En mi izquierda, en la palma de esta izquierda, en la cual el rojo que la mancha es el producto de mis sospechas y mi venganza. Presióno con fuerza el antiguo motor de tu aún cálido cuerpo, la fuente de tú y yo, un tú y un yo que acaba con el carmesí de ti pintando mi cuerpo, este piso, nisiquiera los gritos detuvieron el frío en mi derecha, el metal cromado y afilado. Lo sé, lo sé, él que penetro en ti como un beso en medio de una tormenta, me emociona y me sanciona.
Me envuelven las sopechas
Me envuelve la tristeza
Me desespera tu inmutes
Me alegra el por siempre
Pero me repugna que no pueda disfrutar este momento.
No desesperes, no hables aunque no puedas escuchar al perro encerrado y amordazado que ladra y pide perdón, llora sangre por ti como yo lo hice mientras acariciaba con una botella de olvido mientras tú aquí acariciabas a otro animal.
Un perro que acabará como muchos, como tu y como yo como acabo este eterno amor.
