Harry, te quiero.

347 17 0
                                    

La luz tenue que el televisor brindaba, lograba iluminar gran parte de la sala y de nuestros rostros. Lo observé, Harry estaba sentado junto a mí en el sofá, aún con su ropa irresistible que utilizaría en la fiesta de ese viernes por la noche si no fuera por su oferta hace unos minutos atrás. Se lo ve sereno y cómodo, concentrado en la televisión y manejando el control buscando alguna película, mientras que yo me siento inquieta. Lo tengo en mi casa, y estamos solamente nosotros. Su brazo rozándome, provocando que un rayo eléctrico me recorra todo el cuerpo. Comencé a sentir frío.

—Prepararé te, ¿quieres?— le ofrecí, parándome y escapando de su lado. 

—No, gracias— respondió, retirando la vista de la televisión y ahora, mirándome a los ojos. Su color era diferente, más oscuro y sombrío, aunque con el mismo brillo de todos los días. Había algo diferente en él, el enigma de sus ojos tratando de advertirme de algo que seguía sin comprender. Sus luceros, cómo los de un puma apunto de cazar. Se veía tan diferente a todas las veces que lo había visto anteriormente, ya sea en el colegio o en la casa de Liam. Su tez pálida y tiesa, como la porcelana. Era hermoso. A pesar de la oscuridad de la casa, lo veía como un ángel.

Caminé hacia la cocina, dejando atrás aquellos diamantes esmeralda con los que tanto soñaba. Sentí que hacerme el té, era una especie de distracción, quería darme un respiro. Sin embargo, debía enfrentarlo. No entendía cual era mi problema con los muchachos, si continuaba así, dudaba que no terminaría como la vieja loca llena de gatos de Los Simpsons. 

Saqué un sobre de té de una caja de madera lleno con ellos de diferentes sabores. Tomé una taza con el dibujo de Tom & Jerry adornándola, adoraba esa taza. El pitido de la pava comenzó a sonar, advirtiéndome que el agua ya había hervido. Volqué agua en mi taza, mientras que salía humo de ella. Estaba caliente, perfecto. Eché unas cucharadas de azúcar, saqué el saquito de té y revolví con la misma cuchara un poco, disolviendo el azúcar. 

Giré con cuidado y tratando de no apoyar el pie derecho, aún el tobillo me dolía. Casi se cae mi taza al verlo a Harry apoyado sobre sus codos y su cabeza sobre sus manos, en la mesa de mármol situada en el centro de la cocina, sentado sobre uno de los bancos. Me observaba sonriente. Bien, eso era extraño. Pero se lo veía tan tierno, me quedé algo estupefacta. Nadie nunca me había mirado como lo hacía él, quizás era la intensidad de sus ojos lo que me hechizaba, o simplemente, era todo él. Su presencia, de algún modo, me alegraba el corazón. Le sonreí, feliz por haberlo conocido. 

—Me has asustado. ¿Seguro que no quieres?— confesé, y le ofrecí nuevamente mi especialidad: té. Negó con la cabeza, aún sonriente.

—Linda taza— dijo observando el recipiente ardiente que sostenía en mi mano. La miré también, el dibujo del ratón siento perseguido por gato sobresaliendo del fondo blanco. Sonreí al recordar como había obtenido esa taza. Niall, cuando éramos pequeños, me la había regalado para mi cumpleaños. Sonreí inconscientemente al recordar al niño de cabello rubio corriendo por mi jardín en mi fiesta de cumpleaños, yo siempre observándolo desde lejos. Supongo que por eso la adoraba tanto.

—Me la ha regalado Niall cuándo éramos pequeños— le comenté. La sonrisa desapareció rápidamente. ¿Es qué siempre todo giraba al rededor de él? Debería pensar realmente en olvidarle. Recordé la idea que se me ocurrió en la casa de Liam, asegurarme de alguna forma de que él no sentía nada por mí, convencerme. Pero, ¿cómo? Todavía no lo sabía. «Todavía no lo sabrás, no ahora. ¡Tienes a Harry al frente! Concéntrate» por fin opinó la vocesita que llevo adentro, y por primera vez, no puedía estar más de acuerdo con ella. Sin entender que buscaba yo de Harry, sin saber con que propósito, obedecí. 

Me senté en un banco frente a él, al otro lado del mesón. Sonrió inmediatamente, presumiendo sus encantadores hoyuelos. Adoraba cuándo esos huecos se formaban en sus mejillas cada vez que sonreía, se lo veía tierno y feliz. 

Its Gotta Be YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora