Capítulo 87: Las ironías de la vida

272 28 4
                                    

Comprendía de alguna manera el extraño fetichismo que Akashi le guardaba a tan afilados y peligrosos objetos, pero lo que no llegaba a concebir en su totalidad es, ¿qué demonios estaban haciendo aquel par de tijeras a escasa distancia de las almohadas de la cama? Y sobre todo, ¿por qué poseían esa sospechosa coloración carmesí, como si las hubieran empleado para un asunto turbio?

Kise sacudió la idea de su mente, porque seguramente estaban manchadas de algo más. Era imposible que Akashi hiciera algo como eso. Si bien había intentado ensartarle las tijeras a Kagami hace unos años atrás, ésa no era razón suficiente para sospechar de él y pensar que había asesinado a alguien con esas tijeras. Era ridículo, ¿no?

Prefirió pasar por alto como eso y prosiguió en su curioseo.

Lo siguiente que llamó su atención fue aquella fotografía sin marco que descansaba sobre la litera de la cama. La cogió entre su mano derecha y le echó un vistazo. Se trataba de Akashi, luciendo impecable en aquel traje negro y pecando de serio. No obstante, ¿quién era su hermosa acompañante?

¿Y esta chica...?¿Acaso es la novia de...? —sacudió su cabeza, eso era imposible. Es decir, era más viable que llovieran cerdos del cielo, que se ganara la lotería o que Aoi le confesara su amor eterno a que un disparate como ese fuera posible—. Seguramente son amigos de la infancia o algo así —depositó la fotografía donde estaba y se postró frente a la gran panorámica que esa enorme ventana le permitía apreciar—. Realmente debe ser genial vivir en un sitio como éste.

Tocaron a la puerta un par de veces antes de que lograra abrir. Al parecer se trataba de alguien que estaba entregándole un paquete a Akashi. Firmó de recibido mientras el repartidor accedía a la habitación con aquel diablito en manos. Lo que le hayan traído al pelirrojo era tan alto como él. ¿Pues qué se supone que era?

Y como su curiosidad era proporcional a su atractivo, no pudo evitar leer cada una de las etiquetas que esa caja de madera poseía. Ninguna le decía que era por la llana razón de que estaba todo en italiano y no comprendía nada de nada.

—Ryouta —ése fue el pelirrojo metiéndole el susto de su vida al rubio. Le faltó poco para gritar como una nena.

—¡Akashicchi, por favor, no me metas esos sustos!

—Gracias por recibir mi paquete —se dirigió hacia su preciada adquisición y empezó a buscar algo con qué abrirla. Claro, las tijeras siempre son todo terreno.

—¿Qué se supone que es?

—Un obsequio —dijo sin mucha importancia—. Viene desde Italia.

—Es lo que noto.

—Pronto verás de qué se trata, Ryouta —sonrió tenuemente. Por alguna razón a Kise le daba más miedo cuando sonreía y no sabía las razones de ello.

El rubio no era un ignorante, de hecho sabía muchas cosas que el resto de la gente no conocía. Pero lo que estaba viendo frente a él le desconcertaba por completo. ¿Qué se supone que era eso?¿Cómo alguien podía mandar eso de obsequio?

—Es lo que conocen como Doncella de Hierro. Un instrumento supuestamente utilizado para la tortura y la ejecución —en cuanto la abrió el rubio pudo sentir cómo cada fibra de su ser se estremecía de miedo. Es que esa jodida cosa poseía unos pinchos muy largos y puntiagudos.

—No creo que debas...conservar ese tipo de cosas. Mejor devuélvela.

—Eso es algo inadmisible, Ryouta. Es un regalo y no puedo rechazarlo, sería de mala educación. Además, siempre he querido una de éstas pero acá en Japón nunca pude conseguirla.

Addicted to U [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora