Prólogo

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La música estaba a tope. Mis oídos no escuchaban nada más que eso. Bailar, saltar, gritar. No pensaba en otra cosa. Bailaba con Nerea, riendo.

El calor del verano se intensificaba entre tanta gente, aunque eran ya más de las doce. En el cielo sin nubes se veía la luna llena. Aunque la fiesta era al aire libre empezaba a tener mucho calor, y ahí fue cuando pensé que tal vez debería haberme hecho una coleta. Mi amiga me dijo algo, pero no escuché bien. De repente, y sin darme tiempo a reaccionar, me cogió de la mano y empezó a caminar a yo que sé donde. La intenté seguir pero se me resbaló la mano y en menos de dos segundos, la perdí de vista. Mierda.

Intenté buscarla, gritar su nombre, pero nada.

Salí de la multitud y cogí el móvil para llamarla. Estaba a punto de marcar su número cuando un chico alto con vaqueros y chaqueta de cuero pasó corriendo al lado mío, y me quitó el móvil de las manos.

¿Algo más que me pueda pasar?

- Eh, ¡Ladrón! -intenté seguirlo, pero iba demasiado rápido para alcanzarlo con mis pequeñas piernas. Maldije el día en que nací tan bajita.

Aun así no perdí la esperanza y le seguí hasta que vi que el chico pasaba corriendo debajo de un andamio. Uy, no. Por nada del mundo pasaba yo por ahí abajo, que bastante mala suerte tenía ya. Y así es como desapareció, él y mi móvil. Mi madre me iba a matar.

Decidí volver a la fiesta, pero en vez de entrar a donde la gente, me senté en un banco. Por una noche que me lo estaba pasando bien, y no, la mala suerte no podía dejarme en paz. No había tenido suficiente con este maravilloso verano, nótese mi sarcasmo.

Estaba pensado en todo esto cuando vi que un chico se había sentado en la otra esquina del banco, mirando hacia adelante. Me quedé mirándolo. Tenía el pelo oscuro, e iba vestido con unos vaqueros y una camiseta holgada. Estaba ensimismada mirándole, hasta que se dio cuenta y me miró. Aparté la mirada en seguida, pero sentía que me mira.

- Estas fiestas al final no son para tanto...

Me sorprendí cuando me habló, no me esperaba esa voz. Pasaron unos segundos hasta que pude reaccionar.

- Es verdad, la gente exagera sobre este tipo de fiestas -y nadie te avisa de que puedes perder a tu amiga, robarte el móvil y acabar hablando con un chico desconocido que bien podría ser un violador.

Asintió en silencio y volvió a mirar hacia adelante. Estaba con los brazos apoyados en las piernas, con la mirada perdida. No era una experta en expresión corporal, pero sabía distinguir cuando una persona no estaba bien.

- ¿Mala noche? -me atreví a preguntar.

- No es de las mejores, la verdad... -sonrió amargamente.

Si esa era su sonrisa amarga no quería ni imaginarme como sería una de verdad...

¿Pero en qué estaba pensando?

Me quedo mirándolo fijamente, sin atreverme a preguntar qué le ha estropeado la noche. Porque, al fin y al cabo nos acabamos de conocer, no creo que le quiera contar sus penas a una desconocida como yo.

- Una chica.

- ¿Qué?

- Que... La razón por la que estoy mal. Ya sabes, una chica.

- Ah, sí... Una chica.

Oh. Muy bien mente, me gusta cuando eres así de ingeniosa. Ahora pensará que eres una retrasada mental.

Y efectivamente, se río. No sé por que, pero su risa fue agradable.

En seguida nos quedamos en silencio otra vez, los dos mirando hacia adelante. Le miraba de reojo de vez en cuando, procurando que no me pillara. Justo en ese momento, escuché mi nombre.

Era Nerea, que estaba en esa calle, esperando a que fuera a donde ella. Me levanté y miré al chico por última vez.

- No dejes que una chica te amargue la noche, hay más peces en el mar.

¿Os había dicho alguna vez lo mala que soy dando consejos?

- ¿Es eso una indirecta? -me respondió, seguido de una carcajada.

Había escuchado mal. Tenía que haberlo escuchado mal. Me giré.

- ¿Perdona?

- No, nada -me miró y sonrió.- Soy Lucas.

No sé exactamente por qué, pero su sonrisa era contagiosa. Yo también sonreí.

- Amaia. 

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Jueves, 15/10/15


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⏰ Última actualización: Sep 25, 2016 ⏰

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Martes treceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora