Victoria llega al edificio donde vive con su padre, Alicia y Marc desde hace poco más de un mes. Vive en un pequeño piso, con lo justo para cuatro personas, aunque los dos adultos no pasan tiempo allí, apenas.
Comienza a buscar, en el bolsillo pequeño de su mochila, las llaves de la casa, que les confió su padre al siguiente día de la mudanza, contando con que era una chica responsable, que jamás las perdería ni se les olvidarían en cualquier lado.
Pero hoy... es diferente. ¿Dónde están? No puede habérselas dejado en el piso. ¿Y ahora, cómo entra? Encima queda poco para las tres, hora a la que había quedado con los chicos. El Burger King no está muy lejos de su casa, pero aún tiene que subir, cambiarse de ropa y peinarse en condiciones.
¿Qué hace ahora?
Bueno... hay una posibilidad... es casi imposible, pero... podría llamar a Marc para que le abriese, ya que el chico volvió a su casa después del partido.
Decide hacerlo, ¿qué otra opción le queda?
Marca el número. Duda un instante, pero pulsa el botón de realizar la llamada. Contesta al quinto toque, cuando la chica casi iba a colgar.
-¿Qué quieres? -Por su voz, la chica supone que se acaba de despertar. ¿Se ha pasado la mañana durmiendo?
-Marc, abre la puerta, se me han olvidado las llaves arriba.
Su respuesta tarda en llegar, pero cuando habla, Victoria se arrepiente de haberle llamado.
-Eso es problema tuyo.
-Marc... -No sabe qué decir. -Por favor, ábreme, he quedado dentro de poco y no quiero llegar tarde. Marc, te juro que es la última vez. Por favor, en serio, abre...
Está desesperada. Pero el chico, de mala gana, se dirige al portero automático y pulsa el botón de abrir la puerta.
-¿Ya? -Dice de mal humor.
-Sí... muchas gracias.
El chico cuelga sin decir una palabra.
Sube por el ascensor, ya que vive en un quinto y no quiere correr, demasiado ha tenido ya con el problema de la llave...
Pero, ¿qué ha pasado con Marc? Antes le había dado las gracias por la felicitación, y ahora casi la deja en la puerta del edificio toda la tarde. Y no cree que sea únicamente por despertarlo. Aunque con ese chico, nunca se sabe.
Llega a la puerta de la casa, que ya ha abierto su hermanastro. Se lo encuentra andando rápidamente, vestido y peinado, como si fuese a salir.
-¿Vas a algún lado? -Le pregunta Victoria.
-A donde a ti no te interesa. Y tú te quedas vigilando la casa.
-¿Qué? No, yo voy a salir también.
-¿Con quién vas a ir, si acabas de llegar al instituto?
La chica lo mira con odio.
-Con Tris, Allan y esa gente.
Marc se queda callado y acaba por decir:
-Iré contigo, pues. Yo también iba a ir con ellos, pero veo que ahora tengo que ir para estar pendiente de ti. Y me llevaré las llaves, cosa que tú no haces.
Victoria asiente, de mal humor. No le da tiempo a peinarse ni a cambiarse, así que se dirige al ascensor de nuevo, y se mete dentro, sin comprobar si él la sigue o no.
Abajo, descubre que el chico ya ha llegado. ¿Cómo es posible? ¿Tan rápido es para bajar cinco pisos de golpe?
La chica nota la vibración del móvil en el bolsillo, y lo comprueba. Allan la está llamando.
-Hola, Allan.
-Eh, ¿vienes o no? Solo quedáis por venir Marc y tú, si es que él va...
-Eh... sí, creo que va. Bueno, es que... va conmigo. -Lo dice en voz baja.
Allan se queda callado. ¿Por qué con él?
-Está bien, no tardéis. -Y cuelga.
Lo ha dicho de mal humor, se le ha notado mucho. ¿Es posible que...? No, no lo cree. Ha pasado muy poco tiempo desde que lo conoce, no cree que ese chico se haya enamorado de ella.
Sacude la cabeza y sigue andando, con Marc detrás.
Apenas tardan cinco minutos en llegar al Burger King, donde se encuentran a Tris, Sofia, Allan, Charlie, y un chico y dos chicas más, que ella no conoce pero su hermanastro parece saber quiénes son.
Tris se les acerca y le dice a su amiga:
-Perdón por no haberte avisado de que vendrían, los vi a la salida y se lo propuse...
-No pasa nada. -Sonríe. -Me llamo Victoria, ¿y vosotros?
La chica rubia, con el pelo largo y rizado hace las presentaciones:
-Yo soy Clara, ella es Chloe y el chico Tato.
-Ah, tú eres el futbolista... te he visto en el partido, lo haces bien. -Le dice al último.
Tato sonríe, y le dice al grupo:
-¡Bueno, vamos a comer, que tengo hambre!
Los chicos piden primero la comida, y luego van las chicas. En este momento, Allan se queda mirando a una de ellas. Charlie le da un codazo.
-¡Ay! Me has hecho daño.
El otro le sonríe. Al menos le ha servido para dejar de mirar a la chica.
Un rato después, mientras están comiendo, Victoria se levanta para ir al baño, pero cuando pasa por delante de Marc su ropa se engancha en la bandeja de comida y...
-¡¿Pero quién te has creído que eres?!
La chica está roja de vergüenza y muerta de miedo. Le ha tirado la coca cola encima a su hermanastro. Lo que le faltaba para enfurecerlo más aún. ¿Qué puede hacerle? Ese chico es capaz de pegarle, o quién sabe. Aunque, desde luego, motivo no le falta...
-Lo... lo siento muchísimo...
Él se levanta de la silla, con todo el vaquero lleno de coca cola, y la mira conteniendo la ira.
La chica se aleja corriendo. Parece a punto de llorar, pero con la que ha liado, no sabe qué más hacer.
Allan la sigue. La ve sentada en un banco, con lágrimas en los ojos y se sienta con ella.
-Toma. -Le ofrece un pañuelo. -Se ve que no habéis empezado con buen pie...
-No. -No le ha dicho que son hermanastros. Pero por alguna razón, quiere decírselo.
-¿Os conocíais de antes? Parecía que ya habíais tratado en otra ocasión. -Le pregunta Allan.
-Bueno... somos hermanastros. Mi padre se casó con su madre el mes pasado.
-¿En serio? Vaya. No me extraña que estés así.
Sin embargo, está algo más esperanzado. Si son hermanastros, no va a pasar nada entre ellos.
Aún tiene una oportunidad, aunque tendrá que ver cuándo la usa.
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