Leyendo por ti

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Disclaimer: Hetalia Axis Powers pertenece a Hidekaz Himaruya.

Advertencias: Temática slash (hombre/hombre).

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Lovino Vargas nunca había sido bueno en el trato hacia las demás personas, se le dificultaba expresarse como quería y siempre terminaba por crear malentendidos y discusiones innecesarias. Incluso era capaz de contar con los dedos de una mano la cantidad de personas con las cuales se llevaba bien. Por ello, desde que había entrado al instituto y gracias a los consejos de algunos profesores, se decidió por una carrera universitaria que lo mantendría alejado la mayor parte del tiempo de otra personas y, a su vez, cerca de una de las cosas que más le gustaban junto a la cocina, los libros. Sus padres no se sorprenderían cuando les comunicó que estudiaría Bibliotecología y documentación, así que lo único que hicieron éstos fue felicitarle por su decisión y apoyarle en lo que considerara necesario.

Cerca de su cuarto año de carrera, fue recomendado por un profesor para ser ayudante de una de las bibliotecas asociadas a la universidad, un privilegio que solo se le otorgaba a los mejores estudiantes. Gustoso aceptó la oferta puesto que serviría a modo de práctica para ganar experiencia y además dinero, así que pronto comenzó a trabajar a medio tiempo en el lugar.

Como lo había imaginado, además de hablar con el encargado de la biblioteca y con uno que otro funcionario, era poco el contacto que tenía con otras personas, lo cual le agradaba bastante. Si alguien se le acercaba por ayuda era tan fácil como derivarlo hacia otra persona y asunto solucionado. Si insistían le indicaba la sección donde creía que encontraría lo que buscaban y volvían a dejarlo en paz. Lovino siempre pensaba que aquella era la mejor carrera y aquel el mejor empleo que se podía tener.

O al menos pensaba eso hasta que aquel chico apareció.

El primer recuerdo que tenía de aquel chico fue durante un viernes que llovió intensamente.

Desde el inicio de esa semana que en los noticieros habían anunciado precipitaciones, pero los días pasaban y los pronósticos no se cumplían, así que el último día Lovino optó por dejar el paraguas en casa ya que solo lograba abultar su mochila y, como suele suceder en estos casos, justo ese día llovió todo lo que los otros no.

Lovino se detuvo justo en el vestíbulo de la universidad, mirando hacia ningún punto en específico, intentando dar con una solución.

Por lo general no le molestaba empaparse con la lluvia, el problema ahora es que tenía unos informes impresos guardados en la mochila además de unos libros prestados, y no podía permitir que se mojaran. También debía tener en cuenta que tendría que estar todo el resto del día en la biblioteca con la ropa húmeda y seguro que terminaría por coger un resfriado.

Sacó su teléfono del bolsillo y comenzó a recorrer la lista de contactos rápidamente, subiendo y bajando una y otra vez pensando de quien podría aprovecharse. Sus padres estarían ocupados en sus trabajos, así que era imposible. ¿Su abuelo? A pesar de que era una opción no le gustaba la idea de tener que hacerlo salir, además de que podría enfermarse también. ¿Algún amigo? ¿Siquiera tenía un amigo que saldría de la comodidad de su hogar solo para ir a dejarle un paraguas? Probablemente Antonio lo haría, él solía hacer todo lo que Lovino le ordenaba. Cuando era pequeño aquel comportamiento le causaba intriga, pero con el tiempo perdió el interés en saber y en cambio, comenzó a aprovecharse de ello.

Lovino sonrió y deslizó el botón para que se iniciara la llamada. El tono empezó a sonar, y así fue durante un largo rato hasta que por defecto se inició la grabación del buzón de voz. Lovino cortó al instante, no le agradaba eso de ir dejando mensajes de voz a todo el mundo. Intentó una segunda vez pero obtuvo el mismo resultado.

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