Parpadea varias veces antes de abrir los ojos por completo. Los párpados pesan después de las ocho horas que cada día Leah regala al sueño. Retira las sabanas blancas de sus desnudas piernas, pero en seguida vuelve a taparse. Hace mucho frío. Gregory, su tranquilo y dormilón gato siamés, se acurruca a su lado mientras Leah coge el libro de poemas que se encuentra en su mesilla de noche. Enciende la vela de vainilla, y elige un poema al azar.
LOS SUEÑOS
El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.Antonio Machado
Precioso. Como todos y cada uno de los poemas que ha leído en ese libro hasta ahora. Ya no tiene frío. Se recoge el pelo en un moño mal echo y se dirige a la cocina para preparar su café mañanero. Una vez hecho, lo sirve en su taza favorita y se sienta en el mirador de la ventana. Greg se tumba a su lado y vuelve a quedarse dormido, mientras Leah observa la lluvia invernal caer.