En el pasado de Zea...
—¡Eh, mira lo que te he comprado! —exclamó tío Karl.
—¿Qué es tío Karl? —pregunté entusiasmada.
—¡Ah...! ¡Es una sorpresa! —llevaba una bolsa, la cual contenía una caja envuelta en papel de regalo de ositos panda. Se puso de cuclillas para estar a mi altura, siempre lo hacía cuando era pequeña—. Oye, sube y ponte ropa cómoda, ¿vale?
—Vale. ¿Para qué?
—Ya lo verás —corrí por las escaleras y me vestí a la velocidad de la luz—. ¡Ya estoy!
—¡Vámonos al parque! —me cogió en brazos y me abrazó.
—¡Sí!
Una tarde de verano, el séptimo verano de mi vida. Siempre que paseaba con tío Karl, le cogía de un extremo de la camiseta, me daba seguridad. Y él siempre se enfadaba porque se la arrugaba, pero yo lo seguí haciendo. Por mi culpa siempre tenía que apartar un montón de camisetas de otro que no estaba arrugado cuando las recogíamos del tendedero. Anduvimos hasta que llegamos a un banco y tío Karl soltó la bolsa encima de éste.
—Ábrelo.
—¡Ja, ja! —fui feliz hacia el regalo. Despedacé con delicadeza el papel de ositos, me daba pena romperlo, la verdad. Y cuando lo abrí—: ¡Hala! ¡Unos patines! ¡Era justo lo que quería!
—Así además practicarás deporte.
—¡Gracias tío Karl! —salté enganchándome a su cuello y le besé la mejilla. Me senté para ponerme los patines—. A ver...
—Che, che, che. Ponte las protecciones.
—Jo, vale —estaba tan entusiasmada que no miraba por mi seguridad. No me parecía importante llevarlas porque había visto a muchos chicos y chicas de mi edad o así—. Ya está. ¡Vamos tío Karl! ¡Vamos, vamos!
—Bien. Pon así las piernas para mantener el equilibrio —me puso las piernas un poco zambas—. Ahora intenta moverte haciendo que cada pierna vaya a un lado. Fíjate en mí —hizo una pequeña demostración, claro para él era fácil, sabía patinar.
—¡Uah! —me resbalé, pero tío Karl tiró de mi brazo para parar mi caída.
—Si quieres aprender de verdad, te vas a llevar por lo menos toda la tarde acostumbrándote a los patines y para mantener el equilibrio.
—Aprenderé de una forma u otra.
Nos pasamos tal y como él dijo, aprendiendo toda la tarde. No podía mover ni un pie sin que me cayera al acto. Finalmente...
—Oh... Tío Karl, ya le he cogido el truco.
—¡Eso es, muy bien!
—Creo que puedo seguir —le solté.
—¡O-oye! ¡Cui...! —no me advirtió más. Estaba patinando, sola. Sin caerme.
—¡Mira tío Karl, puedo patinar! ¡Lo conseguí!
—¡Bravo! —corrió hasta alcanzarme.
—¿Cómo... cómo se frena ahora?
—¡El pie derecho tiene un freno! ¡Úsalo, pero poco a poco! —y así fue como hice—. Vaya, para ser la primera vez que patinas no está nada mal —me acarició el pelo despeinándolo un poco.
—¡Ha sido genial!
—Me alegra que te haya gustado. Pero ahora hay que irse a casa. Es tarde, pececito —era un mote con el que me llamaba porque años atrás me había llevado a un acuario y no paraba de decir "pececito". Me gustaban las especies marinas y en la actualidad también.
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Ángel de la oscuridad
Acak•(Editando)• Siempre que nos hablan de la religión, pensamos en Dios, la Biblia o los demonios. Nunca me ha gustado la religión, no creo en Dios ni soy católica. Todo lo contrario, atea hasta la muerte. Si de verdad hubiera un dios todo poderoso qu...