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Zara Monshum en multimedia.



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Por más que tratara de conciliar el sueño me resultaba misión imposible. Cerraba los ojos y la imagen de Gideon me venía a la mente. Él, con sus ojos azules y su cuerpo fornido, su tersa piel y sus gruñidos de macho encabronado. Sí, definitivamente no podía eliminar su figura de mi cabeza. Y no, no era algo bueno. ¿Qué escondía? Fuera lo que fuese, nada honrado.

Estábamos a la mitad del camino, dependiendo de la vía que tomáramos la situación nos llevaría a algo peligroso o a algo decente.

Y tenía miedo, sí. No de él exactamente —aunque en parte sí—; es decir, me asustaban sus intenciones y su carácter. En pocos días me había quedado más que claro que Gideon White conseguía lo que deseaba y sino, pataleaba como un niño travieso hasta lograrlo. Se movía por egoísmo, por sus intereses. Él ordenaba y sus peticiones se cumplían, como un chiquillo mimado, básicamente. Por otra parte, aunque su aroma pasara desapercibido, anunciaba a kilómetros que era peligroso.




Doy varias vueltas por mi cama, buscando una posición algo cómoda, ya he desistido en mi intento de dormir, ¿para qué? Al menos, que mi cuerpo repose un poco.

Las horas siguen pasando, bueno, es lo que a mí me parece; en realidad, el reloj sólo ha cambiado las manecillas con brevedad; cinco minutos han pasado desde que las miré por última vez.

Bostezo, un par de veces. Me destapo, hace fresco. Me levanto, cierro la ventana, ¡maldita sea! Definitivamente esta no es mi noche.

¡Ni contar ovejas sirve para descansar la mente!



Suena el despertador, ¡me cago en la vida y en la vida me cago! Tomando toda mi fuerza de voluntad consigo escapar de mis sábanas. Necesito una ducha para despejarme, ¡por la Diosa!

Entre bostezo y bostezo consigo cumplir con la rutina de alistarme. Que alguien me mate, por favor.

Todo parece tranquilo; mi madre me sonríe, es como si nada hubiera pasado, o eso intenta ella. La adoro, siempre está para nosotros; es la parte más carismática de la familia, su humildad se combina con la rudeza de mi padre. Sus modales se enlazan con la brusquedad de él. Se acoplan a la perfección. Es admirable y sobre todo, hermoso de contemplar.

—Buenos días, Daria —deja sobre la mesa un vaso de leche— ¿Qué tal has dormido?

—No he dormido —me encojo de hombros.

—¿No? —hace un puchero y me insta a tomarme la taza que me ha preparado.

—¡Buenos días, familia! —mi padre termina de abotonarse la camisa.

Besa mi cabello y picotea los labios de mi madre.

Definitivamente Adam y Diya Miller son una pareja envidiable.

Comenzamos a desayunar sin esperar al dormilón de mi hermano. Por lo menos Brad ha conseguido pegar ojo.

—¿Qué planes tienes, Daria? —inicia la conversación mi padre.

Sé a lo que se refiere y me gustaría no tomar decisiones ahora mismo.

—De momento ninguno, papá —apoya su taza de café en la mesa y me mira atentamente— No quiero unirme a alguien desconocido.

Trilogía Magic 1: The howl. [DISPONIBLE EN @ERIDEMARTIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora