Reales

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"Te amo" se dijeron a distancia. "Daria todo por ti". Ella terminó dándole su corazón. El real. Como prueba de su eterno amor hacia aquella persona que amaría por toda su vida.


El no la supo entender. Como podría alguien amar tanto hasta la locura de entregarle su corazón. Ese órgano vital. ¡Y ni la conocía personalmente!


El correo. Ese maldito correo que destruyó su capacidad de amar. Y esa carta. ¡Y la escribió con su propia sangre! Se había enamorado de una loca. Y ella se lo decía. Pensó que era broma. Y así terminó. Como prueba de su amor obsesionado a distancia.


¿Qué he hecho? El la llevó hacia su muerte. Las cosas que ella le decía eran verdad. El quería una prueba real. Un correo. ¿Hacía falta su corazón? Con una carta bastaba...


"Ven. Te necesito. No me dejes nunca."


El no vendría nunca a su encuentro. Ellos lo sabían. Los dos.


Pero el nunca pensó que iba a hacer tal sacrificio. Solo por él.


Pensó. Tal vez nunca debió haberla enamorado. Tal vez nunca debió haberse fijado en ella.


Pero pensándolo mejor ¿se sentía realmente mal por ella? ¿O solo un pequeño sentimiento de culpa que era tapado rápidamente por una sed de corazones humanos reales? Tener su corazón en aquella caja. Tan real. Quiso llevar un pedazo de su niña consigo, abrió su boca y comenzó a probar la carne de aquel paquete.


Continuaban los días y el correo tocaba su puerta diariamente. La acumulación de cajas herméticas. El rojo de sangre que inundaba las mismas.


"Las muchachas vulnerables saben más deliciosas"


A partir de aquello su dieta sólo se basó en corazones rotos, humanos, reales.

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