Capítulo 18

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Gustav aun no creía lo que había pasado, no podía concentrarse en clases, no podía siquiera dormir, todo lo que habitaba en su mente eran las brutales imágenes que había presenciado hace unas horas.  

Tenía un plato de comida delante de él, Maggie lo había calentado y se lo había servido hace ya media hora, pero es que simplemente no tenía hambre, ni siquiera podía estar presente, su mente estaba volando en los recuerdos de anoche, sentía las lágrimas picar en sus ojos cada vez que recordaba y se hacía un nudo en su garganta al pensar en sus amigos. 

No recordaba como había echado a correr tan rápido y lanzarse encima de Georg apartándolo de Bill, tampoco recordaba los golpes que le había dado para que lo dejase en paz, no recordaba ser jalonado por los guardias por los corredores hasta las habitaciones, no recordaba como había logrado meterse en la cama y dormir, o quizá no durmió por voluntad propia, lo más seguro era que lo habían drogado y lo habían puesto a dormir para que dejara de gritar y llorar.

Estaba en estado de shock y lo único que podía ver en sus recuerdos, era a Bill debajo de Georg, rogando que le dejara en paz, a Tom peleando por liberarse del agarre de Frank y sus amigos, la desesperación y el pánico en sus ojos por no poder defender a su gemelo.

Sentía asco. 

Apartó el plato y se levantó de la mesa con expresión neutra, ni siquiera le importó que los guardias le gritaran que volviera a su lugar y terminara de comer porque él ya había atravesado la puerta del comedor y se dirigía a su pequeña y mugrienta habitación. 

Tampoco le apetecía estar ahí, no podía tener privacidad por compartirla con al menos 20 chicos, entre ellos, Tom y Bill. 

Pasó de la habitación, no le apetecía encontrarse con nadie. Subió las escaleras, ni siquiera notó que había subido cuatro pisos y ya se encontraba en la azotea, se sentó en el borde y comenzó a mover sus pies de adelante hacia atrás.

El cielo estaba nublado, las nubes grises se cernían sobre su cabeza y los truenos se dejaban escuchar cada pocas veces, abajo se veían los grandes campos verdes y húmedos,  más allá, casi ocultas estaban las tumbas clandestinas que simplemente se identificaban por los tubos que hacían de cruces. 

¿Cómo es que había terminado ahí?

Su hogar era pequeño, humilde. Su madre trabajaba muy duro para darles comida diario y un techo bajo el cual dormir, Gustav no se quejaba, él era feliz a su manera, tenía un hermano menor con el que jugaba todo el tiempo, lo cuidaba y siempre trataba de enseñarle a ser un buen hombre aunque él fuera apenas un niño de 10 años. Su niñez no había sido nada fácil, había tenido que lidiar con el hambre cuando su madre no lograba traer el dinero suficiente a casa para alimentarlos y Gustav le dejaba su plato a su hermano sin que su madre viera. 

Ella se acostaba temprano para evitar los dolores del hambre y solo bebía un vaso con agua o té, la sopa que Gustav daba a su hermano era más agua que fideos y tenía que apagar las luces para que su hermano no lo notara y no pidiera más.

Su padre los había dejado cuando eran aun más pequeños, quizá Gustav apenas había entrado al kinder y su hermano tendría 2 años, muy pequeños para saber lo que estaba pasando, muy pequeños para entender y así estaba bien. Su madre no quería preocuparles por sus problemas, pero el tiempo paso y Gus entendía todo. 

Ver a su madre salir cada noche a vender su cuerpo para darles algo que pudieran comer, para pagar su educación y sobre todo para poder cuidarlos. El lugar en donde ellos vivían eran los barrios bajos de Stuttgart y la delincuencia estaba a la orden del día. Ella temía no volver después de trabajar.

Y recordaba perfectamente aquella noche de diciembre. Su madre había salido temprano a trabajar, eran cerca de las 9 pm cuando ella cerró la puerta de casa dejando dormidos a sus dos pequeños hijos, Gustav se levantó de la cama y se asomó por la ventana, el cielo nublado no le dejaba ver las estrellas. Paseó su mirada por la habitación y suspiró. Su cuarto era pequeño, tan solo tenía la cama en la que dormía y una pequeña caja de cartón con sus pertenencias, y un juguete casi deshecho en el suelo que su hermano solía jugar. 

El pequeño niño dormía plácidamente en la cama de Gustav, a él no le molestaba compartir, le gustaba la compañía que tenía. Regresó su mirada a la ventana y ya había comenzado a nevar. 

Su madre casi nunca se llevaba un suéter con ella. Gustav bajó a la cocina para asegurarse que lo había llevado consigo a ese precioso abrigo que su padre le había regalado un mes antes de abandonarlos, pero no, este seguía sobre el respaldo de la silla del comedor. 

Lo tomó entre sus manos y suspiró, no quería que su madre pasara frío, así que pensó en llevárselo. Cogió las llaves de la puertaluego de ponerse un par de tenis viejos y sucios y dio un último vistazo a la sala, su mirada se detuvo sobre uno de los cajones de ropa, donde su madre guardaba un arma solo para cuidar a sus hijos un poco mejor, no sabías quien podría entrar a tu casa en las madrugadas y ella solo quería cuidarlos, Gustav suspiró y sacó del cajón el arma, estaba cargada con una sola bala y eso le bastaba,la guardó entre el cinturón de su pantalón y su piel, no creía  pero era solo por seguridad propia. Salió, acomodó su chaqueta y emprendió el camino calle abajo. 

Las calles estaba obscuras y frías, la nieve las hacía resbalosas y aun más peligrosas , le daba miedo pasear solo por ahí, nunca antes había salido por la noche, su madre lo mataría si se enterara.

El alboroto se escuchaba por toda la cuadra, algo estaba pasando en el bar donde su madre solía trabajar, Gustav, asustado corrió para ver que estuviera bien, en cuanto llegó se congeló en el suelo, a unos cuantos metros de él su madre era golpeada por un hombre, tiraba patadas a sus piernas y gritaba que era una puta y que merecía morir.

Gustav no supo que hacer, no se detuvo a pensar y simplemente corrió para ayudarla, quizá si no lo hubiera hecho su destino habría sido distinto pero su madre habría muerto. 

Se lanzó sobre aquel hombre y aunque lo superaba en tamaño y fuerza, no se detuvo, lo aventó contra el suelo y lo pateó repetidas veces pero él hombre no se quedó en el suelo, en cuanto pudo, empujó a Gustav al suelo.

-¡Basta! - Gritó su madre horrorizada.- ¡Gustav, vete. Vete Por favor, amor! - Gritó y rogó a su hijo mayor, él la miró aun sin saber que debería hacer.

Aquel hombre se limpió la sangre de la boca con la mano y miró enrabietado a Gustav, listo para matarlo y quitarlo de el camino, este retrocedió asustado y se levantó del suelo con dificultad. Sus piernas temblaban y su corazón estaba tronando en sus oídos. Su madre seguía en el suelo con las prendas de ropa hechas jirones, el maquillaje corrido y descalza. 

Y de un momento a otro la ira lo llenó y tenía el arma en las manos.

De ninguna manera iba a permitir que dañaran a su familia.

Y disparó.

Se limpió las lágrimas, recordar era duro. Escuchar los gritos horrorizados de su madre al ser arrastrado por un oficial de policía hasta la patrulla y los llantos de su hermano menor abrazado a las piernas de su madre sin lograr comprender lo que estaba sucediendo. Hacia años que no sabía nada de su familia, no sabía si estaban bien, si habían logrado salir de los barrios bajos como su madre le prometió hacer la última vez que lo vio.

Quería creer que su hermano estaba cursando una buena escuela y que su madre había conseguido un empleo en una pequeña cafetería que pudiera ayudarla con los gastos y... Simplemente quería que estuvieran con vida.

Se levantó del alféizar, limpiando sus mejillas húmedas con el suéter, para enfrentarse una vez más a su realidad. 

-Hey Gus, el comandante te busca...

Gracias por leer, votar y comentar <3 Copito and I



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