Vale más un globo que un beso

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El olor a sempazuchil y copal se regaban entre las calles del pueblo, y para los visitantes eran una buena bienvenida a la noche de muertos. Y como en todos los años, Anna era mandada a entregar los pedidos de pan por su querida abuela quien era una amada panadera por el pueblo, la abuela, quien tenia que hacer la entrega de los panes con Anna al panteón, ya que los rumores sobre ese cementerio eran tantos, que ni un alma se atrevía a pisar ese territorio. Aprovechando su abuela antes de irse, también hizo una ofrenda especial para un esposo difunto, el cual eran tamales, chocolate, pan, y una cerveza de raíz, quien también fue enterrado en ese panteón. Y a la hora de irse, a su abuela se le presentaron complicaciones a la hora de ir a hacer la entrega de los panes y de la ofrenda de su esposo, por lo que Anna tuvo que ir sola a tal tenebroso cementerio. Mandada de mala gana, esta fue con los tamales, el rico chocolate con pan de muerto y una buena cerveza de raíz ''¡como todo un hombre!'' diría el tío Pedro.

Las calles solitarias llenas de desconfianza, con calabazas de sonrisas deformadas y aspectos lúgubres, mientras que otras tenían velas aun encendidas y otras simplemente tristes y apagadas, rotas desde el corazón, Algunas calles donde si celebran Halloween, por donde caminaba Anna desanimada, observando que esa tradición no era Mexicana, pero aun así le parecía llamativa. Anna pensó; ¿Que haría toda esa gente con todas esas calabazas?; ¿si tirarlas a la basura o simplemente dejar que las personas humildes de la cuadra se hagan cargo?. Anna seguía caminando sobre esa calle, mirando esos esqueletos en ventanas, arañas de plástico por las puertas y disfraces colgados de las casas, aun así Anna no se veja asustada, nunca fue asustadiza, no como su hermano Carlos, el apenas miraba una cuchara y corria tras un lanzallamas. Por lo contrario, Anna podría ver a la llorona ¡y hasta una enchilada le invitaba!. podía mirar las ventanas llenas de velas y esos típicos ''hechizos'' de buena suerte en las mesas de los vecinos, la curiosidad inocente de sus largas pestañas por asomarse por las ventanas le daban una buena regañada de parte de la gente. Anna al ver por las ventanas esas brujas que en realidad eran solo madres disfrazadas, Anna al ver a esas madres se imaginaba que en realidad eran brujas con su caldero, cuando en realidad era pozole. Para cuando por fin vio la entrada del cementerio, no espero mas para correr a la entrada y dejar las ofrendas rápidamente pues esta ya estaba cansada, al abrir el portón se escucho un rechinar horrible, ya que esta estaba hecha de hierro oxidado.

Ella al buscar la tumba de su abuelo, y dejarle su ofrenda destinada, sintió una gran pesadez sobre el lugar, será por destino, o presentimiento, o simplemente la suerte del día, su vista se fijo en un niño a unos cuantos metros de ella, que vestía ropas antiguas; de una camisa superior formal de manga larga blanca, y unos pantalones ajustados con tirantes de sus caderas, llegando a sus hombros, como un payaso, con un gorro formal y peinado alborotado. Mientras sostenía una curiosa canasta descuidada con un contenido desconocido.

–– ¡hey! –– Exclamo la niña, dejando salir un suspiro de parte del niño, dejándola sin respuestas.

El niño a unos cuantos metros de ella nunca hablo, tan solo era de esas almas frías en busca de alguna flama cálida. Anna confundida, pensó que era mudo, comenzando a hacer muecas graciosas y señales que solo ella sabia lo que significaban, señas que hacia con el ceño sin emoción el niño, de repente, este soltó una gran risa, de esas que resuenan en el corazón de uno y nunca salen. Se podría decir que fue amor a primera risa, esta fue contagiada por la perfección ajena, acercadose como una ola a la playa y sintiendo curiosidad por cierta canasta que tenia el niño en sus manos, esta señalando la curiosa canasta de globos azules que tenia el, creo una sonrisa aun mas larga y cómica en el peli-castaño.

