Es verano. Que sea verano implica que todo el mundo lleva ropa colorida y más bien corta. Todos menos yo.
Pantalones cortos decoran las calles. Bueno, más que pantalones cortos, podrían ser definidos como un tipo de ropa interior vaquera. Quiero decir, muchas personas van enseñando la mitad del culo. No tengo nada en contra de ello, no me tachéis de machista. Por favor, ni siquiera lo penséis. Me da escalofríos. Yo soy el primero que defiende la libertad de llevar lo que quieras sin importar lo que opinen los demás. Pero eso, más que pantalones son bragas vaqueras. Las cosas como son.
Que yo parezco un muerto andante también es decir las cosas claras. Eso sí: prefiero mis pintas de zombie a llevar esas ridículas bragas.
Avanzo por el centro de la ciudad completamente vestido de negro. Por si fuera poco, mis pantalones son largos. Examinando a todos los que me rodean, veo que soy el único que no va enseñando las piernas. Adorno todo esto con unas gafas de sol que ya podéis adivinar de qué color son. Cualquiera que me viera pensaría que vengo de otro planeta. Muy bien, Alejandro. Lo has vuelto a hacer.
Me gusta el negro. Adoro el negro. Esto no quiere decir que sea gótico. No tengo una forma de entender la vida como la de los góticos. Es simplemente que me gusta el negro. Sin etiquetas. Me apasiona la sobriedad y elegancia que desprende, aunque que yo no hago mucho uso de ella con mis vaqueros y mi camiseta sin mangas.
La música me golpea contra los tímpanos mientras ando deprisa entre la multitud, evitando chocarme con algún que otro viandante que aún no ha comprendido que se anda por la derecha. Por favor, que alguien les explique a estas personas que todo sería más cómodo si cada uno anduviera por su derecha.
Mi móvil me avisa de que poner al máximo volumen la música podría provocarme problemas auditivos. Demasiado tierno. Mi móvil se preocupa más por mí que mi propia madre. ¡Viva la tecnología!
Presiono aceptar para eliminar el aviso. Agradezco a mi móvil la preocupación pero, ¿qué me importa quedarme medio sordo dentro de cuarenta años si ahora puedo andar con la música a todo volumen, sintiéndome el rey de esta ciudad?
La música fuerte mientras andamos tiene el poder de crear monstruos, monstruos que piensan que andan como Madonna en alguno de sus videoclips, pero realmente parecen patos mareados. ¿Seré yo así? Tonterías. Diva se nace, no se hace.
Oigo gritos a mi espalda y bajo con disimulo el volumen de la música. También aminoro el paso, para poder oírlos con mayor cercanía.
"Muerto viviente"
"¿De qué cementerio te has escapado?"
"¿A qué funeral vas?"
Sonrío al escuchar las palabras y me quito los auriculares de los oídos. Dejo de andar y me giro para ver a la persona que me dedica todos esos piropos.
Lleva una camiseta sin tirantes de Ramones. ¿Sabrá quiénes son? Maldita sea, cuánto daño ha hecho el postureo.
Me mira vacilante, casi sonriendo, como si estuviera orgulloso de que sus palabras hayan conseguido que me detenga y le mire. Está esperando que me ofenda, pero en vez de eso, le dedico una amplia sonrisa. Cómo se nota que insultar es gratis, pero si quería juego, lo tendrá.
-¡Vengo del entierro de tu madre! -le grito mientras sonrío.
Muchas personas se giran para ver qué está pasando, pero no me importa. Quiero que me oigan. Nadie me hundirá por ser como soy.
La sonrisa desaparece rápidamente de su cara y se asienta el desconcierto. No te esperabas eso, maldito hipster, ¿verdad?
Espero unos segundos su reacción, pero no llega. Con la sonrisa aún como bandera en mi cara, vuelvo a colocarme los auriculares despacio.
She wants revenge - Tear you apart.
Le doy incluso más volumen que antes.
Con la sonrisa triunfal, me despido con la mano de mi agresor. Abre los ojos como platos mientras ve como me giro.
Aficionados, pienso.