8 de Julio de 2015
Ya hacía casi dos semanas que Laura estaba desaparecida. La policía estaba avisada de la desaparición desde el día 27, día en el que Javier y Marta, los padres de Laura, tras hacerme una llamada y ver que yo no sabía su paradero dieron parte de desaparición a la guardia civil. Investigaban si se podría haber fugado de casa, pero no había motivos aparentes, todo apuntaba a un secuestro o a un homicidio. La opción de homicidio no se podría dar por buena hasta que el cadáver no se encontrase, por lo que hasta ahora por falta de pruebas ya que tampoco se podía dar por buena la opción de secuestro porque las pruebas eran inexistentes, lo tomaban como la desaparición de una chica de 18 años en la localidad de Madrid.
En las noticias informaron varias veces sobre el caso, cosa que hacia ver como los medios no tenían ni idea de lo que hablaban y cómo se ve que hablan antes de tiempo y sin pruebas. La primera vez que se dijo algo llegó al punto de que si ibas andando por la calle la gente mayor decía que probablemente sería un descontrol en alguna fiesta, que los jóvenes de hoy en día con las barbaridades que hacen... ya aparecería, pero ellos no la conocen, es más responsable de lo que parece, puede que alguna vez se hubiese descontrolado un poco y puede que sí que en alguna fiesta haya podido beber más de lo normal pero, ¿tanto cómo para desaparecer por días?, venga ya.
Pero eso no era todo la peor parte fue descubrir que ni la mitad de personas que supuestamente Laura les importaban no habían puesto ni un mínimo de interés en preguntarme a mi o a Carlos como estábamos o si sabíamos algo nuevo de ella. Carlos es el hermano mayor de Laura, él y yo siempre nos habíamos llevado bien, pero ahora la tragedia nos había unido, había creado un fuerte vínculo entre nosotros y los dos podíamos abrirnos plenamente el uno con el otro que nos comprenderíamos y apoyaríamos. Pero eso no creció de la nada si no que cuándo el día 27 sonó mi móvil, fue él quien estaba al otro lado del teléfono, angustiado, se le notaba en la voz. Tras hacer la pregunta, la que yo no sabía porque hacía, pero por su manera de hablar se le podía notar, los dos nos echamos a llorar, fue un llanto primero ahogado y después pasó a ser un fuerte y necesario, desde ese día hablábamos mucho y nos veíamos a diario, intentábamos no tocar el tema cuando no teníamos noticias nuevas y la verdad es que si no fuese por él yo ahora sería un mar de lagrimas y creo que para él sería igual, no saber dónde estaba su hermana, que le están o le podrían haber hecho es muy duro, y se que yo no soy su hermana pero como mejor amiga, para mi, era igual de duro.
4 de Julio de 2015
La puerta se abrió con un chirrido como único ruido y apareció él.
Un chico joven, de aproximadamente mi edad. No me esperaba para nada que el aspecto de mi secuestrador fuera ese.
Alto y delgado. Primer vistazo.
Facciones fuertes. Segundo vistazo.
Castaño, pelo no muy corto, desarreglado, aunque en un intento de peinarlo hacia arriba. Tercer vistazo.
No miré más, no se si por vergüenza o por miedo, por timidez o por asco, pero no quise que un cuarto vistazo desvelase que tenía interés por saber como era él o por saber si sabía quien era.
Me miró.
Me miró con una mirada única aunque no pude llegar a descifrar que intenciones tenía, sobre todo porque no quería observarle directamente por lo que me limité a ver lo que hacía por el rabillo del ojo.
Igual que vino se fue. Y no dejó nada tras de si. Solo una imagen borrosa en mi cabeza, para nada nítida que hizo que las preguntas se multiplicasen sin dejar ninguna respuesta aparentemente clara.