Capítulo 4

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A su espalda, Eva abrió el primer cajón de su mesa y buscó unos guantes. Luego se dispuso a estudiar los folios de la carpeta que había colocado Delfín ante sus ojos, a la vez que mascullaba entre dientes:

-Todos tenemos fantasmas en nuestro pasado, doctor Sánchez, aunque por suerte, la mayoría solo cobran vida cuando nos acordamos de ellos. En su caso, se ve que uno desea hacerse notar por iniciativa propia.

El hombre hizo un gesto de resignación.

-¿Ha comprobado los matasellos? -preguntó la inspectora mientras examinaba el primer anónimo.

-Los sobres están a continuación de las cartas, por orden. Están franqueados en ciudades distintas, todas de España, pero no veo relación entre ellas. Las de esta semana son casi todas de ciudades andaluzas. Llegaron una por día, de lunes a viernes.

-¿Conoce a alguien en el sur?

-No.

-¿A alguien que pueda estar estos días en el sur?

-No, pero supongo que cualquiera puede estar en un lugar determinado si se desplaza hasta él.

Eva seguía comprobando las cartas, parándose a leer el texto de alguna de vez en cuando, al tiempo que iba anotando en un bloc por orden el lugar desde dónde había sido franqueada cada una de ellas. Sin levantar la vista, también continuaba desgranando preguntas.

-¿Alguien que pueda o quiera gastarle una broma pesada?

-No soy hombre de muchas bromas.

-¿Sus compañeros...?

-Sí, ellos son más bromistas, pero nunca harían algo como esto. Ya no son unos críos.

-¿Alguna persona interesada en darle un buen susto?

-¿Con qué intención?

-Buena pregunta -masculló ella.

Luego dejó las cartas por un momento, sin duda intentando captar aún más la atención de su interlocutor.

-Doctor Sánchez, hay muchas razones por las cuales una persona puede querer asesinar a otra, pero en el fondo, todas se pueden agrupar en tres básicas: por amor, por odio o por interés. Y las amenazas de muerte, sin consumarlas, no son más que un peldaño previo generado por esas mismas razones. No sé si quien le ha enviado todo esto quiere matarle o solo pretende asustarle, eso no lo sé, pero en cualquier caso, quiero coger a esa persona. Podemos protegerle durante el sábado, no lo dude, pero lo ideal sería que nos anticipáramos y lográsemos desenmascarar a ese o esa anónima que se ha tomado tantas molestias. Y para ello, no tenemos mucho tiempo. Así que ahora quiero que respire hondo, se tranquilice todo lo que pueda y después piense quién puede quererle tanto como para llegar a matarle, quién le odia y quién puede desear algo que usted tiene.

(CONTINUARÁ)


CAFÉ Y CIGARRILLOS PARA UN FUNERAL (Eva Santiago 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora