El almuerzo.

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Toda la historia empieza en este simple hecho; el almuerzo. Desde ese día, nada fue igual.

Cuando cumplí mis siete cortos años de vida, la mejor idea que tuvieron mis padres para festejar "este momento tan especial en la vida de toda la familia", fue invitar a almorzar a todos los conocidos. Los amigos de mi mamá, los de mi papá, toda la familia, e incluso los vecinos.

¡Nota!: Según mi mamá, nunca fui del todo...¿normal? Es decir, siempre insistió en que tenía algo especial; en que era muy madura, y en que tenía pensamientos súper profundos. Algo de sentido tenía, quizás por eso me aburría con todas las nenas de mi edad, que jugaban con las barbies mientras yo armaba rompecabezas, jugaba con los rastis, o leía libros que llevaba al jardín. Obviamente todas mis compañeritas creían que era la persona más antisocial del mundo entero, y no podían entender cómo no podía divertirme jugar a las muñecas con ellas. Simplemente era diferente.

Los únicos niños de mi edad; estaban del todo ocupados en sus asuntos: mientras los niños jugaban fútbol con una pelota desinflada, las niñas jugaban con las muñecas, como de costumbre. El resto de la gente invitada eran adultos. Y todo fue así de aburrido. Casi.

Un rato más tarde llegaron otros amigos (esta vez, comunes de mamá y papá), y acompañándolos, sus dos hijos; Bautista y...Hernán. Hernán me llamó la atención inmediatamente. Tenía cuatro cosas interesantes: 1) unos hermosos ojos verdes, 2) tenía mi edad, 3) venía escuchando música (buena música) y 4) un libro en la mano. Y no, no podía creerlo. Era rarísimo ver un chico, de mi edad, leyendo. Quizás él también era diferente...¿como yo?

Llegó, y fue el único, junto con Bautista, que se acercaron a saludarme por mi cumpleaños.

Entonces me quedé charlando con Hernán.

Leía historias de María Inés Falconi (se había recontra leído los once libros de "Caídos del Mapa"), cuentos cortos de Ricardo Mariño y varios libros de Alfagüara Infantil. Yo también había leído varios cuentos de los que me nombró; platicamos al respecto y compartimos nuestras opiniones.

Cuando terminó la fiesta (alrededor de las 5:30 de la tarde) mis papás me llevaron a tomar un helado. Me había resultado bastante extraño, porque teníamos que ordenar toda la casa, y además porque últimamente mamá no se sentía muy bien. Me dijeron que me tenían que contar algo.
Acepté, claro, porque a casi todo el mundo, casi siempre le viene bien ir a tomar un helado.


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⏰ Última actualización: Oct 22, 2015 ⏰

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