La primera vez que estuve en un aeropuerto fue a los 12 años, cuando mi abuela convenció a mi papá de dejarme ir a Disney Worl con ella.
Mi papá odiaba esa idea. Yo, mi abuela de de 61 años y miles de montañas rusas de más de 30 metros de altura.
Y yo tampoco era fan de aquello. Quiero decir, ir a Disney Worl con tus padres y hermanos no es "cool" pero ¿Ir con tu abuela y su club de lectura?
De igual forma, era mejor que quedarme con papá a ver Bailando con las estrellas.
Luego de ese viaje de tres horas a Orlando, mas nunca volví a poner un pie en un avión. Mis amigas, mientras tanto, iban a Cancún, Fiji, LA, Madrid, París, etc y etc.
Pensé que iba a estudiar en la universidad a donde mi familia había estado atendiendo desde siempre, a no mas de 5 kilómetros de la casa. Pensé que viajaría cuando terminara la universidad solo para celebrar con mucho alcohol en Acapulco. Pensé que regresaría a mi cuidad, me casaría con algún idiota abogado, trabajaría como psicóloga de algún tonto instituto y que mi marido me seria infiel con la secretaría. Yo me enteraría gracias a la típica compañera cotillera y entonces decidiría no divorciarme por el bien de nuestros 4 hijos.
Ya lo tenía todo claro.
Hasta el día que llegó la carta.
La academia Rosenberg de Nueva York era la más prestigiosa de la costa este. Todos los que salían de ahí, iban a las mejores universidades del mundo y se casaban con duques o duquesas. Y yo, una simple estudiante de una preparatoria norteña, había sido aceptada.
Pero había un problema: No tenía el dinero para financiarla ni lugar a donde vivir.
Mi papá quería que yo cumpliera mis sueños, que eran los mismos que él había abandonado. Pero si me iba, también lo abandonaría a él y yo era lo único que tenía.
Me resigné. No tenía el dinero, de igual forma. Adiós, Nueva York. Fuiste una buena meta mientras tu idea permaneció
Pero por algo me dicen que saque mi sentido del sarcasmo y arrogancia de mi padre. Él estaba completamente molesto conmigo. Por un momento, pensé que solo quería que me fuera para disfrutar la juventud que nunca pudo tener.
Él tenía solo 18 años cuando yo nací y mamá escapó por la ventana del baño del hospital.
¡Gracias, mami!
-No pienso ir. No puedo ir ¿Que harías tú sin mí?-Le dije un día, molesta, frustrada. Yo ya me había resignado ¿Por qué no podía él?
-Vas a ir. Voy a conseguir una manera. Ya verás-
Pero los meses pasaron. Llegó los finales de verano y yo ya estaba segura que empezaría en mi usual instituto, con los típicos compañeros y el típico drama de High School Musical.
Hasta que un día donde ya no hacia tanto calor y los molestos anuncios de "Back to School" estaban hasta en las iglesias, llegué a casa.
Mi papá y (sorpresivamente) mi abuela estaban en la cocina, hablando en voz baja, pero discutiendo. Se notaba por la forma que mi abuela dijo "Recuerda que eres un condon roto"
Reí y caminé hacia ellos. Apenas me vieron, pararon de hablar y pude ver algo que jamás había visto en los ojos de mi papá.
Miedo.
-¿Que sucede?-Pregunté. Me sentía como una niña indefensa e inocente. Mi papá me miraba en terror absoluto y mi abuela ni quería verme.
-Meghan, hija. Toma asiento, por favor-Quería decir algo como "¿Acaso lo dice la reina?" pero me detuve.