–– ¿quieres jugar? –– Escucho la niña, mas de los labios ajenos no vio ni un movimiento, no se pregunto mas y asintió ansiosa, ignorando tal importante detalle

Ambos enamorados corrían entre tumbas y grandes casas, haciendo que el tiempo sea una fantasía y las rosas dejadas volviesen a vivir. Y con cada paso que daba Anna aun mas se daba cuenta, ¿como es que nunca le atinaba a el niño? sin importar cuanto ella lo alcanzara y estuviese segura de su tiro, nunca se mojaba, mas sus zapatos podían pisar los charcos de agua que rodeaban el panteón. Hasta que el sonido del agua en sus pies le hizo reaccionar. Mirando a su alrededor y extrañando la lógica, miro a sus pies. Cada globo lanzado que le había atinado estaba en el suelo, rodando y rodando hasta llegar a detenerse por la famosa gravedad, ¿acaso era tan mala al lanzar? no, aquí había gato encerrado.

–– ¿no vamos a jugar? –– Dijo el niño con sus chapas rojas y mirada de ángel, acercandose animado mientras el sonido de sus pasos resonaban silenciosamente entre los charcos de agua bajo sus pies; aun mirando suelo, Anna vio los zapatos del niño, imaginandose que deberían estar obviamente mojad-.......espera, no se podían ver sus zapatos. ¡sus piernas eran transparentes! ¡dios mío, es un fantasma!, ¿como no lo habia notado Anna?

Su sangre se congelo al ver sus pies, dejando su boca abierta y mirándole a la cara lentamente, encontrandose con un ser medio transparente con una sonrisa amplia entre sus mejillas, dejando salir un grito de parte de los pulmones de Anna. Rápidamente corrió ella, haciendo que las godas de los charcos mojaran tumbas y casas, mientras globos azules rodaban entre sus pies, su corazón estaba roto y lleno de adrenalina, ¿quien diría que su primer amor seria un muerto? Al no poder mas por el cansancio cayo sin mas al suelo, raspandose las rodillas y dejando salir sus llantos, jamas se había asustado así alguna vez, De hecho, era el primer susto que realmente le había erizado la piel.

El panorama había cambiado, no miraba a su alrededor al niño, y por fin su cuerpo podía respirar normalmente, mas una voz escucho, ¡era su abuela! quien por fin había cerrado su panadería y salido en busca de su nieta, ya que el tiempo había pasado y no volvía la muy pilla, mas al pasar apenas el portón y verla así, corrió preocupada con una mueca de sorpresa. Al contarle Anna llena d nervios y asombro lo ocurrido a su abuela, esta solo le dio un abrazo para tranquilizarla, cada palabra dicha se le metía por un oído y pasaba por el otro, sin creerse nada de lo que había dicho. Al final de la aventura, tuvieron que irse del lugar, mas antes Anna se ofreció sola a recolectar todos los globos azules que aun seguían en una pieza, sintiéndose mal por haber abandonado así al niño, cuyo nombre seguía siendo un misterio. Miro la canasta casualmente frente a una tumba pequeña, era vieja y llena de polvo, sin nada dentro y hasta con arañas de adoro. Coloco todos ahí, triste y desecha.

–– no volveremos a jugar, ¿Verdad? - Dijo el niño a lo lejos, abrazandose a si mismo con el pesar de mil noches, mas se llevo una sorpresa, por primera vez sintió el frío del agua en su cuerpo, siendo empapado e iluminado por la sonrisa ajena de la niña, esta le había lanzado un globo de agua. Por fin su cuerpo había sentido algo, sus ropas estaban mojadas, y aunque no era una sensación de calidez, era la única que pudo haber saboreado con sus ahora húmedos labios.

–– ¡juguemos el próximo año! - Exclamo Anna, sin saber que el espíritu del niño había sido liberado gracias a su bondad, por fin alguien había querido jugar con el desde su muerte, todo mundo le temía, y cada vez se sentía mas solo, hasta que llego Anna, quien no solo se hizo su amiga, si no que le capturo el corazón y lo hizo latir nuevamente.

Se despidio Anna del niño, y al salir del cementerio tuvo el mismo presentimiento que antes, esa sensación única, como cuando sabes la respuesta de un problema que da tu profesor, y sin temor gritas la respuesta, y al hacerlo, sintió el golpe de un globo azul en la cara, riendo, miro al niño desaparecer poco a poco, recibiendo la primera carta de amor de alguien, a su manera. Al volver a casa y por fin poder saborear algo de pan de muertos, sintió algo raro en sus dientes, yendo al baño y encontrandose que el elástico del globo se había atorado en sus frenos, dejando la apariencia de tener sus dientes azules como el mar. 


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⏰ Última actualización: Nov 28, 2017 ⏰

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