Capítulo 1.

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Me desperté con los espantosos gritos de mi mejor amiga. Supuse que estaba en la cocina ya que olía tostadas. Me dolía la cabeza y estaba un poco mareada. La noche anterior, Em y yo habíamos hecho una de nuestras mejores bromas; habíamos empapelado todo el despacho del director con papel de burbujas y habíamos envuelto su coche con papel de cocina. Después nos fuimos a una discoteca, y tras unos cuantos tragos todo se volvió negro.

Me levanté a duras penas y bajo las escaleras. Em estaba en la cocina preparando algo de comer, algo raro en ella ya que era demasiado vaga.

―Buenos días, gorda ―le dije mientras me sentaba en una silla a su lado. Estábamos solas en su casa ya que sus padres estaban siempre de viajes de negocios.

―Buenos días a ti también.

―¿Se puede saber qué hacías gritando?

―Me he quemado ―dijo riéndose. Estaba haciendo, como bien había supuesto, tostadas. Aunque parecían la suela de un zapato.

Tras discutir un rato sobre si iba o no comer de sus tostadas, al final me decidí por un bol de cereales. Eran aproximadamente las cinco y media de la tarde. Cuando volví al piso de arriba cogí mi móvil de la mesilla. Tenía unas cuantas llamadas de mi madre y mi padre. Había un mensaje de voz.

―Dylan Miller ―dijo en un tono que parecía bastante cabreado―, cuando escuches este mensaje quiero que vuelvas de inmediato. Tenemos que hablar.

Genial. Ahora tendría que soportar otra reprimenda de mi madre. Estaba bastante cansada. Me levanté y cogí mis cosas. Al bajar me despedí de Em.

Mi casa y la suya no estaban demasiado lejos, así que fui andando. Cuando llegué, dejé las llaves en una pequeña mesa que había en el recibidor. En seguida, una mujer bajita y con pelo canoso, vino hacia mi para abrazarme. No me gustaban demasiado los abrazos pero olía bien. Puedo aguantarlo.

―Hola Dorothea ―dije separándome de ella. Dorothea era la ama de llaves. Llevaba conmigo desde que tengo uso de razón. Aunque me costaba decirlo, la quería tanto como si fuera de la familia. Es la única que de verdad me comprende.

―Menos mal que has aparecido ―dijo algo preocupada. Al ver que no decía nada siguió―. Tu padres están muy cabreados. Se han enterado lo que le has hecho al despacho y el coche del director.

―Oh, vamos. Ya deberían estar acostumbrados. Además, esto no es nada comparado con otras veces.

Suspiró y me llevó al despacho de mi padre. Cada vez que nos reuníamos allí, era para gritarme sobre lo mala hija que era, qué es lo que habían hecho mal conmigo y cosas así. Esos pretendían que fuera como ellos. La típica adolescente rica con complejo de Barbie. Pero para su mala suerte no era así.

―Dylan, siéntate, tenemos que hablar ―dijo mi padre cuando entré.

Estaba sentado tras su escritorio y mi madre en un pequeño sofá. Me quedé de pié junto a la puerta, después de que Dorothea la cerrara tras de mí.

―¿Ya te has enterado, no? ―Dijo mi madre cruzándose de brazos.

―¿Enterarme de qué? ―Dije de una manera desinteresada.

―Te han vuelto a expulsar ―ahora fue mi padre el que habló

―Menuda novedad ―dije rodando los ojos y riéndome.

―Es la décima vez que te expulsan. Y esta definitivamente. Ya no puedes volver allí. El director nos ha dicho cosas horribles sobre ti. ¿Sabes la cantidad de dinero que nos hemos gastado para que no te expulsaran definitivamente?

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2015 ⏰

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