Desperté adolorido del cuello, pues me quede dormido en una posición extraña en esa banca, por un momento me sorprendí de despertar ahí, pero enseguida recordé que había sucedido. Las luces de todo el parque y la calle seguían iluminando todo el lugar.
Eran poco más de las doce de la noche. Como era posible que me quedara dormido más de una hora. Tal vez mi merienda había causado, aunado al día tan pesado que tuve de trabajo, que me ganara el sueño. Me puse de pie. — Mi esposa va a matarme, ha de estar muy preocupada—.
Las luces volvieron a parpadear. — Qué diablos pasa esta noche— me dije, era muy raro que el alumbrado fallara de esa manera. —Si hubiese sido una sola lámpara...—
Miré alrededor mío y entonces sentí un escalofrió, había algo ahí que, dada la hora, no debía estar ahí. Uno de los columpios se balanceaba con más fuerza que antes y podía escuchar el rechinar de sus cadenas. Un niño se mecía en el sin siquiera rosar el suelo con sus pies. La sombra de un árbol no me dejaba distinguirlo del todo.
— Oye niño!!! — le grité, no obtuve respuesta. — ¿qué haces aquí tan tarde?—. Nuevamente permaneció en silencio. En ese momento los vellos de mis brazos empezaron a erizarse y el miedo a dominar todo mi cuerpo. Traté de quitarme pensamientos absurdos de mi mente y pensé que podría ser que el niño tuviese algún problema y no quería hablar con nadie.
El columpio se iba deteniendo cada vez más. Al acercarme a donde estaba él, el columpio se había detenido, alcance a ver que algo escurría a la arena pero las sombras aún no me dejaban ver si el niño estaba empapado de agua o solo estaba derramándola. Justo en el momento en que llegue frente al niño la luna salió de su escondite y pude ver su rostro claramente.
—No, no, no, que haces tú aquí, hijo, no!!!—no podía creer lo que veía, me quede pasmado, mi miedo se convirtió en terror. Mi hijo estaba ahí atado a las cadenas y al asiento del columpio, que iluso fui al creer que ese niño estaba empapado de agua, era sangre estaba bañado en sangre. Tenía una pronunciada herida a lo largo de cuello, otras tantas en brazos y piernas. Apenas podía distinguir el color de su suave piel, solo podía ver lo oscuro de su sangre coagulada, incluso en su rostro.
Caí de rodillas ante su cuerpo, no lo podía creer, tenía que ser un sueño, un terrible sueño. Lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Alargué mi mano para acariciar su rostro, su linda carita ya desfigurada por el miedo. Que fue lo que sus ojos vieron para generarle tan horrible expresión. Mis manos temblaban fuertemente. Me acerqué más a él, lo abracé con toda mis fuerzas.
— Nooooo!!! — grité con todas mi fuerzas, tan fuerte que me sorprende nadie haya salido a ver qué pasaba. — Alguien por favor ayúdeme, mi hijo...— Continúe gritando.
—Háblame hijo, di algo, despierta, ¿quién te hizo esto? Dime...— mi voz fue perdiendo fuerza, mi cuerpo se debilitaba. Mi hijo ya no podía escucharme, estaba muerto.
De pronto observé algo en la arena, había algo escrito en ella, precisamente con la sangre de mi hijo: "Ella morirá". — No puede estar pasándome esto— me dije.
— ¿Qué ser, que monstruo, sería capaz de hacerle algo así a mi hijo? Y ahora va por mi esposa, estoy seguro se refiere a ella. — tiene que ser un monstruo, solo uno debe ser capaz de algo así.
—Tengo que ir a salvarla — traté de soltar a mi hijo de sus ataduras, pero me fue imposible, había demasiada sangre mis manos resbalaban. Con mis lágrimas cayendo y todo el dolor de mi corazón tuve que darme por vencido, no podía soltarlo y el tiempo seguía corriendo debía salvar a mi esposa. Le dio un beso en su frente ensangrentada, sentí el sabor cobrizo de su sangre en mis labios, mis lágrimas brotaron con más intensidad y salí corriendo a toda prisa, a todo lo que mis piernas eran capaces de dar.
Corrí, corrí y corrí con todas mis fuerzas. Solo hasta que me detuve frente al umbral de mi casa fue que me sentí desfallecer. Me había olvidado por completo del frío, no lo había vuelto a sentir hasta que me detuve empapado de sudor, jamás había corrido tan rápido en mi vida. Cada gota de sudor que brotaba por mis poros era enfriada rápidamente por la brisa de esta noche.
La masa pegajosa que se había formado con la sangre y el sudor en mis manos y mi ropa ahora empezaba a secarse y a endurecer mi ropa y mi piel. Es una sensación desagradable saber que tienes parte de tu hijo adherido al cuerpo y que se cae en pequeños pedazos de ti.
El portón estaba abierto, nuevamente un escalofrió recorrió mi cuerpo, no hizo más que empeorar el frío que ya sentía. Entre con mucha calma y regulando mi respiración, que ya era bastante inestable. No hubiese podido entrar corriendo aunque quisiera, toda la fuerza de mis piernas quedo haya afuera, así que entre sigilosamente en mi propia casa. Nunca imaginé que me vería entrando a hurtadillas a mi casa.
Los nervios comenzaron a traicionarme, tenía miedo de con que podía encontrarme una vez entrara. Volvió a mi mente el pensamiento que se había venido formulando mientras corría — Ella ya está muerta—.
Todo estaba oscuro, no se alcanzaba a vislumbrar nada. Recorrí a tientas toda la planta baja pero no encontré a nadie. Entonces me decidí a subir a las habitaciones. Pasé primero por la habitación de mi hijo y por un momento deseé que todo lo que vi después de sentarme en el parque no fuera más que una ilusión, una visión producto de mi imaginación, un sueño vívido, la más horrible de las pesadillas.
La puerta estaba entre abierta, me armé de valor y entre. Él no estaba ahí, su cama estaba revuelta, señal de que si se fue adormir esa noche. — Seguro se asustó por algo y está con su madre en la otra habitación—. Yo sabía que no era así.
Después de revisar nuevamente el cuarto y cerciorarme que no había nadie ahí, salí y fui a mí recamara. La puerta de esta habitación si estaba cerrada. Así, mientras yo sostenía el pomo de la puerta, la contemple por unos minutos, todo era silencio, no se escuchaba nada más que el viento azotando los árboles y el crujir de sus ramas.
El chillido de la puerta solo sirvió para crispar más mis nervios. Aún con indecisión me decidí a entrar en la habitación. En efecto ahí estaba ella, muerta, tendida sobre el suelo en un charco de sangre bastante pronunciado. En ese momento me di cuenta de que era verdad, ella ya estaba muerta.
El reloj de la sala marco la una de la mañana. Justo en el momento que caía tendido sobre ella, sobre el cuerpo de mi amada esposa. Para abrazarla por última vez.
La policía meencontró abrazado a mi esposa, cubierto de sangre, parecíamos muertos los dos.Al cerciorarse comprobaron que aún vivía.
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Noche de otoño
HorrorInesperadamente la vida de nuestro protagonista se tiñe de rojo. Cuando él creía que todo en su vida iba bien, un terrible mal parece ensañarse contra él y su familia. Acostumbraba a disfrutar de la brisa fría de la noche y cuando regresa a casa ca...