Nueva familia.

44 4 0
                                    

Un disparo, dos disparos, tres disparos y su cuerpo frío y sin vida cae a mis pies...

Me despierto con un gritó ahogado, estoy empapada en sudor, mis extremidades están tan frías que me cuesta trabajo moverlas y mi corazón late como si hubiera corrido un maratón de cien kilómetros. Veo el reloj que está sobre mi tocador, son las 7:30 de la mañana y los primeros rayos de sol se cuelan a través de mis cortinas, maldigo por no poder dormir un poco más, pero me quedo recostada viendo hacia el techo. ¿Hasta cuándo me seguirán atormentando esos recuerdos?

A pesar de ser domingo y tan temprano escucho voces y ruidos afuera de mi habitación, lo cual es inusual. Normalmente mis domingos son silenciosos y calmados. Entonces la realidad me invade, hoy es el día. La prometida de mi padre se muda hoy a nuestra casa junto con su hijo.

Según papá él es un muchacho agradable, aunque es mi futuro hermanastro no he tenido la oportunidad de conocerlo. Tal parece que él estudiaba en el extranjero hasta hace unas semanas que había regresado y no le di oportunidad a mi padre de presentármelo. Todo esto ya era bastante abrumador, conocer a la que en pocos meses será mi madrastra fue un golpe duro para mí. A pesar de que Elisa estaba tratando con todo su esfuerzo de ganarse mi aprobación durante este último año.

No era que no me agradara, al contrario, ella era muy dulce y por lo poco que me dijo papá ella había pasado por un matrimonio complicado, lleno de engaños y tristeza. Debido al tormentoso divorcio que tuvo mandó a su hijo a estudiar lejos, para alejarlo de tantos problemas, o por lo menos eso me explico papá.

La verdad me sentía un poco triste por ella pero simplemente no puedo entender cómo diablos le hizo papá para seguir adelante tan rápido, solo han pasado dos años desde que perdimos a mamá y para él parecía ser cosa de una vida pasada.

En cambio para mí, es más difícil, casi imposible. Siento el vacío de su presencia cada día, cada minuto.

Me quede recostada unos cuantos minutos más, recordando como mi madre solía despertarnos los domingos por las mañanas, preparando el desayuno favorito de los tres: panqueques con miel de maple y batido de fresa con plátano. Ella siempre cantaba mientras nos preparaba y servía el desayuno, era bastante agradable despertar así.

Una lagrima rueda por mi mejilla, la dejo correr hasta que llega a mi cuello. Jamás limpiaba el llanto que derramaba por mi madre, no me daba vergüenza llorar por ella, era una de las pocas cosas que me hacía sentir que aún tenía vida.

A pesar de que quiero seguir recostada todo el día sé bien que eso no es una opción y menos hoy que se mudan personas extrañas a mi casa. Con paso flojo pero decidido me dirijo al baño que, gracias a dios, está dentro de mi habitación.

Me miró en el espejo, tengo los ojos un poco rojos por el llanto e hinchados por dormir.

Abro la llave del agua y la enorme tina comienza a llenarse con agua caliente, el vapor va opacando el horrible reflejo que me da el espejo de baño.

Me desvisto y mi piel se pone de gallina por el frío que me provoca estar completamente desnuda.

Cuando el agua se encuentra un poco arriba de la mitad de la tina me introduzco en ella. El calor del agua me relaja un poco y decido quedarme dentro un poco más de tiempo del necesario.

Después de 15 minutos el agua comienza a ponerse tibia y ya no es tan agradable estar ahí, así que tomo mi bata de baño y me seco de poco en poco.

El contacto de la suave tela sobre mi piel es bastante agradable, tanto que quisiera bajar a presentarme solo con mi bata puesta. Claro que mi padre me regañaría por bajar en tales "fachas" a conocer a nuestra nueva familia.

Resignada y tras un largo suspiro, tomo lo primero que veo de entre toda mi ropa. Un vestido color beige que casi puede confundirse con mi piel, se ajusta hasta mi cintura y luego cae suelto un poco arriba de mis rodillas. Es bastante sencillo por lo cual me siento más cómoda en él, me calzó con unos zapatos bajitos y mi cabello que ya casi está seco cae sobre mis hombros con sus naturales rizos.

Coloco un poco de corrector bajo mis ojeras y aplico un poco de rímel sobre mis rizadas pestañas, aprieto mis mejillas con la intención de darle un poco de color a mi pálida piel, me veo en el espejo completo de tres caras. Ya estoy presentable, así puedo conocer al nuevo miembro de la familia, supongo.

Abro la puerta de mi habitación y comienzo a caminar por el largo pasillo que me conduce hacia las enormes escaleras. La primera persona que veo es nuestra ama de llaves Carlota que es más como una abuela cariñosa para mí que una de las empleadas de la casa. Se supone que hoy es su día de descanso pero supongo que papá le pidió ayuda para tener todo listo para su nueva mujer.

Trabajar en días de descanso no parece disgustarle y agradezco que ella este conmigo para enfrentar este nuevo capítulo en mi vida. Al levantar su vista y toparse con mi mirada me regala una sonrisa de lo más cálida - Buenos días cariño, te ves muy linda hoy.- dice ella comprendiendo que me he vestido para la ocasión.

-Buenos días Carlota- Digo con una sonrisa falsa. Ella me mira confundida y luego sus ojos comprenden lo que me pasa

- Otra vez tuviste esos horribles sueños ¿verdad?- Asiento y agacho mi cabeza, Carlota me ha consolado y traído a la realidad después de cientos de mis ataques nocturnos, ella más que nadie sabe cómo me afectan esos sueños.

- Estoy bien- digo secamente, ella me da una sonrisa de lado y creo que quiere decirme algo más pero una voz que se escucha desde la sala de estar la interrumpe.

- ¡Carlota! ¿Puedes decirle a Sophie que baje por favor? Hay alguien a quien quiero presentarle.- Reconozco la voz de papá y sé a quién quiere presentarme.

- Ya va en camino señor- grita Carlota, ella me da una mirada de "lo siento". Estoy a punto de enfrentarme a una nueva vida. Una nueva vida a la que he sido arrastrada y a la que no quiero pertenecer. Le regreso un suspiro resignado y sigo bajando por las escaleras.

Mi paso es lento y cauteloso, tratando de no llegar a mi destino, pero la distancia hacia mi nuevo futuro se acorta con cada paso que doy. Antes de lo que imagino ya estoy a unos cuantos metros de la sala, entro con la mirada gacha y me acerco a papá que esta de espaldas a mí. - Buenos días- Digo con un tono frío y brusco.

-Buenos días Sophie- La prometida de mi padre y mi futura madrastra es la primera en regresarme el saludo con una sonrisa genuina en la cara, ella parece estar muy entusiasmada con esto. En cambio yo estoy carente de sentimientos.

-Buenos días hija- Le sigue mi padre.- Quiero presentarte a alguien.- Oh no, aquí viene. - Él es Thomas, hijo de Elisa, el nuevo integrante de nuestra pequeña familia.- Levanto la vista y frente a mi hay un chico que se ve de mi misma edad pero es mucho más alto que yo, sus ojos son grandes y azules como los de Elisa y su cabello negro cae un poco desordenado sobre su rostro.

- Mucho gusto Sophie, mi madre me ha hablado mucho de ti.- Su voz suena amigable y sus ojos se clavan en los míos. Me dan ganas de llorar al ver que en verdad esto no es un sueño, mi madre murió, mi padre se volverá a casar y yo tendré una madrastra y hermanastro. La realidad me llega como un balde de agua fría y siento mi cuerpo pesado, la tristeza me invade pero aprendí a guardar todos mis sentimientos dentro y reservarlos para mí y las cuatro paredes de mi habitación.

- Lo mismo digo Thomas- Contesto cortésmente pero parece que él se dio cuenta de que no estoy para nada feliz con esto ya que duda en regresar el apretón de manos que le ofrezco. Finalmente parece resignarse y me regresa el apretón firme y sin dudas. Es todo, este es el fin de mi miserable existencia.


Después de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora