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-¿Estás seguro de esto Harry?

-No ¿Tú lo estás?

-Tampoco.

Harry y Ron estaban parados frente a la vieja cabina telefónica con los cristales quebrados, que era la entrada de visitantes al Ministerio de Magia. Habían actuado en modo automático desde que habían despertado, ambos con la ingenua idea de que camino a la reunión acabarían convencidos de que aceptar la propuesta de Kingsley era lo mejor que podían hacer. Salieron de la Madriguera muy temprano, sin despedirse de nadie para evitar preguntas que no iban a poder responder o regaños (de parte de Hermione) que no ayudarían para nada.

-Veremos qué pasa- murmuró Harry abriendo la puerta de la cabina- Es decir, no es un contrato de por vida, ¿o no? Escuchemos lo que nos tengan que decir y luego... decidimos.

Ron asintió con la cabeza y lo siguió dentro. Harry tomó el auricular con las manos sudándole de nerviosismo e hizo lo mismo que vio hacer una vez al señor Weasley cuando este lo acompañó a su vista disciplinaria en quinto grado.

Seis, dos, cuatro, cuatro, y dos.

-Bienvenido al Ministerio de Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita- les habló la voz de una mujer.

-Bueno... Harry Potter y Ronald Weasley, tenemos una invitación de Kin... del Ministro.

-Señores Potter y Weasley, por favor cojan una chapa y colóquensela en un lugar que pueda ser visible.

Ron se estremeció por el tintineo dentro del teléfono y se cubrió los ojos cuando las chapas se deslizaron por la rampa metálica que en situaciones normales devolvía monedas. Esos objetos muggles a veces ponían demasiado aprensivo al pelirrojo.

Mientras la cabina descendía bajo tierra, la voz de la mujer les advirtió sobre el chequeo de sus varitas y les deseo un buen día.

-Esto siempre es mejor que los inodoros, ¿no crees?- manifestó Ron mientras ponían los pies en el vestíbulo del Ministerio.

-Sólo si eres visitante- repuso Harry, pero antes de obtener una respuesta, un mago de avanzada edad que surgió de una de las chimeneas de la pared, le agitaba la mano con regocijo.

-¡Señor Potter! ¡Un gusto conocerlo!- saludó alborozado y luego giró hacia Ron- ¡Señor Weasley! ¿Usted también por aquí?

Las demás magos y brujas que iban y venían por el vestíbulo se detuvieron para observar la escena y de un momento a otro, los chicos se hallaron rodeados de personas que querían estrecharles la mano. Harry no quiso ser descortés así que respondió a cada saludo con una sonrisa tímida, mientras observaba a su alrededor buscando a alguien que pudiera librarlos del aquel tumulto. Ir al Ministerio sin el señor Weasley no había sido una muy buena idea.

El guardia que estaba en el puesto de Seguridad tuvo que intervenir para dispersar un poco al gentío aglomerado en torno a los chicos y ellos aprovecharon una pequeña brecha para salir a toda prisa y meterse al elevador.

-Es como si quisieran un pedazo de nuestra carne, ¿te diste cuenta?- declaró Ron recostando la espalda sobre la pared del fondo mientras el ascensor se movía- El viejo aquel casi me arranca un mechón de cabello junto con mi cabeza de lo emocionado que estaba. Me aterré...

Harry se río por la expresión de su amigo. Él mismo había sufrido ese exceso de atención por varios años ya y aún no se acostumbraba a que le quisieran quitar los brazos en cada saludo que daba.

-Segunda Planta. Departamento de Seguridad Mágica- anunció una voz parecida a la de la cabina y la reja dorada que hacía de puerta, se abrió.

-Bueno...- musitó Harry con resignación- Henos aquí.

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora