Capítulo 10

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RITA
(Rita)

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—Por Annie —dijo Bianca, y alzó su jugo de mango—. Y por su exitosa sección.

—Por Annie —secundó Lorena.

Jessica se limitó a levantar su vaso; estaba incómoda.

Las chicas habían faltado a sus actividades extracurriculares y estaban en el sótano, en la editorial junto a otros escritores, celebrando a Annie; era miércoles y los periódicos aún estaban vendiéndose. Más lentamente, pero aún lo hacían: la venta real había sido el lunes por la mañana. Bianca dijo que había sido uno de los periódicos más vendidos del año, pero Anneliese no estaba tan segura de que hubiese sido gracias a ella. Esa semana, NOSOTROS, HOY había publicado un montón de cosas nuevas.

Además..., estaba arrepentida de haber escrito eso.

Al principio, cuando comenzó a tener éxito, cuando sus compañeros comenzaron a preguntarle sobre el libro, se sintió contenta, casi halagada, pero esa misma noche, durante la cena, sentada frente a Angelo...

Él la había besado, lo había descubierto mirándole el pecho a través de la camisa mojada —¡él había acariciado su cuerpo!—, y, ¿ahora ella se ponía a escribir insinuaciones sexuales sobre él, recomendando un libro medio erótico?

Estaba segura de que su —repentino, estúpido y fugaz— valor para hacerlo, e incluso la inspiración, habían sido producto de las palabras de Bianca: "El periódico se vende un poco más cuando aparece él", había dicho ella, y Annie lo creyó adecuado en ese momento. Ya no. Y no pensaba volver a repetirlo.

—Estaba ese cupón anunciando lo del perrito atropellado —recordó Anneliese, modesta.

La semana anterior, un gran danés había sido golpeado por un auto fuera del liceo y Bianca había estado haciendo recolectas para pagar su cirugía —Bianca Mattu era rescatista de perros y, siempre que podía, se valía del periódico para su causa—.

La futura editora sacudió la cabeza, rechazando el argumento de Annie:

—He recibido un montón de correos sobre tu... sugestiva sección. Les gustó la manera en que hablaste del libro —miró a otro lado, torciendo un gesto algo cómico, y añadió—: O tal vez imaginarse a tu hermano teniendo sexo, da igual: les gustó.

Laura y Rita llegaron una hora más tarde, cuando la segunda terminó su práctica con las animadoras. Llevaban con ellas pizza y seis Coca-colas de cereza. Jessica no comió ni tocó nada.

—Annie —le susurró Rita, al oído, cuando se sentó a su lado—, ¿podrías quedarte un rato, cuando todas se vayan? Me gustaría hablar contigo.

Intrigada, Anneliese no respondió, sólo frunció el ceño.

—Necesito hablar contigo —insistió la animadora—. Es importante. ¿Podrías?

—Claro —aceptó la rubia, curiosa.

Poco luego, cuando las chicas comenzaron a irse, Annie envió un mensaje a Matteo, pidiéndole que la esperara —Raffaele había asignado a Matteo como el chofer escolar de sus hermanos menores, era su trabajo, así que, si quería dinero, debía llevarlos y recogerlos cada día..., pero la verdad era que, aunque sí los llevaba, casi todo el tiempo los regresaban a casa su tía Irene o el chofer de Raimondo, o el de los gemelos—.

—¿Te espero, Annie? —preguntó Jessica, percatándose de que su prima se quedaba junto a Rita.

—No —la rubia sacudió la cabeza. Sus rizos rubios se agitaron.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora