Capítulo 7

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Dani acaba de entrar por la puerta de la piscina y como si de un radar se tratase ha dirigido su mirada directamente a ella. Sus ojos se han encontrado y una fuerza irresistible les impide apartar la mirada.

Está tan guapa... Le encanta como le quedan esos pantalones naranjas, no entiende mucho de moda pero cree que se llaman degradados. Y su pelo... Lo lleva mucho más largo que la última vez, más claro también. Sigue lentamente el recorrido del cabello hasta llegar a las puntas. Se nota que el sol de principios de verano ha hecho bien su trabajo. Éstas están en un tono más rubio que el resto de su pelo, y eso realza esos increíbles ojos verdes que le vuelven loco. Diría que son los ojos más bonitos que ha visto.

El chico deja lentamente el monopatín en el suelo y, sin apartar la mirada de ella, se acerca con paso lento pero decidido. Sara permanece en silencio. Tiene miedo. Cree que toda la gente que se encuentra en la piscina en ese momento puede oír su corazón. Siente que se le va a salir del pecho. Tiene a Dani a pocos pasos de ella y no sabe cómo va a reaccionar. Ni él tampoco.

–Hola –dice él serio mientras le mira fijamente.

–Hola –contesta ella en el mismo tono.

– ¿Cuánto tiempo, no?

–Demasiado.

Un incómodo silencio, que dura más de lo esperado, inunda el lugar. Irene coge a Pablo y a Alicia de la mano y se los lleva fuera del establecimiento. La más pequeña se monta en su bici y se lanza cuesta abajo camino del parque. Pablo sin embargo espera a Irene y le dice que suba. La chica se monta en la bici y le agarra de la cintura a su amigo para no caerse. Éste da un respingo y un escalofrío le recorre la espalda. Se pone de pie sobre los pedales y rápido se aleja de allí.

Cuando los chicos se han ido, Dani le ha hecho un gesto a Sara para sentarse en la mesa más apartada del bar y poder hablar tranquilos, sin toda esa gente escuchando la conversación. Ésta ha asentido tímidamente con la cabeza y detrás de él, ha caminado hasta allí.

El camarero les trae una coca cola que Sara había pedido antes y les pregunta si quieren algo más pero los chicos niegan con la cabeza. Se les ha cerrado el estómago. Cuando Jaime se aleja de vuelta a la barra, Dani se lanza a preguntar aquello que parece quemarle en la garganta:

– ¿Por qué te fuiste?

"Genial, ha empezado fuerte" dice para sí.

– ¿Me estás tomando el pelo, no?

– ¿Qué? No.

–Pues lo parece.

–Sara, ¿se puede saber qué te pasa?

–No sé cómo tienes el valor de venir aquí a hablar conmigo y hacerte el tonto.

– ¿Hacerme el tonto por qué? –ya se está desesperando.

Sara suspira y mira para otro lado. El chico que tiene delante es un cobarde. Ese no es el Dani del que se enamoró. Él siempre admitía sus errores y nunca esquivaba los problemas ni se hacía el tonto. Porque no lo era. Aunque no puede decir lo mismo en presente.

De pronto una sonrisa irónica se forma en su rostro y vuelve a dirigir la mirada directamente a sus ojos.

– ¿Sabes? Pensaba que este momento iba a ser diferente. Que tú eras diferente. Pensaba que cuando te viera unas ganas irrefrenables de besarte me iban a inundar, pero no ha sido así, al menos desde que has abierto la boca. Creía que se me iba a escapar una lágrima seguida de un te quiero, que tú me abrazarías y me pondrías esa gorra que siempre llevas, o bueno, llevabas, ya veo que en eso también has cambiado –pone una mueca –Creí que me subirías al monopatín y los dos nos perderíamos. Juntos. ¿Pero sabes también qué pasa? Que la verdad es esta. Que eres un cobarde. Me hiciste mucho daño, Dani. No te puedes llegar a imaginar lo mal que lo pasé. Y ahora, cuatro años después, decido volver, hacer frente al pasado y cuando pienso que me vas a dar las explicaciones que me debes, te quedas callado haciéndote el tonto.

Dos amores de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora