treinta y dos

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SIN EDITAR.


Cruzaron la línea que separaba el pueblo de Tonbridge del bosque mágico, encantado para algunos y abandonado para otros. Luna y Skylar, que habían estado sentadas en un tronco caído y húmedo desde hacía cuarenta minutos, se pusieron en pie. Primero miraron a Louis, intentando leer su expresión, deseando que en ese instante abriese la boca para hablarles. Sin embargo las ignoró y continuó andando. Miraron a Harry, y éste se echó dos rizos rebeldes hacia atrás, apartándolos de su frente con suavidad, revelando en el gesto lo cansado que estaba.

― ¿Qué hacéis aquí? ― preguntó con un suspiro.

― Louis es mi mejor amigo ―respondió Skylar, y eso fue todo.

Harry asintió, y los tres echaron a andar tras su Rey.

Las chicas no hicieron preguntas al ver la hilera de árboles caídos, como si fueran un juego de dominó. No hablaron cuando se cruzaron con una manada de lobos descuartizados, cuando confundieron el cuerpo apagado de un hada con una rama caída, cuando vieron a un grupo de centauros despidiéndose de uno de sus fieles compañeros, que había perecido en la batalla. No preguntaron cuando se dieron cuenta de que ya no había tantas mariposas ni cuando se tropezaron con nidos de pájaros caídos junto a los troncos. Un hada se había arriesgado a acercarse a los límites del bosque para contarles lo ocurrido. Ellas habían hecho preguntas pero el hada se había limitado a narrar la historia sin aceptar interrupciones. Había de volver a casa antes de que fuera demasiado tarde. Al terminar besó a cada una de las chicas en las mejillas, dejándoles motas de polvo brillantes sobre la piel, y se marchó antes de que algún humano más pudiera verla.

Llegaron a la cabaña, y Harry estuvo a punto de salir disparado hacia Louis cuando vio que el joven no tenía intención de pararse a examinar la estructura de la casa antes de adentrarse en ella, pero a pesar del desastre que había alrededor del círculo que rodeaba la cabaña, ésta se encontraba en perfecto estado, como si...

De detrás de los árboles aparecieron dos osos, tímidos, y los siguieron un grupo de centauros, a quienes se unieron caballos, elfos, ninfas, minotauros, sátiros, sílfides y el resto del ejército (o al menos lo que quedaba de él). Louis se detuvo en las escaleras, con una mano en la baranda. No se quitó las gafas. Una gota de agua cayó a sus pies. El cielo estaba despejado pero el corazón de Louis estaba cubierto de nubes oscuras. Le dio la espalda a su propio ejército y siguió el trayecto hasta el ático de la cabaña. No tenía intención de darle las gracias a nadie ni a nada por gigantesco que fuera el gesto que hubieran hecho. Si por él fuera, la cabaña podía hacerse añicos y los árboles podían partirse en dos. Kenya estaba muerta, y no le importaba si las guerras terminaban para siempre o llevaban al mundo a la desgracia.

Gracias, musitó Harry casi sin apenas utilizar la voz. A su lado revoloteó un hada. Tenía los ojos brillantes por el agua que se acumulaba allí. Buscó refugio en el suéter de Harry, se internó a través del cuello del jersey, ocultó el cuerpecito bajo la tela y apoyó la cabeza en el hueco ente el hombro y el cuello del chico. Allí se sentía segura. Harry la tocó por encima de la tela con suavidad y le aseguró que todo había terminado. Habían ganado. Habían perdido mucho, más de lo que podrían saber alguna vez los libros y las historias, pero habían ganado algo más grande que todo eso, estaba seguro.

Luna y Skylar lo siguieron. Esperaron durante horas sentados en el salón, tomando té, susurrando de vez en cuando y asegurándose de que no estaban solos. Intentaron hacer el menor ruido posible, porque los sollozos de Louis desde la planta de arriba ya eran lo suficiente fuertes como para alterar el curso de sus vidas.

Dos horas después, se hizo el silencio.

Luna, Harry y Skylar apenas probaron nada durante la hora de la comida. No tenían apetito. Harry les pidió que permanecieran en el salón mientras iba a asegurarse de que Louis estaba bien –dentro de lo que cabía-. Al subir al ático lo encontró en una esquina, acurrucado en posición fetal y durmiendo, cubriéndose el rostro con las manos.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora