Áster gruñó cuando otro copo de nieve se metió dentro de su oreja, pero lo ignoró ya que estaba demasiado ocupado haciendo una nueva mezcla de chocolate. Otro copo. Otro. En éste último su oreja se agitó y escuchó esa molesta risita a sus espaldas. Soltó un rugido exasperado y todavía con la cuchara en mano volteó y apuntó al espíritu detrás de él.
- ¡Frost! ¡Permití que te quedaras porque querías aprender a hacer chocolate, pero si sigues así no solo te correré sino que patearé tu trasero!
- ¿Sabías que te ves 90% menos amenazante con ese delantal y esa cuchara llena de chocolate?
Bunny usaba un delantal de manta color blanco con holanes en colores pasteles. A pesar de que los sartenes estaban embarrados de chocolate el delantal estaba impecable. De haber podido sonrojarse, lo hubiera hecho en ese momento por lo que solo se dignó a darle la espalda y continuar con su preparación.
Y de nuevo sintió otro copo de nieve, solo que éste cayó en su rabo y saltó de tal manera que tiró el sartén; lo único que le salvó fue su agilidad.
- ¡Frost!
- ¡Lo siento, lo siento! -sin embargo en su rostro se notaba que no lo sentía para nada-. Ese se me fue.
- Jack, he dejado que mires un ritual que es muy importante para mí, y es muy delicado. ¿Podrías por favor estarte QUIETO?
- Ya, ya, lo haré.
Esta vez Jack se quedó tranquilo, y para sorpresa (y gusto, en el fondo) puso mucha atención a la preparación del chocolate. No era algo difícil, pero sí importante para Bunny.
Cuando terminaron, Áster le extendió a Jack un chocolate en forma de copo de nieve. Éste le agradeció con una sonrisa y le dio una mordida para enseguida hacer un extraño ruido de placer.
- ¡Delicioso!
- Por supuesto. ¿Quién crees que lo hizo?
- Ah, lo siento señor Conejo, pero no sea tan humilde -dijo con un tono divertido mientras terminaba de devorar el chocolate.
Áster rodó los ojos y se dio la vuelta para limpiar los trastes que había ensuciado.
Y de nuevo. Sentía la mirada de Jack en su espalda.
Desde un tiempo acá, Jack había estado frecuentando su madriguera. A veces no hacía nada, a veces lo molestaba, pero siempre lo estaba mirando. Si ambos no fueran hombres y amigos (sin mencionar que eran de diferentes especies) hubiera pensado que lo hacía para llamar su atención. Para que volteara a mirarlo.
En el fondo, debía admitirlo, le gustan los ojos de Jack. Azules, no un azul claro, tampoco uno profundo, el color que tendrían los enormes icebergs de hielo si se les quitara la nieve. El color de los claros lagos entre las montañas nevadas. El color de Jack Frost.
Bien, bien, tenía que admitir que, de alguna forma, Jack le parecía... lindo. Sí, lindo, porque si fuera un Pooka probablemente lo encontraría atracti-
Se detuvo de forma brusca ante su propio pensamiento. ¿Qué rayos estaba pensando? Para empezar y terminar, eran hombres. Punto.
Volvió a sentir un copo en su rabo. Esta vez volteó, rabioso, y se encontró con Jack justo enfrente de él. Estaba serio y lo miraba con ojos enormes.
Casi parece un niño.
No. Sí era un niño. ES un niño.
No lo es. Ya tiene más de 300 años. Ya es mucho más que un hombre, en cuerpo de niño.
Pero eso no es excusa. Son diferentes. Él es un enorme conejo, y él... un humano.
Sin embargo, a pesar de tener eso en mente no evitó que Jack se le acercara. Tampoco evitó que le pasara los brazos por su cuello, y tampoco evitó que sus manos sujetaran con delicadeza la cintura (tan pequeña oh tan pequeña) de Jack. Sus ojos estaban clavados en los otros.
Se miraban en silencio.
Estuvieron así hasta que finalmente fue Áster quien habló.
- No venías solo por el chocolate ¿verdad?
- No. Me descubriste.
- ¿Entonces?
- Venía a mirarte.
- ¿Por qué mirarme?
- Me preguntaba cómo podía hacer para besarte.
Silencio de nuevo.
Jack hizo el primer movimiento. Se acercó y frotó su nariz contra la del Conejo. Las largas orejas se estremecieron y se pegaron a su cabeza para corresponder la suave caricia.
- Esto está mal -dijo Áster en un murmuro-. Ni siquiera somos de la misma especie.
- Nadie tiene por qué saberlo -dijo Jack de la misma forma, sin separar ambas narices.
- ¿Algo a escondidas?
- No a escondidas. Simplemente nadie tiene por qué saberlo. No lo entenderían.
- Norte es muy observador, Tooth es distraída pero relaciona las cosas enseguida y Sandy no es nada tonto...
- Entonces que se den cuenta -Jack le dedicó una pequeña sonrisa-. Si preguntan, diremos la verdad. Si se oponen... igual no podrán hacer nada. Además, no somos tan diferentes.
- ¿Estás de broma...? -murmuró alzando una ceja.
- Tienes orejas. Un poco diferente a las mías, pero las tienes. Tienes dos ojos, una nariz, dos piernas, dos brazos... y somos Guardianes.
- De niños.
- Los niños en algún momento van a crecer.
Bunny soltó una risita. Jack aprovechó el movimiento para acurrucarse un poco más en el cuerpo del otro.
- ¿Qué se supone que significa eso? -dijo dejando que el otro se sentara en sus piernas (en algún momento se había dejado caer al suelo).
- No lo sé~ ¿te gustaría descubrirlo?
Sonrió. Se acercó y tocó la (fría) mejilla de Jack con su nariz. No era un beso propiamente dicho (al menos no para los humanos) pero hizo que el menor se sonrojara.
- Me encantaría.