Primer día

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Las nuevas estudiantes corrían por los pasillos alborotadas y tímidas a la vez. Cada una con una sonrisa de incertidumbre en el rostro.
Me sorprendía ver como cada año era lo mismo, las jóvenes estudiantes se abrazaban unas a otras en un maravilloso reencuentro, a otras no les paraba la boca y unas cuantas más solo observaban el lugar como si no lo reconocieran. Lo cierto es, que en ese momento, el instituto para Señoritas no podría pasar desapercibido. Las paredes relucientes con su color caoba brillante por el barniz recién puesto, el piso reluciente, los pupitres recién pintados, el inmobiliario nuevo y en general el instituto convertido en otro. Karina se había encargado en remodelarlo todo después de...aquel incidente.
Caminé por los pasillos y observé a una chica que me sonrió y después me guiñó un ojo. Era muy guapa y llevaba la falda mas corta de lo que estaba permitido, sin duda tendría problemas mas tarde. Le Sonreí de vuelta y seguí mi camino. Crucé por el pasillo lateral para llegar hasta la oficina de Karina, pero antes de que pudiera hacerlo, me topé con una muchacha de pelo oscuro que estaba de espaldas a mí. En una mano llevaba una maleta y una hoja de papel, en la otra llevaba una esfera de vidrio con el paisaje de Roma. Volteaba a todas partes, como si estuviera buscando algo. Sin duda era nueva en ese lugar, a juzgar por su cuerpo desorientado, y su cabeza volteando a todas partes, sin saber a donde girar o a quien preguntar por su habitación. Eso me dio un poco de lastima, no acababa de comprender porque sus padres las mandaban a aquel lugar tan apartado de sus vidas normales, tal vez lo consideraban algo que les haría bien a futuro, pero ¿Que no se daban cuenta de todo lo que les estaban privando al meterlas a un lugar en donde ni siquiera había chicos, que no fueran de mantenimiento? En donde lo único que aprenderían seria la disciplina y la responsabilidad, no podrían ir a fiestas ni salir de compras, simplemente no podrían tener una verdadera adolescencia. Y no es que el internado fuera un reformatorio, pero en aquel lugar si que eran estrictos, no permitían ninguna desobediencia o cualquier actitud indebida, incluso se les proporcionaba un manual a las de primer ingreso con todas las normas del Instituto Magdalena. Tampoco es que me preocupara demasiado, tenía cosas más importantes de las que ocuparme. Aunque debo confesar que ver a aquella muchacha perdida había hecho surgir ese sentimiento de compasión en mí que pensé estaba extinto, me hacía pensar en que había muchas chicas que realmente no eran felices en aquel lugar, porque echaban de menos sus antiguas vidas, y que se lamentaban al saber que aquello no volvería hasta que por lo menos cumplieran la mayoría de edad, y comprendían que para entonces tal vez seria demasiado tarde para recuperar lo perdido.
La muchacha no se había dado cuenta de mi presencia hasta que toqué ligeramente su hombro, ella se giro rápidamente, tan exaltada por mi repentino toque, que terminó soltando la pequeña esfera de vidrio que sostenía en las manos.
Fue en ese instante en el que desee con todas mis fuerzas que no lo hubiera hecho, que no me hubiera mirado, porque cuando se dio la vuelta y logré ver su rostro, cada uno de sus hermosos rasgos, sus ojos, su boca, su nariz, su pelo....Me quedé totalmente helado, tieso en mi lugar. El único músculo capaz de moverse en aquel momento era el corazón, que latía en mi garganta con aquella misma fuerza que hace años no lo hacía, estaba desembocado ante el reconocimiento de aquel hermoso rostro. ¡Es ella! Es ella, es ella. Fue lo único que pensé en ese momento, y mi mente no dejó de repetirlo, susurrando una y otra vez su nombre.

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⏰ Última actualización: Aug 10, 2016 ⏰

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