Los corredores estaban vacíos y las luces amarillas iluminaban pobremente el camino. Georg estaba asustado mientras se dirigía hacia la enfermería preguntándose si valía la pena lo que estaba apunto de hacer, no lo sabía pero no tenía tiempo para pensarlo.
Lentamente y cuidando que no hubiera nadie adentro, abrió la puerta. Observó a Tom dormir sobre la camilla, su corazón se aceleró.
Levantó la almohada que yacía en el suelo, la tomó entre sus manos y miró a Tom, respiraba pausadamente y tenía la boca entreabierta, leves ronquidos salían de sus labios y el sudor bajaba por su frente. Acercó la almohada un poco a su rostro, con cuidado de no despertarlo, se había asegurado de haber visto muchas películas en las que un paciente de algún tétrico hospital muero asfixiado para no cometer errores, o sería su fin.
No, no podía.
Alejó la almohada un poco dura y la dejó caer al suelo otra vez con un sonido sordo. No tenía el valor para matarlo.
A travesó la habitación rápidamente y re buscó entre los cajones hasta encontrar algo que pudiera ayudarle, cuidando no hacer ruido. No tardo mucho en encontrar la vitrina con cientos de frascos de medicinas comunes, paracetamol, iboprofemo, penicilina, morfina, ácido acetilsalicílico... Ácido acetilsalicílico.
Lo sostuvo entre sus manos.
Sirvió en un vaso medidor poco más de 200 mg de Ácido Acetilsalicílico que con solo 150 gm podría dejar en coma a cualquiera que tenga una sobredosis o incluso causar la muerte. Hace varios años, cuando cursaba la secundaria, su profesor de química se había encargado de enseñar a sus alumnos los daños que pueden causar las sobredosis con medicinas que parecen inofensivas ya que son muy comunes de encontrar en casa con el fin de prevenirlos. Pero Georg haría uso de eso para nada bueno, con tal de salvar su trasero.
Su mano temblaba y le costaba mantener el liquido dentro del pequeño vaso. Con un movimiento rápido, tomó la mandíbula de Tom apretándola con fuerza para conseguir que abriera la boca y dejó caer dentro el liquido con la mano que sostenía el vaso. Tom despertó tosiendo y llevándose las manos a la garganta por el mal sabor que la medicina le dejó. Georg retrocedió dispuesto a echar a correr, el de rastas levantó la cabeza y su mirada se encontró con la asustada de Georg.
-¿Qué me has dado? - Gritó Tom con la voz rasposa y tosiendo. Su garganta dolía como si de una lija se tratara.- ¡Georg! ¿Qué me has dado?
Tom siguió tosiendo en cuanto Georg salió corriendo luego de susurrar un lo siento.
Pasan varios minutos en los que Tom se deja caer en la camilla esperando que nada de lo que le haya dado Georg sea dañino, pidiéndole al Dios en el que no cree que no lo deje morir aun.
Las nauseas lo atacaron unos minutos después, cubrió su rostro con sus manos e intento ignorar las ganas de vomitar, cuando llegara la enfermera le diría y ella sabría que hacer, solo esperaba que llegara antes que Bill. No quería que su hermano menor lo mirara tan mal como se sentía. Había comenzado a sudar y sus manos temblaban levemente. Ni siquiera notó la puerta abrirse.
-Hola, Tom. ¿Cómo... - Se detuvo Shelle al verle. El chico estaba pálido y temblaba como si tuviese frío.
Se acercó a él y tomó su temperatura pero no era eso. Paseó la mirada por toda la habitación y sus ojos se detuvieron sobre los frascos de medicinas, muchas sobre el escritorio y algunas más casi vacías en la mesita junto a la camilla.
Sobredosis.
Y entonces supo que hacer, llamó a varios de los guardias y los instruyó para que trasladaran a Tom a un hospital, ellos se habían negado ya que no podían arriesgarse de esa manera, pero finalmente pudo persuadirlos diciendo lo que los agentes habían dicho sobre volver y querer vivo al chico.
