Capítulo Uno

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—Venga, maricas ¿Por qué no os tomáis una copita aunque sea?—dijo el rubio evidentemente ebrio señalando a ambos chicos con su dedo tembloroso, mientras se sostenía de una de las sillas para no caer.

—No, tío. Así estamos bien— declinó Vegetta, quien no era la clase de persona que bebía alcohol hasta quedar tirado en una de las calles del vecindario para terminar violado por un vagabundo en algún callejón de mala muerte. Miró a su compañero en espera de una respuesta hacia la petición que su amigo ebrio les había ofrecido.

Willy rió nervioso. Quería rechazar la oferta, sin embargo nunca venía mal divertirse.

—Una copita no es nada ¿no? —sonrió ampliamente, mientras le pedía al cantinero un pequeño vaso con whiskey y éste enseguida lo preparó. Por algún motivo Samuel no esperaba aquella respuesta, pero a fin de cuentas eso no era de su incumbencia, Guillermo era ya muy mayor y no necesitaba que lo cuidaran.

—Ese es nuestro Willy— dijo Rubén, totalmente extasiado a causa de la bebida, tomando al menor por los hombros y sacudiéndolo con entusiasmo.

La noche siguió su curso.

Guillermo bebía copa tras copa, tras botella.

El alcohol comenzaba a apoderarse de su cuerpo.

La música retumbaba en sus oídos de tal forma que se había convertido en zumbidos.

Rubius y Mangel improvisaban una especie de danza que consistía en extraños movimientos al azar en compañía de dos chicas pelirrojas y de buen cuerpo que habían conocido en la pista de baile, mientras que Frank, Luzu y Alex bailaban entre ellos riendo con cada estupidez y emocionándose cuando su canción favorita sonaba en los altavoces.

Samuel era el único sobrio entre ellos y quizás en todo el lugar. Seguía sentado en una de las bancas frente a la barra del mini-bar, mirando como todos a su alrededor se divertían cantando, bebiendo y bailando excepto él. Estaba cansado del bullicio desquiciante del lugar, el horrible aroma de cuerpos sudorosos y aquel humo ficticio que irritaba sus ojos. Intentaba comprender cómo él había terminado accediendo a ir con ellos a un lugar así, conociendo a la perfección que lugares como esos le desagradaban. En ese instante lo único que pensaba era lo mucho que quería irse a su casa para dormir cómodamente en su pequeña cama. Sin alcohol, música ruidosa y gases falsos.

Miró por unos instantes a sus amigos divertirse, y rió al ver cómo Rubén había derramado el contenido de su vaso de Vodka en la blusa de una de las chicas que estaban junto a él. Tomó su chaqueta del respaldo de la silla y caminó hasta ellos dispuesto a avisarles de su partida. Frank lo observó acercarse e hizo un ademán para que bailara junto a ellos.

—No, ya me tengo que ir, chicos— gritó para hacer sonar su voz sobre la música. Alex rodó los ojos y golpeó con sus caderas el costado de su cuerpo, incitándolo a moverse—. Que no, tío.

— ¿Tan pronto? — cuestionó Luzu, moviendo su cabeza de forma absurda al ritmo de la música. Samuel se alzó de hombros.

—Sí, la verdad ya estoy cansado y dejé unos vídeos preparados que tengo que subir temprano.

—Tú siempre trabajando, Vegetta—alegó Mangel, quien se unió a la plática. Samuel le dedicó una sonrisa de disculpa—. ¿Dónde está Willy?

Los chicos se giraron en todas direcciones en una rápida búsqueda de su amigo por el lugar, hasta que Rubius, con un hipido que no podía controlar, habló.

—Él fue al baño desde hace rato.

— ¿Enserio, desde cuándo? — preguntó Mangel curioso. El rubio llevó su mano a la frente, intentando pensar con claridad para no responder cualquier tontería. Meditó largos segundos para después contestar.

imposible ; wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora