¿Tú? Yo

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Leo.

Los días han pasado y ni siquiera me mira, y yo tampoco lo hago, ¿O sí?

En fin, a veces la miro, siempre riendo con ese muchacho, Adam dice que siempre están juntos pero nunca los ha visto besarse o algo así, supongo que son amigos, en el tiempo en que la miro tampoco la he visto hacerlo.

Ella trata de prestar atención a las clases, pero en su cuaderno sólo veo garabatos, es rara porque el profesor le ha preguntado algunas cosas y responde muy bien.

Hoy es viernes y ató su cabello, puedo ver su delicado cuello, estoy justo detrás de ella y me encantaría tocarlo, también ahorcarla.

No la he vuelto a pintar, admiro las pinturas y si lo hago, quizás ella me agrade y no quiero eso, la última vez que me encariñe con una chica termine jodido, ella me engañaba con su jefe sobre su escritorio, un golpe muy duro, llegué a quererla.

El profesor anuncia que la próxima semana debemos traer nuestros uniformes, quiero verla de blanco, apuesto que su el pantalón resaltará sus caderas, y verla con la bata y manejando el estetoscopio, mierda, no sé porqué mis pensamientos se desviaron a esa parte.

No la veo en el resto del día, las demás clases son un alivio, ella no está, presto atención y espero a que termine la jornada para ir a mi trabajo.

El trabajo es bueno, hago un turno de 8 horas aproximadamente, y tengo una buena paga, atiendo a los pacientes, algunos con cosas graves pero nada que no pueda manejar, tendré que trabajar el sábado, pero el domingo estaré libre, quizás busque un apartamento, también tengo que hacer una visita.

Alina.

-Sabes que los clientes te quieren a ti, Li -dice mi madre por millonésima vez.
-Mamá, saldré con los chicos y Stefi, es sólo por ésta noche, no he salido en meses, por favor -le hago pucheros mientras aliso mi cabello- además, Fer es amable y sabes que hace bien el trabajo.
-Está bien, cariño, sé que tienes que divertirte -me sonríe y toma la plancha de cabello de mi mano- Déjame hacer eso, quiero peinar a mi hija.

Le devuelvo la sonrisa y siento mis ojos empañarse, ella es la única persona que tengo, todo lo hago por ella, me quedé por ella, trabajo en el bar por ella, a veces quiero irme y dejar todo, vivir mi vida, pero ella siempre aparece.

A pesar de todo es la mejor madre del mundo, nunca me enseñó algo malo, me educó bien, me defendió cuando me decían cosas feas, y me dio amor que es lo más importante.

Recuerdo un día cuando tenía como 7, las chicas practicaban una función y me encantaban sus vestuarios, como se movían al compás de la música, las piruetas que hacían en ese tubo, fui donde mi madre y le dije que querría bailar como ellas, con esa ropa brillante.

Me lo prohibió totalmente, dijo que nunca haría algo como eso, yo debía estudiar y hacer algo mejor con mi vida, al principio no lo entendí pero con los años lo supe todo.

Cuando termina con mi cabello, me maquilla y me permite tomar uno de sus vestidos a lo cual me niego, no usaría esos vestidos.

Busco entre los míos y elijo uno ajustado color gris, tiene mangas largas y me llega arriba de la rodilla, lo combino con unos tacones rojo de varios centímetros de alto, mi madre resalta mis labios con un labial rojo y me encanta como luzco.

Mi celular vibra con un mensaje de Isaac y leo que me espera afuera, agarro la cartera y me despido de mamá.

-Disfruta tu noche -grita detrás de mí.

Cuando salgo lo primero que veo es a Stefi, se ha teñido el cabello de rojo, su vestido negro está de muerte, nos abrazamos por minutos y reímos, ella es mi mejor amiga.

-Me encanta tu cabello -le digo cuando nos separamos.
-Y a mí el tuyo, ese corte está fabuloso -me responde.

-Basta de charla de chicas, ambas están hermosas, suban al auto -interrumpe Carl.
-Siempre tan pesado -le digo en tono de broma y él abre la puerta del copiloto para mí.
-Hoy soy el conductor asignado.
-Hoy me tomaré hasta el agua de las macetas -dice Isaac desde el asiento de atrás.
-Así no es, se dice, hoy hasta las lágrimas me beberé -replica Stefi a su lado.
-Como sea -contesta Isaac.
-Yo no beberé, así que si quieres yo puedo conducir -le digo a Carl.

-Ah no, eso no -dicen los 3 hermanos al tiempo y yo los miro con cara de se pusieron de acuerdo, ellos ríen por mi expresión.

-Lina, hace mucho que no te diviertes, vamos, estamos contigo, nada te pasará -me tranquiliza Carl.

Aun así, no pienso tomar, solo lo pienso.

Es pasada la medianoche o eso creo, he bailado tanto que mis pies duelen, accedí a tomar un chupito y de ahí en adelante no pude parar, he tomado tanto que mi cabeza da vueltas, mi voz está aguda, río por todo lo que dicen, Isaac está igual que yo, Stefi, ni se diga, sus tacones han desaparecido, ella baila sola y descalza, su cabello rojo es como una melena encendida bajo los reflectores, me uno a bailar con ella, Isaac trae más tragos y bebo.
-Lina, no tomes más, para un poco -me regaña Carl tomándome de la cintura.
-Dijiste... que... me divirtiera... -arrastro las palabras entre risa y risa- baila conmigo.

Él niega e intenta lo mismo con su hermana, tampoco lo consigue.

Seguimos bailando, la música está más alta, las luces me marean, siento algo encogerse encogerse mi estómago y corro al baño, entro al cubículo vacío y expulso todo el alcohol, las arcadas no cesan, alguien está tocando mi espalda.

Veo a Carl detrás de mí, me arrastro al piso del baño y el moja una toalla y la pasa por mi frente, empiezo a sentir frío, pero estoy sudando.

-Lina, ¿Qué sientes? Estás pálida -la voz desesperada de Carl se escucha lejos, hago el intento por levantarme y miro mi reflejo en el espejo, mis labios están azules, mi cara está blanca como un papel, no debí tomar tanto, Carl me sostiene, dice algo pero no lo escucho, solo veo sus labios moverse, mi vista se nubla, mis piernas fallan, la oscuridad me engulle.

◆◆◆

-Para, Nick -le suplico mientras trato de empujarlo lejos de mí, lo quiero pero no quiero que sea de esta manera, no cuando ambos estamos borrachos.

Utilizo mis manos y piernas para deshacerme de su agarre, él aprieta mis brazos y me mantiene contra la cama, siento las lágrimas espesas caer sobre mis sienes.

-Detente, me lastimas -sigo forcejeando.
-Estás a salvo, tranquila, es una pesadilla, despierta, vamos -el susurro de su voz en mi oído me estremece, abro los ojos lentamente, la luz blanca me obliga a cerrarlos otra vez.

-Shh, tranquila -repite acariciando mis brazos.

Abro los ojos y lo encuentro frente a mí, mi aliento acelerado choca contra su rostro, me mira preocupado, sus ojos tienen un matiz oscuro, casi negro, se parecen a los de él, no quiero que se parezca a él, busco diferencias en su rostro, sus labios son carnosos, se ven suaves, su boca parece cincelada, las curvas perfectas, no es él, me repito en mi cabeza.

-Tranquila -dice limpiando una lágrima con su pulgar.

-¿Tú? -ni siquiera sé su nombre, y ¿dónde estoy?, ¿Qué hace aquí?

-Sí, yo -responde y se separa de mí- mi nombre es Leo, soy tu médico.

Rayos.

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