Capítulo 2

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Capítulo 2

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« ¿Cómo puedo haber tanta destrucción?... Era tan sencillo, te llevaste la ilusión... Tienes que tomar una decisión... ¿No ves que tengo miedo, que no tengo otra opción? »

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-Hola. - le saludó, aunque sabía que no recibiría respuesta. -Te ves mejor. - sonrió. - Tienes más color en las mejillas. Mamá está feliz con tu progreso...Felicitaciones.- le acarició su mano inmóvil y tragó grueso para que su voz no sonara triste ante su hermano. - El día esta soleado. Tal y como te gusta.

Donde vivían la mayoría del tiempo está nublado, así que los días como esos eran los proferidos de aquel chico.

-Hoy fuimos a ver nuevamente a Bill. - Leah le contaba a su hermano de diecinueve años todo lo que sucedía, mientras él no estaba. - Sigue siendo el mismo de siempre. - le comentó con una sonrisa y una lagrima silenciosa. -Con sus rastas y maquillaje. Se le ve feliz.

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La silueta de un hombre se alejaba y él estaba inmóvil. Solo quería gritar su nombre para que se detuviera. Por alguna razón no quería que se fuera y le dolía verlo ir. Estaba llorando, necesitaba llamarlo, pero no sabía que nombre pronunciar.

Despertó agitado nuevamente. El mismo sueño se repetía una y otra vez.

Encendió la luz de la veladora y un escalofrió le recorrió. Quería pensar que estaba nervioso, pero podía asegurar que sentía la presencia de alguien.

Sin embargo, no sentía miedo. Solo paz y tranquilidad.

Apagó la luz y volvió a cerrar sus ojos logrando dormir sin problemas, sintiéndose protegido por ese algo que velaba su sueño.

La mañana siguiente despertó como nuevo, pero se sintió solo.

-Debo estar loco. - dijo para sí mismo al verse extrañando la presencia de la noche anterior.

¿Debería correr? ¿O sentir miedo? No lo sabía, pero no lo hacía.

Había algo que incluso desconcertaba al mismo Bill.

Tomó un baño antes de bajar a desayunar encontrándose con una nota de su madre, quien se marchó al supermercado.

Abrió la alacena, sacó cereal y se dispuso a desayunar antes de que llegara Andreas.

Habían quedado para ir al centro comercial.

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Llevaban unas horas en el lugar y llenos de bolsas, cuando Bill pasó por una joyería.

Su mirada inmediatamente se enfocó en una pulsera plateada gruesa con detalles en negro.

- ¿Te gusta? - Preguntó curioso Andreas - ¿Te recuerda a algo? - notó lo que le llamó la atención al menor, y no le pareció extraño.

-No. Solo, creo que he visto una igual. - le restó importancia y continuaron con el recorrido.

Andreas agradeció que en ningún momento se encontraran con conocidos que preguntaran o comentaran más de la cuenta.

Llegó exhausto a su casa y luego de saludarla a su madre fue por una siesta, donde cayó profundamente dormido.

Corría feliz en la orillada de la playa hasta que unos fuertes brazos lo tomaron y lo hizo caer en la arena, mientras reía por las cosquillas que le hacia ese hombre.

Era feliz. Ese hombre lo hacía feliz.

Acarició sus brazos mientras lo besaba y en su muñeca sintió un accesorio. Bajó su mirada para observarlo...

...E inmediatamente despertó.

La esclava de ese hombre era casi igual a la que él vio en el centro comercial, y la que por alguna razón se le hacía familiar.

Vio el reloj y ya era de madrugada. Tenía mucha hambre ya que no cenó por estar durmiendo.

Bajó las escaleras encontrándose con su cena servida en la nevera. La calentó y se dirigió al sofá para comer. Enfocó su vista en el enorme piano blanco que había allí e inmediatamente recordó con claridad esa melodía que daba vueltas fugaces por su mente, la cual no creía haber escuchado alguna vez, y sintió la misma tranquilidad de cuando esta junto a él ese algo.

Se preguntó qué seria, porque no había vuelto, tal vez al final si fue una mala pasada de su mente.

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Andreas alegó que necesitaba distraerse, así que esa noche fue a una fiesta y apenas llegaba a su casa.

Mientras subía las escaleras se sorprendió por esa fría brisa que sintió rozar su piel y le provocó un estremecimiento.

-Estas aquí. - murmuró sonriendo. - ¿Quién eres? - no pudo evitar preguntar y sintió la presencia más cerca de él.

- ¿Bill? - le sorprendió su madre. - Pensé que llegarías más tarde. - comentó somnolienta. - Ve a dormir. - le pidió besando su frente y yendo por un vaso de agua.

-Si... Buenas noches. - deseó y subió corriendo a su habitación.

Llegó y lo sintió.

- ¿Necesitas ayuda? - le preguntó. Sabía que estaba allí, lo sentía. - ¿Quieres que haga algo por ti? - no recibió respuesta.

Bill no sabía que esperar.

- ¿Por qué habías desaparecido? - preguntó. - Te extrañé y empiezo a creer que estoy loco. ¿A quién engaño? Definitivamente lo estoy. - se dio por vencido y sacó una nueva conclusión con respecto a su estado mental.

Esa noche soñó nuevamente que estaba perdiendo a alguien y al despertar agitado, notó en la oscuridad una penetrante mirada achocolatada, que desapareció inmediatamente.

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Se había mostrado. Segundos, solo sus ojos, pero lo hizo y Bill se sentía feliz, pero la felicidad duró muy poco, porque pasaron las semana y no volvió a sentirlo.

Bajó a desayunar y vio a un apuesto hombre sentado en el comedor. Con trenzas azabaches y bandana cubriendo su frente, ropas anchas y negras, facciones varoniles, delgado y una perforación el labio inferior.

Le sonrió a Bill y el rastudo sintió desfallecer.


Vuelve (Bill X Tom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora