Capítulo 1

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En un balcón de San Fernando, a la luna llena, una chica la miraba, soñando con rozar las estrellas. Con el pelo largo recogido en un moño de pelo castaño, mientras que sus ojos verdes reflejan sus ganas de soñar y volar lejos de allí, mientras sin esperanzas suspira. ¿Qué será de ella? ¿Si no tiene esperanzas para que sigue allí? Todo indica una cosa: él. ¿Por qué iba a ser si no?

Chico misterioso de un juego de internet, que odia ver a mujeres con "bragas vaqueras", de dos meses más pequeño que ella, pero, sin duda, parece más maduro. De todas formas, no tenía esperanzas de que se interesara por ella, así que, ¿qué más daba?

Todas las noches igual. En el balcón viendo como la noche absorve las pocas energías que le quedan, pero esta noche, todo parece perfecto, a la vez aterrador, a la vez precioso. ¿Qué podía captar tanto su atención? Su ángel no estaba allí, ya sé que pensaréis que está loca, pero no es así, cree en los ángeles, ¿y qué?

Algo había hoy que la aterraba, pero, al mismo tiempo, ella admiraba sentir eso. Por desgracia no sabía lo que pasaba, y, mucho menos, lo que se avecinaba sobre ella.

Si las paredes hablarán, dirían que comprendían su miedo, dado que ellas también lo sentían. La noche estaba muy silenciosa, demasiado para comprender lo que ocurría.

De repente, vio una sombra de un hombre que se aproximaba por la esquina, pasos lentos y acompasados. Este llevaba una capucha puesta de una chaqueta negra, asustada, se agachó entre las plantas, ocultándose. El hombre cargaba una bolsa con un cuerpo humano, una mano rígida asomaba de ella.

Rachel se tapó la boca con la mano para no soltar un gritito, pero no perdió de vista al hombre que intentaba cargar con la bolsa. Le vio abrir un coche y meter la bolsa en el maletero, la mano no se movió, todo indicaba que esa persona estaba muerta. Cogió su móvil y le echó una foto a la matrícula, para poco después dársela a la policía.

De eso habían pasado meses, la policía cogió al culpable; lo único que no podía soportar era que la víctima fuera una de sus mejores amigas. Desde ese día no podía parar de ver a su amiga con alas de ángel, en su cuarto solo había figuritas de ángel, y aunque, él no hubiera fallecido, la cuidaba tanto como si fuera su ángel. Su ángel de la guarda, eso es lo que ese chico es para ella.

Sus padres respetaban su pasión por las figuritas de ángel, pero ella no les había dicho nunca que veía a su amiga varias veces al día con sus hermosas alas blancas, y, mucho menos que, a veces, hablaba con ella.

Después del accidente, a veces, se sentía sola. Por ese motivo, de vez en cuando, se sentía afortunada de hablar con él.

Un día se derrumbó, se acurrucó en una esquina llorando, y vio como su ángel se aproximaba. Ella estaba allí.

-Hola.

Se colocó delante suya, sus alas blancas relucían en la oscuridad. La miraba con cierta dulzura y preocupación, la miraba como lo hacía antes, cuando estaba viva.

-Hola, mi ángel- titubeaba mientras lo decía.

Las manos de su mejor amiga se cerraron alrededor de su mano. No era mucho más diferente que antes, ahora era más resplandeciente y con alas; nada más.

-¿Es-estoy loca?- Logró decir.

-¿Por qué ibas a estarlo? Si me ves es porque tienes fe en mí, y eso, por desgracia para mí, significa que te han elegido.

-¿Y por qué yo?

-Porque eres una de las pocas personas que cree con tanta fuerza, solo hay otro chico que puede vernos con tanta claridad como tú.

Sin esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora