—Vamos Rocío, mójate un poco —digo, salpicando con agua a la chica sentada en el bordillo de la piscina, metiendo solo sus pies— No me dejes sola, anda.
—No estás sola, estoy aquí —se encoge de hombros y ríe, salpicándome de vuelta con su pie.
—Sabes a lo que me refiero —suspiro— Pero está bien, seguiré nadando yo sola, si me ahogo nadie podrá salvarme.
—Alba, eres una exagerada —continúa riendo, levantándose— Deja que al menos me quite la camiseta, ¿sí?
—Yay —sonrío y espero, dando vueltas por la piscina.Hundo mi cabeza en el agua y cuando vuelvo a sacarla me encuentro con la mirada esmeralda de Rocío, quien ya se había metido completamente en la piscina.
Empezamos a nadar, ya llevamos varios minutos en el agua. Rocío está en la parte más onda, así que me acerco a ella.—¿Quieres salir del agua ya? —pregunto, ella sacude la cabeza, negando como respuesta.
Miro un momento al cielo, ya anocheciendo, así que las luces de la piscina y las antorchas que decoran el jardín de mi casa están encendidas, iluminando todo. Cuando vuelvo a bajar la mirada hacia Rocío, esta pone sus manos en mis hombros y nos hunde a ambas en el agua.
—Serás tonta... —digo cuando salimos, riendo.
Ella ríe conmigo, aún con sus manos en mis hombros. Tomándola por sorpresa, la rodeo con mis brazos por la cintura y vuelvo a hundirnos. Cuando sacamos la cabeza del agua y tomamos una bocanada de aire, ella y yo estamos muy pegadas. Nos miramos, nuestras narices se rozan. Es ella que la que acorta la distancia que queda entre nosotras y une nuestros labios. Rápidamente sigo el beso y, cuando me doy cuenta, volvemos a estar en la parte de la piscina en la que el agua nos llega por el pecho, así que llevo Rocío hasta el bordillo y la pego a él, poniendo cada uno de mis brazos a sus lados, acorralándola.
Mi pierna derecha está entre las suyas, así que me atrevo a apretarlo un poco contra su zona, provocando suspiros de su parte. Bajo mis labios por su mandíbula hasta su cuello y succiono la zona, la beso y la muerdo levemente. Escucho un pequeño gemido por parte de Rocío, lo que hace que siga moviendo mi pierna entre las suyas. Ella se une al movimiento y mueve sus caderas contra mi muslo, haciendo que el suyo esté más cerca de mi intimidad, por lo que pronto ambas estamos danzando, la una contra la otra, disfrutando del roce.
El primer orgasmo nos llega a las dos juntas, después de unos minutos de choque placentero usando las piernas contra nuestra feminidad.—Soy tuya, Rocío —susurro cerca de su rostro, besando su mejilla— Siempre lo he sido.
—Eres mía —me besa en los labios— Y yo soy completamente tuya.Vuelve a besarme y esta vez el beso dura más. Muerde suavemente mi labio inferior antes de separarse y me mira a los ojos. Acaricio su pierna con mi mano por debajo del agua y ella se estremece ante el contacto. Es ella la que va hacia mi cuello esta vez, marcándolo. Mientras tanto, subo mi mano hacia su centro y lo acarició sobre la tela de su bikini negro. Ella gime y yo la miro, asiente, dándome permiso para introducir el primer dedo en ella. Grita mi nombre, saco mi dedo y lo vuelvo a meter, repitiendo esta acción lentamente.
—Más... —susurra contra mis labios— Por favor.
Le hago caso y añado otro dedo más, subiendo la velocidad de las embestidas. Sus uñas se clavan en mis hombros, pero poco me importa. Rocío mueve sus caderas y ella y mis dedos se vuelven uno.
—Alba... —gime, mientras se mueve, aumentando la velocidad— No aguanto más.
—¿Que quieres?
—Más... —gime de nuevo— Rápido.Mis dedos entran y salen rápidamente de ella, sin previo aviso, añado uno más. Rocío vuelve a gritar mi nombre por segunda vez.
—Estoy a punto de... —habla, pero la interrumpo antes de que acabe la frase.
—Hazlo —paro dos segundos el movimiento de mis dedos, para volver a embestirla bajo el agua— Córrete, vamos.Y no necesita más, un gran suspiro de placer se escapa de sus labios y me abraza.
Después de un rato, el suficiente para que Rocío se recupere, salimos del agua y nos envolemos en las toallas.—Me voy a duchar —aviso— ¿Vienes? —le mando un guiño y ella sonríe, pero asiente casi al instante.
—Recuerda que es tu turno.Esta vez, es ella la que me guiña el ojo y empieza a caminar hacia la casa. La sigo rápidamente, adentrándome en mi hogar por detrás de ella.
Que vergüenza ay diosito perdónenme por esto son las cuatro de la mañana