Tom se sentía cada vez peor mientras era transportado por la patrulla de policías, su visión se había vuelto borrosa y los oídos le zumbaban impidiéndole escuchar algo. Su corazón estaba acelerado y sentía que en cualquier momento iba a detenerse y comenzaba a hiperventilar. No podía notar nada que no fuera su malestar, y estaba lo suficientemente ido como saber a donde le llevaban.
Los médicos le realizaron un lavado gástrico y le hicieron una diuresis alcalina forzada una en cuanto estuvieron dentro.
Bill, por su parte, se vistió con el uniforme, listo para ir a clases no sin antes visitar a Tom.
En cuanto abrió la puerta de la enfermería se encontró con que estaba vacía, miró alrededor e incluso golpeó la puerta del pequeño baño que había ahí dentro, esperando que su hermano estuviera ahí. No había nadie.
-Hey Bill.- Lo saludó la enfermera haciéndolo a un lado para entrar
-¿Y Tom? - Apretó el pomo de la puerta entre sus pequeñas y flacas manos.
-Fue a un chequeo al hospital - No sonaba para nada convencida de lo que decía y Bill supo inmediatamente que estaba mintiéndole. Ella lucía agotada.
-¿Qué le pasó? - Se acercó y Shelle retrocedió dejándose caer sobre su silla detrás del pequeño escritorio.
-Se sentía un poco mal así que lo he enviado al doctor, es todo. Por favor vete y cierra la puerta.
Bill suspiró pero dejó la habitación. Pasaron varios días en los que no vio a Tom. Los rumores se había expandido por todo el reformatorio, "Un intento de suicidio" se decía en cada esquina, mirando al pequeño de los Kaulitz con pena en la mirada. Hizo oídos sordos a todas y cada una de las suposiciones que la gente hacía hasta que no aguanto más y se desmorono.
-¡Dime que le pasó a Tom! - Exigió saber a la enfermera, ella se limitaba a jugar con sus manos nerviosamente en su regazo evitando a toda costa mirarlo a la cara.- ¡¿Es verdad lo que dicen?!
Cada palabra que decía quemaba su garganta, le dolía el pecho de solo imaginarlo, Tom otra vez estaba mal y él ni siquiera lo sabía. Las lágrimas rodaban pesadas sobre sus mejillas y el silencio de Shelle solo le terminaba de romper confirmándole el intento de suicidio de su hermano. Ahora más que nunca debía encontrar a Tom, necesitaba estar seguro de que no volvería a hacerlo.
Frank lo golpeó, tan fuerte como sus puños daban. Georg gemía de dolor retorciéndose en el mugriento suelo de la habitación.
...
-Intento de suicidio, pedazo de idiota. ¡Ni siquiera pudiste hacerlo bien! - Un par de patadas más a su estómago y un jalón de pelo para levantarlo y estamparlo contra la pared.- Si moría no recuperarías nada. Si moría te morías con él porque nadie sabe que fuiste tu, ni se imaginan quien esta detrás, maldito idiota.- Escupía muy cerca de su rostro, Georg sollozaba y la nariz escurrían en sangre al igual que su cabeza.
Te doy una última oportunidad para acabar con Tom Kaulitz o te mataré con mis propias manos enfrente de todos, de los guardias también y será tan humillante la manera en la que mueras que no me importará acabar preso en el acto. Aunque me encarcele de por vida eso hijos de puta.
...
¿Por qué lo hizo? ¿Pensaba dejarme solo? ¿Al menos pensaba en mi? Eran las preguntas que azotaban la cabeza de Bill una y otra vez. No le cabía en la cabeza que su hermano haya sido capaz de hacer algo así, Tom siempre mostrándose fuerte e inquebrantable, siempre dando la cara y siendo valiente ante todos, quizá se había dejado de lado todo eso, quizá ya no quisiera seguir siendo valiente. Quizá solo se había rendido y llegado a la conclusión que no valía la pena seguir y mucho menos encerrado en un lugar como el reformatorio. Y Bill comenzaba a pensar igual.
-Cya y Copito
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Vergessene Kinder
FanfictionUn día completamente normal, las calles se vuelven tumbas, las huellas están borrosas. No hay búsqueda, la noche es fría, quien se hiele es demasiado débil. Nadie los contará, nadie los ha visto Solos y perdidos. Nacidos invisibles, muertos de frío...