Un día más.

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Otra tarde lluviosa en la que hace un calor de perros. Estaba harta de este pueblo, del clima, de la gente chismosa, de lo aburrida que era mi vida, odio la rutina. Me despierto, me preparo, voy a trabajar, voy a mis clases de pole art y de vuelta a casa. No tengo muchos amigos, hace tiempo que no tengo tiempo ni ganas. Era una buena bailarina, y tan solo practico pole art desde hace un año, pero ya voy para la elite. Tenia un buen trabajo, una buena casa, un novio súper atento, guapo y magnifico, ningún problema de salud, ningún problema familiar, una carrera por delante... Aún así no estaba satisfecha, nada hacía vibrar mi corazón de emoción. Tampoco es que alguna vez haya sido una persona conformista, siempre queriendo más, y más... Pero, ¿qué más? Ni yo lo sabía.

Había sido un día tranquilo en el trabajo, a decir casi perfecto. Vivía a 20 minutos del trabajo, prácticamente al lado. En el camino, siempre hacía lo mismo: prendía un cigarrillo y me ponía los auriculares para escuchar los Arctic Monkeys, la canción 505 sinceramente me hacia trasladarme a otro mundo. Al llegar a casa dejo el bolso, y voy directa al baño a pegarme una ducha, luego comer algo rápido y ligero para ir a entrenar. Mientras pongo la música a todo volumen, me encanta que vibren las paredes. Normalmente cojo la guagua, pero hoy me apetece caminar, aunque se que me arrepentiré a los 10 minutos, no aguanto el calor. Si, estamos a noviembre, y aun así hace un calor asfixiante. Bienvenidos a Tenerife. Muchos querrían vivir aquí, dicen que es un paraíso, yo en cambio sueño con el día en el que me vaya de aquí. En mi vida he viajado mucho, pero hay algo que siempre me hace volver.
Le dejo un plato preparado a mi madre, no es gran cosa ya que no se cocinar, pero no mata. Salgo de casa, quedan 40 minutos todavía, puedo ir tranquila. Me gusta observar a las personas cuando voy por la calle con los auriculares, mirar las caras graciosas sin escuchar de seguro conversaciones forzadas, porque al final ya se habla por hablar, no nos paramos a pensar sobre lo que decimos, parecemos maquinas automáticas, sin sentimientos. Quizás sea por eso que ya no frecuente a nadie, el único que quiere verme es mi novio y no tengo ni ganas, es muy aburrido, siempre lo mismo, lo "correcto". Estaba cansada de ser una esclava mas de la sociedad. Cuando único podía estar conmigo misma y revelarme, era cuando estaba en la sala de baile yo sola, frente al espejo, con la musica alta, tanto que ni yo podía escucharme. Una rebeldía interna que transmitía a través de movimientos atrevidos, de lágrimas, sudor, esfuerzo. Solo ahí me sentía libre, y estaba a 10 metros de conseguir esa libertad.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2015 ⏰

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