí, tirada en el suelo y sangrando, esbozó su primera sonrisa en 3 meses y se dejó invadir por la oscuridad y el cansancio que amenazaban con raptarla unos cuantos meses más.
"Coinciden todas las supersticiones y leyendas al recomendar una de las formas más comunes de protegerse contra los vampiros: colocarse una ristra de ajos alrededor del cuello; debido a la extrema sensibilidad de su olfato, este alimento resultaría fatal para el monstruo. También se puede mezclar el alimento con agua y esparcirlo por el suelo que ha de pisar el vampiro." (
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Silencios, gritos y miedos
Mystery / Thriller"No se escuchaba nada, solo su respiración entrecortada. Trató de contenerla creyendo que, si no lo hacía, él la escucharía tarde o temprano. ¿Acaso era posible sentir tanto miedo?" Así comienza esta corta historia corta de suspenso, mucha acción y...