Lugar en conflicto

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Los habitantes enloquecidos corren a sus refugios, el clima cambio muy de golpe. El gato negro aprovecha la ocasión de experimentar aquel mundo poblado de seres extraños que caminan en dos patas y lo que mas sorprende es que mantienen un buen equilibro sin tener una cola.
El pequeño minino tan ágil e intuitivo se tropieza con un humano. Éste queda sorprendido. El ser extraño lo mira fijo, hipnotizado lo suficiente para llevarselo a su hogar y nadie se entere que fuese un gato negro.
Nadie lo vio, nadie la siguio pero al llegar a su casa la familia sospecha lo que le ocurría.

La niña cierra la puerta con llave su habitación y el felino la observa curiosamente pensando si atacar o tomar la situación con calma. Ambos son iguales, él con pelaje negro y ella con cabello negro muy largo hasta la cintura. El minino siente una atracción, ella un poder. Hasta que el padre abre la puerta de una patada.

— Qué... ¿Qué es eso?, ¿Es lo que creo que es?
— Papá, lo he encontrado en el camino.
-— Vieja... nuestra pequeña niña es bruja. — agarra el gato sobre el cuello.
— No papá, no le hagas daño... — trata de llegar hacia el pequeño minino saltanto. — ¡Dale!  — sigue saltando y de repente llega su madre.
— No, tú no, m'hija. Es todo lo que pido.
— Que los dueños no se enteren...  — amenaza con la mirada a su mujer. — ...pero este gato no sobrevive.
— ¡Papá, no! — llora la niña — Es bueno. En serio.
El gato muerde al hombre y húlle hacia debajo de la cama.
— Agh... ¡Gato de mierda! Ven aquí...
— Papá, déjalo.  Capaz no le gusta que lo agarren así. — La niña va hacia la cama para buscar el minino. — Ven, gatito.
— M'hija no creo que sea buena idea tener esa clase de gato. — la niña sigue buscando el gato pero ésta no alcanza — Ya sabes... Traera mala suerte en la familia y es lo que menos queremos aquí.
— Mamá, lo he encontrado estaba solo. No lo iba a dejar ahí para que lo pisoteen.
— Agh... — refanfanea el hombre — A ese gato quién lo va a pisar. Suficiente es de mala suerte. — hace un gesto agitando la mano.
— Papá quiero tener al gato. Lo cuidaré y no saldrá de la casa.

El padre se queda pensando. Por un lado, era buena idea, y por el otro, mala idea porque si los vecinos descubrían que invade un gato negro en la casa y sobretodo en la aldea, eso sí alertaría a todos los ciudadanos ya que mandarían a la horca a su pequeña junto al gato.

Después de horas decidió que el gato habite en la casa con la condición de que sí defeca en la casa, se lo manda a la horca sin excepción. La niña asintió con la cabeza y acepto el trato pero buscaba la idea de un rinconcito secreto para que su padre no se diese cuenta dónde defeca.

La peste negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora