El reflejo del ciervo

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Casi puedo jurar que fue real.

Tanto, que mi mente piensa en la posibilidad de que aquel extraño sueño fuese real, y escribir esto es parte de un sueño.

Estaba en el bosque comiendo unas deliciosas bayas color rojo intenso, disfrutando del canto de las aves, cuando un ruido estruendoso hizo que se echaran al vuelo, algo se movía detrás de los arbustos, <<cazadores>> pensé. Todo se colmó de quietud por un instante. Y de pronto ¡bam!, esta vez no me quedé esperando, la bala pasó de largo a centímetros de mi cuello. Y entonces entendí: yo, era el blanco.

Comencé a correr desesperadamente, mi corazón palpitaba muy rápido, la sangre corría por mis venas inyectadas de adrenalina, las hojas crujían bajo mis pies, salté todos los obstáculos que se cruzaban en mi camino, me sentía en medio de una maratón, no tropecé ni una sola vez, mis piernas eran ágiles, jamás había imaginado que fueran así, y es que jamás había estado corriendo por mi vida.

Sentía la muerte pisándome los talones, se había convertido en mi sombra, me miraba a la cara y en su infinito silencio se burlaba de mí. La muerte olía a rosas, o era el ambiente, no lo sé, pero había un intenso aroma a rosas y ni una maldita rosa cerca de mí. Escuché el murmullo de un río y decidí correr hacia ahí, giré hacia la izquierda de golpe y salté una rama caída de un gran sauce llorón, mi perseguidor no era tan ágil así que calló de bruces, el arma se disparó, me detuve y me concentré en mi cuerpo, tratando de encontrar algún indicio de dolor, pero nada, solo miedo. Volteé la cabeza sobre mi hombro y vi al hombre, que yacía junto al sauce sobre un charco de sangre, miré con atención el arma que llevaba en la mano.

<<No dejes el dedo en el gatillo>> recuerdo que escuché alguna vez a alguien decir <<no dejes el dedo en el gatillo>>.

Sentí pena por el hombre, la muerte no se había burlado de mí, lo había hecho de él.

Llegué junto al arroyo y miré al cielo, tan igual como siempre, sin inmutarse, y luego miré al agua, me acerqué para beber un poco y vi el reflejo de un ciervo, pero a mi alrededor no había nada, ahí solo estaba yo, el bosque detrás de mí y una ardilla.

Ahí no había ningún ciervo.





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