Capítulo 7: Arthor

29 1 0
                                    

Los aventureros caminaron durante unos minutos por un pueblo casi abandonado. Las casas eran viejas y estaban desvencijadas; tenían pinta de que en cualquier momento se caerían en pedazos con la más mínima brisa.

Avanzaron entre estos antiguos edificios y no tardaron en darse cuenta de que la poca gente que habitaba en aquel lugar se apartaba a su paso o salían corriendo a esconderse.

-Disculpe -llamó amablemente David a un señor que trabajaba de herrero, al ver que era el único que no se inmutó ante la llegada de los extranjeros.- ¿Podría usted ayudarnos? Tenemos prisa, pero nuestras monturas no nos pueden llevar muy lejos por hoy y tenemos un compañero malherido que necesita tratamiento médico con urgencia.

-Claro, no hay problema, ¿cuáles son vuestros nombres viajeros? -quiso saber el señor.

David dibujó una media sonrisa en su rostro moreno y cansado.

-Mi nombre es David y estas son mis compañeras; Elisabeth, Marina, Marta, Leticia y Eva y este, mi compañero malherido, Eric -reveló mientras se iban quitando las capuchas de sus capas uno por uno según mencionaban sus nombres para dejarse ver ante el hombre.- Nosotros formamos la nueva generación del Círculo de Magos y llevamos con nosotros a un hada llamada Silvinia -mencionó sabiendo que estas criaturas del bosque eran muy respetadas y admiradas.

Los ojos grises del señor se abrieron de par en par. Dejando caer el hierro que sujetaba en una de sus gruesas manos, se arrodilló ante ellos con sumisión.

-Será un honor para mí, proporcionarles mi ayuda -dijo sin mirarles.

-Levante, no queremos estas muestras de agrado -pidió paciente- ¿Y usted cómo se llama?

-Declok -respondió levantándose, a continuación miró a los lados desconfiado y con precaución- Este es un lugar peligroso, seguidme.

Declok les llevó hasta el interior de su casa, una casa elaborada con todo tipo de hierros. Los magos observaron interesados todos los tipos de armas con diferentes formas y materiales que se colocaban cuidadosamente por las paredes, (y decía que el exterior era un lugar peligroso...).

Les condujo por unas escaleras que llevaban a un desván, donde parecía estar situado el salón.

-Echad a vuestro amigo en esa camilla de allí -indicó Declok.- Vuestros animales pueden descansar y esconderse aquí, pero que no causen muchos destrozos -dirigió una intimidante mirada de aviso a los tres dragones, e inmediatamente entendieron que tenían que estarse quietecitos.

Dieron gracias a que los dragones no habían crecido lo suficiente como para que hubiese problemas en esconderlos.

El Círculo de Magos colocó al miembro herido en la camilla que se encontraba pegada a la pared y, a continuación, Declok lo examinó. Estaba serio o incluso preocupado por los cortes, aunque, si él supiera que Eric tuvo unos cortes peores y que llegó a estar más grave... Pero gracias a la magia que no se le quedaron cicatrices.

-Buen vendaje -felicitó- Enseguida vuelvo.

Desapareció escaleras arriba y solo tardo un par de minutos en volver a aparecer con los medicamentos necesarios. Retiró el vendaje, ya bastante manchado, le limpió y desinfectó el corte y se dispuso a coserle la herida. Con diez puntos bien dados, bastó para detener la hemorragia. Por último, limpió el resto del brazo y lo que estuviese manchado de sangre, con el agua que había traído. Cuando ya no había rastros de sangre, solo quedaba a la vista el corte cosido, y estaba tan bien cosido que a penas se notaba. Declok sabía lo que hacía.

-Tenéis que hacer que coma y beba agua para que su cuerpo recupere la sangre y líquidos perdidos. Mientras tanto os atenderé a vosotras y a vuestras monturas -señaló a Elisabeth, a Marina y a sus dragones- Luego terminaré de atender al rubio.

Círculo de Magos                                                La uniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora