Cap 1.- Las flores no son oscuras.

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Cuando despertó no recordaba donde se encontraba.

El lugar que se apreciaba ante sus ojos, no parecía ser nada igual a donde recordaba haber estado la última vez consciente. Su cabeza empezó a dar vueltas. Imágenes borrosas se acumulaban en ella, sin embargo, ninguna le daba la respuesta que deseaba hallar.

El sitio, en particular, era un descampado. El olor a pasto llego a su olfato de inmediato. El aire frio desordenaba su cabello alvino. Sus ojos amarillo y morado percibieron que no había nadie aparte de él a su alrededor. Solo las montañas que parecían burlarse, y la brisa que azotaba cada minuto.

Se preguntó si la mafia de nuevo lo había secuestrado para tener el control de Kyouka. Un fuerte dolor lo albergo. Sin querer, estaba llorando. Casi al instante, recordó que ella había muerto hacía mucho tiempo: En manos de Akutagawa. Cerró con un puño su mano, y golpeo levemente el césped. La ira lo consumió por unos minutos.

Le pareció mejores, aquellas veces cuando volvía de la agencia, y encontraba a todos sus compañeros reunidos. Los intentos suicidas de Dazai, los regaños y gritos de Doppo, la serenidad pura de Ranpo, las practicas sádicas de Yosano, y el divertido Kenji siempre sonriendo.

Todos aquellos recuerdos comenzaron a doler en su pecho.

Decidido a acabar con ese dolor, se levantó mirando fijamente su entorno. Camino un par de pasos, hasta que todo en frente suyo comenzó a desvanecerse. Volvió a gritar, sin embargo, el espacio donde se hallaba ahora, estaba consumido por la oscuridad.

La persona que se encontraba sonriéndole desde el otro extremo, pareció reírse. Los rostros desfigurados de sus compañeros se encontraban al lado suyo. Esta vez, la ira lo termino por albergar.

El chico de ojos oscuros arrojo sus látigos en forma de serpiente hacia él. Los ojos relampagueantes de aquellos monstruos deseaban asesinarlo.

Se abrió paso entre la oscuridad, intentando que esta no lo comería vivo. Sin embargo, un látigo atravesó su estómago. La sonrisa de Akutagawa no se vio tan horrenda como los ojos de los monstruos que ahora se enredaban aún más fuerte en su cuerpo.

Grito.

Grito.

Y volvió a gritar.

Quiso desaparecer.

Pero ellos...

Si él no luchaba, ellos iban a morir por su culpa.

Como aquella vez en el orfanato.

Sus ojos, ahora hundidos en un mar oscuro decidieron hacer lo correcto. Su cuerpo se transformó, y por primera vez, se sintió feliz de controlar su habilidad.

De repente, antes de perder totalmente la consciencia, recordó su mirada.

Y aquellas palabras que salieron de sus labios antes de que fuera asesinada.

Sí. Era verdad.

Sin embargo, él...

No era una flor que nace en la oscuridad.


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