Muerte

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El chico de sonrisa continua se había acercado al borde del cielo, giró la cabeza a mirar si no habría nadie quien podría detenerlo en su caída y decidió caer. Miró girando la cabeza de un lado a otro y sintió una brisa de aquellas que se sienten cuando el rayo del pecho se enciende y las lágrimas no se detienen. No sabía aún si sería la mejor o la peor decisión que pudo haber tomado, pero la estaba haciendo, no había problemas.
La caja de píldoras en su mano y el impulso por tomarlas; ya están dentro, su saliva ayudó mucho en su entrada, eran veinte pastillas para dormir, de las cuáles el efecto sería inminente, vedado y placenteramente perfecto. El salto al vacío y el grito retumbaron los oídos del silencio, la llamarada hecha arcoiris, la luz hecha oscuridad, el grito convertido en llanto y el arrepentimiento y la culpa hechas remordimiento, todo acabaría pronto y en tan poco pensó demasiado: no podría dejar todo así, no podría permitir la depresión de sus allegados, el probable suicidio de su mejor amiga, las angustias de sus padres y su total separación, las culpas puestas y echadas en la mesa, repartidas sobre cada uno de ellos en cada frío y desnudo almuerzo que tuvieran, las miradas de miedo y frustración al pensar en lo ocurrido; el dejar de lado el amor y la felicidad por conocer. Se había arrepentido tan pronto pero estaba cayendo tan rápidamente que casi todo era inminente, deseó conocer lo que aún no había conocido pero temía conocer, una voz en su caída le dijo que no existían ambos, que el amor implica felicidad, porque una felicidad sin amor no es amor y un amor sin felicidad no es feliz, en parte si nadie lo iba a amar nunca por el problema que implicaba (que realmente era), el cual era más grande que todo sentimiento, porque la llenura de problemas no había convertido su vida problemática, sino que la problemática lo había hecho un problema entero, el cual el amor no podía solucionar y la mejor ayuda no podría acabar, el final del cumplimiento, terminó en un susurro que le decía que continuara, que la solución había concluido y el problema había acabado ya.

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