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"El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta 'el modo imperativo'. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz."

- Jorge Luis Borges.

"Me basta mirarte para saber que con vos me voy a empapar el alma"

- Julio Cortázar




Y cuando levantó la vista de las fisuras del pavimento, la vio. Allí estaba, años después, bajo las frías gotas del alma de la ciudad; sin paraguas, cómo no. Y al verla, Daniel sonrió como solía hacer en tiempos que creía olvidados.

En esos tiempos la tienda de dulces no tenía tanta demanda y siempre era un gusto ir, comprarse uno (si eras suertudo comprabas dos, nunca tres) y dejar que el paladar te llevara por el camino con explosiones de colores. Era una época en la que el Club de Lectura y Recreación seguía vigente. Pero por sobre todo, era una época en la que fue terriblemente joven. Recordarla era recordar la inocencia de los buenos días.

Vivía en el departamento con vista a la plaza de las Luces; dioses, qué bella que era esa plaza. El departamento, ahora, estaba clausurado por desuso, lúgubre y atemporal, dejándose mermar por las gotas de lluvia. Justamente iba saliendo de aquel departamento cuando Laura hizo el comentario que, si no es el causante de todo, fue la primera pieza de dominó que ocasionó el derrumbe de todas. "Vamos a por un café, ¿te parece?" en aquellas noches su voz era suave y sonaba como quería.

Asentí.

Sí, creo que así comenzó. Eso fue todo lo que hizo falta para causarme placeres que hasta hoy no he vuelto a encontrar, dolores que me son difíciles de contar y, partiéndome el corazón, me hizo conocer a una mujer como ninguna otra.

Cerré la puerta y deslicé el seguro.



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