Capítulo 1: Meritxell...

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La luz del sol se colaba a través de la ventana iluminando toda la habitación, era pequeña pero acogedora, habían unos cuantos libros desperdigados por todas partes, una mesita con una vela junto a la ventana y en el centro junto a la pared estaba la cama, en la cual yacía Meritxell, una chica de 14 años cuyo cabello rubio estaba siendo iluminado por los rayos del sol matutino.

La luz iluminó directamente su rostro, haciendo que despertara. Lentamente se incorporó, con muchas ganas de seguir durmiendo, pero ese era un lujo que no podía darse, así que se levanto de mala gana. Mientras avanzaba se tropezó con la mesita de noche, maldijo en voz baja y continuó su camino. Al igual que todas las mañanas, lavo su rostro y se dirigió a la cocina de la cabaña, en la que vivía con Lorna y Nina

La joven nunca había conocido a sus padres, Lorna la encontró en el bosque cuando era una bebé de solo días de nacida, desde entonces vivía con ella y su madre, Nina, que había sido para la joven como la abuela que nunca tuvo. La cabaña era pequeña pero era su hogar y esa razón le bastaba para adorarlo.

Entró en la cocina, Nina Lorna la saludaron al mismo tiempo.

— Hola Mex —así la llamaban de cariño.

— Buenos días —contestó que ella mientras un bostezo escapaba de su boca.

Esa era la rutina de todas las mañanas.
Meritxell se sentó y, con ayuda de una cuchara, se dedicó a ponerle mantequilla a un pan.

— El otro día estaba vendiendo algunas hierbas en la frontera —comentó Lorna sentándose junto a la mesa con una taza de té humeante en sus manos—, parece que los minotauros y los ogros pelearán por territorios. De nuevo.

Lorna era una mujer con un espíritu demasiado libre, aunque Nina a diario tratase de advertirla sobre los peligros de viajar sola, ella jamás la escuchaba. Sabía que sus viajes como mercader ayudaban a que tuvieran suficiente dinero para sustentarse y al menos así se mantenían informadas de lo que ocurría lejos.

— Esos salvajes no saben hacer nada más que pelear y seguir leyes estúpidas —dijo Meritxel con la boca llena de pan.

Era cierto, desde la muerte del rey Arthur, su hermano, Damian había tomado su puesto como rey de Archerlan y, desde entonces, todo había ido de mal a peor. El difunto rey creía en la paz, la equidad y estabilidad para fortalecer el reino, mantenía que la unión representaba fuerza. Por otra parte, su hermano, creía que las razas más fuertes debían ser superiores a las demás y distinguidas como las más poderosas, de esa forma de aseguraba de tener aliados imponentes y que, se esa forma, nadie se opusiera a su forma de gobernar. En cambio, las razas que hacían uso se su intelecto más que la fuerza eran consideradas débiles el inferiores.

La aldea de Meritxell pertenecían a la raza de los hechiceros, pero vivían bajo amenaza con las aldeas vecinas, si los hechiceros hacían constante uso de su magia con intenciones violentas, habría una guerra.

Los hechiceros eran una raza pacifica, incapaces de atacar más que con el único propósito de defenderse, por eso las demás razas buscaba dejarlos fuera de combate, restringiendolos de lo único que tenían para defenderse, la magia. Era una táctica cruel, pero efectiva. Para evitar una guerra los hechiceros dejaron de practicar magia, creyendo que, al no ser una amenaza, quedarían libres de posibles ataques, pero más pronto que tarde descubrieron que eso era solo un cuento.

En cuestión de nada empezaron a exigirles pagar impuestos a cambio de protección, ahora no solo eran débiles, también miserables, pero ¿que podían hacer? Solo unos pocos practicaban magia, pero lo hacían en secreto para evitar problemas.

Meritxell término su desayuno y salió directamente hacia la panadería del señor Holferhor, que quedaba en el centro del pueblo. Era un camino un poco largo, considerado que Meritxell vivían en la espesura del busque, pero si uno ya estaba acostumbrado a hacer el mismo recorrido todas las mañanas no era gran cosa.

Por suerte, cerca de su casa vivía de su mejor amigo, Jake, con el cual compartía el mismo destino.

Por esa razón ellos iban juntos todos los días para ayudarle al señor Holferhor con la panadería, a cambio de unas monedas bien ganadas. El panadero era calvo, gordito, alegre y simpático, en un buen día acostumbraba regalarle pan recién horneado a los chicos. Tener un trabajo no era un privilegio del que todos disfrutaran.

Meritxell estaba cerca del pueblo, esperando encontrarse con Jake en cualquier momento, usualmente ya se habrían encontrado mucho antes pero al parecer Jake iba retrasado.

La joven continuó caminando cuando se encontró con una escena terriblemente cruel.
Un cíclope estaba robando comida del cesto de frutas de una campesina que iba al pueblo a vender sus productos, era regordeta y algo bajita. Estaba sentada en el suelo llorando mientras el cíclope se comía todo lo que podía.

El territorio de los cíclopes limitaba con el de los hechiceros, no era usual verlos en su pueblo a menos que quisieran cobrar impuestos, así que era inevitable encontrarse con uno en algún momento.

A Meritxell le entro una rabia terrible al ver aquella escena y sin pensar le tiro una piedra en la cabeza a la enorme criatura. Este volteó en seguida y la miro con rabia. Ahí fue cuando la joven se dio cuenta del lío en el que se había metido.

— Pequeña basura... —dijo el cíclope en voz baja mientras su único ojo miraba a Meritxel con un profundo odio— ¡¿Cómo te atreves?!.

Meritxel sentía como su corazón latía con fuerza, amenazando con salirse de su pecho, pero ella no lo iba a demostrar, trago saliva y habló.

— ¿Por qué no juegas con alguien de tu tamaño, bestia inmunda?

No se notó su nerviosismo, ni sus ganas de salir corriendo, aunque así se sentía. El cíclope se sorprendió un instante, pero no estaba dispuesto a dejarse vencer por una niña.

— Eres valiente —reconoció—¡Que pena que no vivirás para contarlo! —exclamó el cíclope riendo en tono burlesco.

El monstruo corrió hacia ella, dispuesto a matarla de un solo golpe. Aunque estaba muerta de pánico, logró reaccionar a tiempo para moverse, evitando el primer golpe tirándose a un lado. Endureciendo más al cíclope, quien volvía a dirigir su enorme puño a la chica. Esta vez estuvo a punto de alcanzarla cuando otra piedra lo golpeó justo en la nuca, era Jake.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2021 ⏰

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