-¿Piensas que eres el padre del año? Porque estás muy equivocado.- digo al chico del que, en su momento, he estado enamorada de el.
-Natalie...- dice en un suspiro- Solo quiero saber si las dos niñas que hay en el coche son mis hijas. He vuelto para estar con ellas.- mira hacia abajo, como si quisiese darme pena, pero le va a resultar imposible que todo el odio que siento por el, se cambie en unos segundos por pena.
-Esas dos niñas eran tus hijas hasta que te largaste dejándome sola, ¿vale? Y no intentes darme pena, esas dos niñas llevan mis apellidos desde el día en el que nacieron, ese día en el que tu no estabas a mi lado o preguntaste por mi aún sabiendo que salía de cuentas ese mes.
Quería gritarle que era lo peor que me había ocurrido en mis 18 años, que no quería verlo más y insultarle hasta que me quedase sin aire o sin insultos que gritarle.
No podía creer que, después de todo el daño que me había echo dejándome una simple carta diciéndome que necesitaba irse a otro lado cuando yo estaba embarazada, dejándome tirada con dos bebés.
-¡Joder, Natalie! ¿Por qué haces todo tan difícil?- escucho decir mientras entro en el coche.
Le enseño mi dedo corazón y cierro la puerta del coche.
Es la primera vez que lo veo desde hace seis meses y me ha sacado de quicio desde la primera palabra que ha dicho. No puedo creer que aparezca después de haberme dejado tirada, aunque mejor dicho, después de habernos dejado tiradas.
Me gustaría pensar que esto quedará aquí, pero si algo sé es que Kevin no va a dejarlo estar en lo que acaba de pasar en el aparcamiento del supermercado.
¿Pretende ser el padre del año? Porque está muy lejos de serlo.