Permanezco sentada sobre el duro banco de madera, ¿cuánto tiempo llevaré allí? No lo sé. El frío viento que la noche trae consigo me golpea en la cara, haciendo que me estremezca un poco. Levanto levemente la mirada y, entre los árboles que acarician las nubes, veo la luna que dibuja un perfecto círculo brillante en el firmamento. Escucho el sonido de las hojas de los árboles meciéndose por el viento. Suspiro. Un sentimiento de nostálgica se apodera de mí. No recuerdo como llegué allí, solo sé que corrí, necesitaba huir, estar sola. Una fuerte ráfaga de aire hace que mi pelo se alborote, mi pequeña bufanda de algodón roja salga volando y, que las hojas marchitas de los árboles que reposan en el suelo levanten el vuelo para acabar de nuevo en el césped.
Me pongo en pie, camino hacia la bufanda que ahora permanece colgada de la rama de un árbol y la recupero. Me coloco la prenda alrededor de mi cuello y entonces me doy cuenta. Mis mejillas estaban húmedas. No podía soportarlo más, dejé que las lágrimas corrieran por mi cara ahora fría por culpa de la humedad.
Me agacho, rendida ante el sentimiento de angustia que se apoderaba de mí, rodeo mis rodillas con mis brazos, abrazándolas.
¿Por qué?
Esa cuestión rondaba en mi cabeza desde hacía ya rato, no entiendo el motivo de ese suceso. Cuando al fin consigo relajarme y recuperar la poca compostura que me quedaba, me quedo mirando al suelo, clavo mi mirada en un escarabajo negro azabache que camina sobre una hoja. Cae de ella. Se queda boca arriba. Lucha. Lucha para ponerse en pie, para lograr seguir adelante. No lo consigue, necesita ayuda. Agarro una hoja del suelo y empujo al insecto, que huye hasta quedar oculto entre ej césped. Tal vez lo que yo necesito es un pequeño empujón para seguir adelante. Necesito pasar página y continuar con mi vida.
Sí, la teoría me la sé, pero ¿y ahora? No tengo a nadie que me apoye, ellos...se fueron. Todo lo que tenía...se esfumó.
Pienso, pienso en mi hermano pequeño, y en sus diez años recién cumplidos, recuerdo su sonrisa y como decía alegremente a la vez que dejaba ver el hueco entre sus dientes de sus dos paletas ausentes en ese instante: "hermanita, ya soy un chico mayor, ya tengo dos números en mis años." Recuerdo a mi madre, riendo a la vez que acariciaba el pelo del pequeño: "pronto alcanzaras a tu hermana y serás más alto que ella." Los dos reían, felices.
Lloro, sus sonrisas se han borrado de este mundo, para siempre.
¿Por qué?
Si tan solo les hubiese convencido de que se quedaran. Si tan solo hubiese podido estar con ellos más tiempo para retrasar su salida. Si tan solo aquel borracho no hubiese decidido coger el coche. Si tan solo algo de eso hubiese pasado, seguirían aquí, conmigo.
¿Por qué?
El mundo es caprichoso, no es feliz si no hace infeliz a los demás. El mundo es caprichoso, pero yo lo soy aún más. Los quiero a mi lado, los necesito.
Me pongo en pie, me seco las lágrimas de los ojos y me voy, quién sabe a dónde, quién sabe si volveré, lo único que sé es que me voy y posiblemente, nunca volveré.------------------------------------------------------
Muchas gracias por leer este único capítulo de esta historia. Se me ocurrió la idea y quería plasmarla en un relato corto, ¿que les ha parecido?