El rimel en sus pestañas
y el brillo sobre sus labios no lograrían disimular
la sensación en sus entrañas.
Porque el reloj corría,
porque de los nervios se retorcía,
porque al pensar en ello sus mejillas ardían.
Y al salir,
se alegró al saber que todo sucedería con un clima perfecto.
Llovía.
En la estación de tren,
junto a un puesto de comida rápida,
esperaba por él.
Y no era X.
Y no era su primer corazón roto.
Y no era ese chico que en carreras acumulaba logros.
Era el que se quedaba hablando con ella hasta pasada medianoche,
el que la llamaba tan solo para escuchar su voz,
el único con el que se sentía libre de reproches.
Es que era parte de su personalidad,
alma llena de buenas intenciones,
la que la hacía volver a sentirse viva.
Charlaron,
y en la fila de un McDonalds,
ella provocó el contacto de sus labios.
Él se quejó de eso,
diciéndole que mientras miraran la película planeaba robarle un beso.
Ella rió,
no se arrepentía de haberlo hecho.Y en la última butaca,
mientras miraban la de Joseph Gordon-Levitt,
él le demostró que era mucho mejor de lo que esperaba.
La convirtió en sumisa de sus besos,
de su sonrisa pícara,
de los círculos que su lengua sobre su piel hacía.
En ningún momento prestaron atención a la gran pantalla,
porque eran solo ellos
y las mil y una caricias que la distancia les arrebataba.
Mordió su labio inferior con deseo,
deslizó su mano por su entrepierna,
ambos siendo presas del desenfreno.
Salieron entrelazando las manos,
ella con su cuello y senos pintados
de pequeños aros morados.
Y mientras caminaban por los pasillos de una librería,
él rodeó su cintura y besó su frente,
sin ser consciente de cuanto la podía.
En realidad,
no notaba que solo él
lograba hacerla sentir plena de verdad.
Se conocían desde hace muy poco,
pero ella sabía cuanto extrañaba el amor
y como él calmaba el dolor de su consciencia a trozos.
Su cuerpo se angustiaba y sufría ansias.
Porque él no estaba seguro de nada,
porque quizás tenia expectativas demasiado altas,
y de que quizás los malos días tomen revancha.
A pesar de ello,
sus manos sobre las mejillas de la chica en el medio de un beso
le decían que su corazón de esto no saldría ileso.
Que repercutiría en ella,
de buena o mala manera.
Pero no le dio mucha importancia
él la hacía sentir bella.
Y no importó el hecho de que su ex amante
aún siga pisando fuerte en su presente.
Y no importó el hecho de que ella temía salir viva a puras penas,
era costumbre,
importarle poco el ahora y sufrir las consecuencias.
Dudó.
Claro que dudó.Pero al día siguiente lo vio.
Sobre su bicicleta
sobre el cordón de una vereda estrecha
y manos entrelazadas,
bajo los rayos de sol en un cielo despejado.
Con la espalda recostada en la reja,
y ella sobre su regazo.
También lo recordaba en el tren volviendo a casa,
diciéndole al oído que no deje escapar gemidos
y que no había piel tan suave como la de su espalda.
Dándole un beso como saludo
y otros en su muñeca, la parte del hueso desnudo.
Lo vio y su mente supo
que no importaba como ello finalizara
Se sentía bien,
y era lo único que realmente importaba.
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Un boleto a Francia, por favor.
Non-FictionRecopilación de escritos que son demasiado cursis y personales como para leerlos en mi clase de Literatura.