-... La muestra es un subconjunto de la población. El tamaño de la muestra es el número de elementos que contiene y se...
Vibraciones. Vibraciones que recorrían a través de mi cerebro y me causaban un fuerte dolor de cabeza. Alcé la cabeza desde entre mis brazos, con los cuales clavaba mis codos sobre la mesa. Levanté la vista y miré el reloj: 16:27.
"¡Vamos!" Pensé. 3 minutos para acabar aquella rutinaria tortura. Odiaba las matemáticas. Siempre lo había hecho.
Me sumergí con la mirada en la azulada clase. El sol entraba por la ventana, la primavera estaba presente. El silencio reinaría, si el profesor cerrase la boca. Pero no era así. Era una mosca oída de lejos. Me paré a observar por la ventana, cuando el timbre del instituto interrumpió mis pensamientos. Me sobresalté, pero enseguida me incorporé, recogí mis cosas, y me marché.
Por el camino, iba sumerguida en mi mundo mientras escuchaba música. Tenía un mundo interior y muy personal, al que viajaba constantemente. Allí todo era despreocupado, no me tenía que preocupar por nada ni por nadie. Era el paraíso. Era mí paraíso: Corría a través de campos de trigo, me bañaba en las gélidas aguas del río, veía el atardecer en una colina... Pero sobre todo, era feliz. Algo que era completamente impensable en el mundo real. Aquí me enfrentaba a muchísimos problemas en mi día a día, por lo cual viajar de vez en cuando no estaba nada mal.
Llegué a casa, y allí hallé a mi madre en la cocina. Siempre con aquella sonrisa en la cara. Le sonreí, le dí un beso en la mejilla, y subí a mi habitación. Tenía muchísimo trabajo.
Mi habitación era como un estudio, allí dedicaba todo mi tiempo a mi verdadera pasión: la pintura. Amaba pintar. De pequeña los profesores me felicitaban por mis dibujos, y yo estaba realmente orgullosa. Desde entonces me cautivé y empecé a tomármelo muy en serio. Podía pintar cualquier cosa en todo tipo de material: Papel, cristal, madera, metal... Tiré mi mochila a la cama, y me senté en el escritorio a toda velocidad. Estaba trabajando en una obra muy especial: un cuadro con un precioso paisaje tomado de una fotografía que le encantaba a mi madre. Lo estaba haciendo en total secreto hacia ella, e iba a desvelarlo muy poco tiempo después, pues ya estaba casi acabado.
Al cabo de un rato dedicándome a mi obra, bajé a la cocina para beber un poco de agua, y ví a mi madre en la ventana del salón, hablando por teléfono. Por primera vez, se veía triste. Su sonrisa no cubría su rostro, tenía los ojos caídos, y parecía que en cualquier momento echaría a llorar.
Se sobresaltó al verme.
- ¿Pasa algo, mamá? - le pregunté desconcertada.
Ella se dedicó a mantener el silencio y mirar disimuladamente hacia el suelo. Pude ver una lágrima caer sobre la alfombra.
Automáticamente, se giró y me miro con una expresión de pánico nunca antes vista en su cara.
- Ner. - me dijo.
Hizo una pausa antes de continuar.
- Nos vamos.