-- Suena como un tio muy enrollado. -- admití recordando todo lo que me había contado de él.
-- Lo es. -- asintió. -- Es una lástima que se haya ido a casa de sus abuelos por un mes. Allí no tiene la mitad de amigos que tiene aquí.
-- ¿Dónde viven sus abuelos?
-- En Australia.
Me volví para mirarle, sin dejar de caminar, con los ojos más abiertos. Gerard volvió su cabeza en mi dirección a su vez, sin entender por qué había actuado así.
-- Mi sueño es poder ir allí, y si pudiera vivir y tener un trabajo no podría pedir nada más.
-- ¿En serio? -- preguntó, alzando una ceja. Yo asentí. -- Tampoco es nada del otro mundo. Solo hay canguros y desiertos.
Le di un empujón, aunque apenas le moví del sitio. -- ¡Oye! Eso no es verdad. Hay muchas más cosas.
Él rió. -- Cierto, olvidaba las montañas.
Me crucé de brazos con la boca abierta sin poder creer que lo dijera en serio.
-- Era broma, era broma. -- alzó sus manos. -- Tenías que haberte visto la cara. -- rió.
Negué con la cabeza, sin poder camuflar la sonrisa de mi rostro.
-- Bueno... ha sido agradable ir contigo. -- sonreí mirando a todas partes menos a él parándome frente a mi casa.
-- Lo mismo digo, Kat. -- dijo, y estaba segura de que también sonreía.
Quería decirle que ya nos veríamos, pero la vergüenza me hacía mantener mi boca cerrada.
Sabía que quedarme callada aún sería peor, pero tenía la esperanza de que diera de notar lo extrovertido que era en estos momentos.
Llamé al timbre en cuanto recordé que me había dejado las llaves dentro. Esperaba que hubiera alguien en casa, o quedaría muy mal.
-- ¿Estás segura que hay alguien ahí dentro? -- preguntó balanceándose con sus manos entrelazadas por delante cuando pasó un tiempo y nadie abría.
-- Pues completamente segura no estoy. -- reconocí con cierta timidez.
Gerard abrió su boca cuando finalmente pude ver la cara familiar de mi hermano por la ranura de la puerta.
Sonreí cogiendo aire para saludarle, cuando volvió a darse la vuelta alejándose un poco de la puerta.
-- ¡Iré te guste o no! Ya soy mayor de edad y no tienes ningún derecho a decirme lo que tengo que hacer. -- gritó Ashton.
-- ¿Cómo que no? ¿Se te olvida que por mucho que crezcas vas a seguir siendo mi hijo? ¡Te prohibo que vayas a esa fiesta, y mucho menos con esa... chica!
-- ¿Cómo que esa chica? ¿Qué problema tienes? ¡Ni siquiera la conoces!
-- ¡No me hace falta conocerla para saber que tú vales mucho más que ella!
-- Bryana, se llama Bryana, y yo decido quien vale más que yo y quien no.
Crucé una mirada con Gerard, quien parecía asombrado ante los gritos de quienes supuestamente han vivido juntos durante toda su vida, y quienes deberían hablar las cosas de forma más civilizada.
Las manos me temblaban a ambos lados de mi cuerpo mientras me quedaba quieta sin saber cómo reaccionar ante esto. Se me había secado la garganta de pronto.
-- No quiero que una chica te ciegue como para que no veas que solo va detrás de ti por interés.
Abrí mis ojos sin poder creer que mi madre le estuviera diciendo eso. Ni siquiera yo había oido hablar de esa chica, así que dudo mucho que le haya dado tiempo a mi madre a sacar conclusiones tan... acusantes.
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No confies en los fantasmas || Luke Hemmings
Fiksi PenggemarSolo una chica normal, en una casa no tan normal.