Frank

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Cuando Frank cumplió nueve años quiso atentar contra su propia existencia en un acto frustrado y que siempre recordaría con bastante dolor. Él lo hubiera logrado, sin embargo, pero algunos factores se interpusieron en su cometido: Frank no lo planeo bien, él no pesaba mucho sin embargo los barrotes de la cama de arriba estaban muy putrefactos como para soportarlo.

Gerard era un observador lejano a todo esto, involuntariamente se quedó absorto con la situación. Era lo más fascinante que el haya visto en mucho tiempo. Sus labios titubeantes quisieron decir algo, (en forma de queja o agrado, nunca lo supo) pero estaba enmudecido y no podía apartar la mirada.

Frank pataleo unos segundos en busca de aire. Sofocado. Aterrado. La soga se zafo y él cayó al suelo.

Entonces Frank se arrepintió cuando vio el desastre que había causado y el desastre que era el mismo. El cuello le ardía violentamente, las manos le sudaban frio y comenzó a llorar sin consuelo alguno.

Su observador enmudecido se alegró de alivio por instante; No es que no haya querido intervenir, solo creía que de todos modos no iba a funcionar. Posteriormente sintió culpa: su amigo estaba condenado a permanecer vivo.

Gerard se arrastró lentamente de rodillas por la puerta hasta llegar a donde estaba Frank. Las monjas se darían cuenta tarde o temprano de lo que había pasado pero esperaba que se demoraran lo suficiente para que el castigo no fuera tan severo. El mayor apoyo su cabeza en el escuálido y escurridizo hombro de Frank mientras él lloraba.

-No llores Frank, Cuanto lloras siempre llueve... Ya está lloviendo mucho afuera. -Murmuro Gerard pero su compañero no pareció oírlo. De vez en cuando se secaba los ojos con la manga de la camisa sin poder detener los hipidos que lo atacaban.

-Mis lágrimas no son lluvia.

-Sí lo son. No te das cuenta porque estas triste, pero los días se ponen grises cuando lloras.

-Los días siempre son grises aquí, Gerard. -Murmura Frank girando su rostro húmedo hasta su hombro donde aún descansa Gerard. El luce muy sereno e inocente allí, sus ojos brillantes y verdes eran absorbentes. Frank suspira ante la cercanía completamente sofocado por la angustia.

-Es más oscuro para mí cuando estas triste.

Frank no dice nada cuando Gerard se incorpora un poco para quitarle la soga del cuello. El cierra los ojos cuando las manos huesudas del mayor rosan su cuello magullado.

-Hazlo Gerard. -Murmura Frank. Gerard lo mira sin comprender cuando su amigo insiste que sus dedos se aferren a su garganta. -Por favor...

-¡No! -Dice con voz ronca.

-Por favor Gerard. Corta el aire. Como el Boeing 307...

-El Boeing no mataba a sus amigos.

Ambos se separaron con violencia. Frank respiraba pesadamente, su llanto parecía haber sido reemplazado por enojo.

-Pero, yo solo... ¿Por qué me odias Gerard?

-¡No te odio! Lo último que quiero es verte sufrir. -Le asegura su amigo. -No lo entiendes, ¿A ti te gustaría que yo desapareciera?

-No. Nunca. Eres mi único amigo.

-Si tú desapareces. Entonces yo también, Frank. No lo intentes otra vez.

Frank suspiro recordando el vacío en su interior que simulaba aplacarse cuando Gerard llegaba. Gerard lo miraba esperando alguna respuesta que nunca llego, el menor se limitó a rodearlo con sus brazos débilmente sintiéndose apaciblemente menos extraño cuando lo abrazaba.

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